La Oficina es el cartel de Medellín transformado y renovado

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Columna de opinión publicada en el periódico Ciudad Sur  

La Oficina es el cartel de Medellín transformado y renovado

Por Luis Fernando Quijano Moreno

La premisa “la Oficina de Envigado no existe”, es real; y en ese punto estoy plenamente de acuerdo con el secretario de Seguridad de Medellín, Gustavo Villegas: lo que en la actualidad se consolida en el Área Metropolitana es la Oficina del Valle de Aburrá, y tiene tentáculos en el Suroeste, el Nordeste y el Bajo Cauca Antioqueño; sin contar su presencia en otros países como Costarica, Argentina y Chile, entre otros. Trataré de desglosar el tema.

El municipio de Envigado ya no es la sede primaria de la Oficina, sus integrantes aprendieron la lección e inteligentemente sacaron de allí algunas de sus actividades, especialmente la militar que ahora tiene asiento –aunque temporal- en el municipio de Bello. Este territorio ahora viene siendo la fortaleza de la alianza adquirida con los Urabeños para el control del norte del Valle de Aburrá; descentralizaron parte del accionar concentrado en Envigado -para mimetizarse y por sus ánimos expansionistas- convirtiéndolo en una sucursal, aunque no cualquiera: sigue siendo uno de los principales centros de operaciones para las actividades económicas, políticas y de relacionamiento público.

La Oficina del Valle de Aburrá, a mi juicio, sigue cumpliendo el papel de fachada del Cartel de Medellín, que no desapareció, sólo se transformó; sigue siendo la encargada de cubrir a los verdaderos jefes de la mafia, representados en una junta directiva que concentra los intereses de clanes, familias y organizaciones mafiosas, mezcladas con la legalidad e incluso con el paramilitarismo, que en la actualidad sigue existiendo en cabeza de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), también llamadas “urabeños”. En otras palabras, la Oficina no es otra cosa que el cartel de Medellín transformado y renovado.

Por esta razón, es urgente que la Oficina pierda capacidad de vuelo, es necesario cortarle las alas, desmantelarla. Hay que hacerle entender a la Oficina -y a sus protegidos- la nueva realidad que se vislumbra para el país en este 2016, año de la paz e inicio del posacuerdo.

Cortarle las alas implica que el gobierno de Juan Manuel Santos coordine y ordene a los organismos de seguridad golpear y desmantelar todos los componentes de esta estructura: economía criminal, captura de jefes reales y subjefes, y la protección oficial que otorga la nómina paralela dentro de la policía y la fiscalía. Estas últimas deberán ser las primeras en ser golpeadas, solo así podrá ser eficaz la estrategia de acorralamiento a esta nueva versión del cartel de Medellín, y lo obligará a buscar que se entablen unos diálogos urbanos que apunten al sometimiento a la justicia, con dignidad pero sin impunidad.

Finalmente, pienso que se deberían hacer públicos los nombres de los integrantes  de la Oficina y de los Urabeños -inmersos en el Pacto del Fusil- que son enemigos del proceso de paz en la Habana y, una vez se conozcan, esos deberían ser los primeros golpeados; solo así se enviaría un mensaje contundente: este año empieza la paz rural y la paz urbana, el posconflicto quiere instalarse en la totalidad de la geografía nacional.

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