Que la Oficina del Valle de Aburrá le hable a Colombia

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Imagen de un sector de la ciudad de Medellín. Tomada de www.elespectador.com

Por Luis Fernando Quijano

Avanza positivamente el proceso de negociación política en La Habana, Cuba, pese a las trampas disimuladas que miembros de la comisión negociadora del gobierno nacional tratan de hacerle a las FARC. También avanza, aunque detractores quieran negarlo, el proceso de paz con el  ELN, organización que en realidad está unida y se prepara  para el diálogo y la negociación política, tema que trataré en próximas columnas, porque hay mucha tela para cortar.

Estas negociaciones permitirían cerrar algunas de las puertas del conflicto armado que nos ha acompañado durante más de 60 años. Y sería aún más exitoso el proceso, si el EPL que hace presencia en la región del Catatumbo, Norte de Santander, también se adhiriera a los tiempos de negociaciones.

Sin embargo, algo le falta a esta posibilidad de cerrar las puertas de la guerra en Colombia: ¿Qué hacer para que la paz sea total en toda la geografía nacional o al menos en buena parte de esta?

Las estructuras paramafiosas de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Urabeños, los Rastrojos y reductos del Ejército Revolucionario Antisubversivo de Colombia -conocido como el Erpac- manifiestan que aún existen y en una muestra de poderío, debido al desespero que tienen por negociar, ordenado tal vez por los verdaderos jefes -esos que no se muestran y se camuflan en la legalidad-, vienen asesinando líderes y lideresas sociales en algunas regiones del país (cinco en menos de un mes), como si matar defensores de derechos humanos les diera el reconocimiento político que requieren para sentarse en una mesa a negociar: error; y el presidente Santos debería hacérselos entender, aunque parezca no preocuparle la pérdida social.

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Imagen de los lideres asesinados en lo corrido del mes de marzo de 2016. Tomada de www.semana.com

No obstante, es necesario discutir sobre la necesidad de negociar con este tipo de estructura, de otra forma la paz en Colombia no será completa, ni consecuente. La Oficina, antigua en el mundo del crimen organizado, mafioso y paramilitar, ya ha demostrado su interés de acceder a una negociación. Y lo han dejado claro en dos ocasiones: la primera, en la carta que hizo pública  el periodista Juan Diego Restrepo en su columna de Semana.com, titulada Exmiembros de la ‘Oficina de Envigado’ suspenden diálogo con Fiscalía; la segunda, en el  comunicado que hoy publicó Semana, donde un sector de la Oficina, que parece representar las bandas del Valle de Aburrá, le hace una oferta al Estado colombiano.

Esta oferta no debe tratarse a la ligera y por ello, desde ya, advierto la necesidad e importancia de abrir unos diálogos urbanos que lleven a una negociación que apunte al desmantelamiento de las estructuras paramafiosas de la Oficina, los Urabeños y las bandas a su servicio -que no operan bajo suerte de franquicia pero sí tienen principio de subordinación-. La oportunidad debe tomarse, se debe negociar, y en el proceso encontrar el mejor camino para lograr su desmantelamiento real.

Documentos tomados de la Revista Semana

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Es urgente y necesario. Yo, que soy enemigo acérrimo de la alianza paraestatal que representa el Pacto del Fusil, que soy detractor de la Oficina, los Urabeños, y de sus más de 500 bandas paramilitarizadas con presencia en los diez municipios del Valle de Aburrá, y otras subregiones de Antioquia, estoy convencido de que los Diálogos urbanos se requieren con urgencia. La paz urbana es tan necesaria como la rural, una no saldrá bien sin la otra; el posconflicto debe arropar a todos los habitantes de Colombia, y no olvidemos que en su mayoría se encuentran en territorio urbano.

La carta y el comunicado generan múltiples preguntas, y si la Oficina en realidad quiere negociar, es necesario que empiece a hablarle al país. Por lo pronto, a mí me gustaría que me puedan responder: ¿Qué es la Oficina del Valle de Aburrá? ¿A quién representa? ¿Cuántos integrantes tienen la Oficina y cuántas bandas están subordinadas a ella? ¿La Oficina es la fachada de un poder más grande? ¿El Cartel de Medellín desapareció o la Oficina es una fachada que no permite hacerlo visible? ¿Qué va a pasar con la nómina paralela y la protección oficial? ¿Para negociar la Oficina piensa dar los nombres de los grandes empresarios que han apoyado su actuar?

Las cartas ya están en la mesa pero no sabemos si hay algún as escondido. La negociación no puede tener sólo dos participantes en la mesa porque la Oficina no es un actor político. El diálogo requiere el garante de la sociedad civil ya que la seguridad, mejor dicho inseguridad, especialmente en Medellín, es un asunto de todos, y en lo que al tema respecta, en esta ciudad, todos han sido víctimas.

Una paz rural debe ir acompañada de una paz urbana

Diálogos de paz también deben ser para el conflicto urbano

 

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