28M: la noche que Meléndez fue arrasado

FECHA:

Investigación periodística publicada en Cuestión Pública el 26 de julio de 2021.

La Policía ingresó a sangre y fuego a Meléndez, al sur de Cali. Según los habitantes del sector, fueron varios los hombres armados vestidos de civil los que acompañaron el operativo que terminó en un baño de sangre en el punto de resistencia que, hasta ese día,  no había puesto muertos. Esta es una crónica con la reconstrucción de Juan José Jaramillo, según transmisiones en vivo y testimonios de cuatro mujeres que vivieron los hechos en carne propia.

Por: Juan José Jaramillo

Colombia, 28 julio de 2021.- Viernes, 28 de mayo. Eran las 6:30 p.m. y en el lugar de concentración en el marco del Paro Nacional de Meléndez, en Cali, un grupo de jóvenes daba clases de baile andino. La gente disfrutaba la tarde a pesar de la sensación de extrañeza que generó que horas antes los cascos azules —defensores de derechos humanos de la alcaldía de Jorge Iván Ospina— comentaran la orden que les acababan de dar: “Tenemos que abandonar todos los puntos de resistencia.”

Celebración en el punto de resistencia Meléndez, horas antes de la arremetida. Fotografía: Fernando Rodríguez. Cuestión Pública.

Tas. Tas, tas, tas. 

En Meléndez se escuchó una seguidilla de disparos provenientes del punto de resistencia de la Universidad del Valle, que queda a un kilómetro al sur. Aunque no era la primera vez que sonaba el ruido seco de las armas, en Meléndez comenzó a sentirse el miedo. Todas las madres, más de 20, tomaron a sus hijos e hijas de las manos y se adentraron en el barrio huyendo loma arriba hacia sus casas. No había olor a gases lacrimógenos, no había uniformados antidisturbios. Solo se escuchaba el sonido de las balas. Algunos comenzaron a sospechar que no sería una noche de tropel, sino una de supervivencia. 

En este mapa de Cali se ven los dos puntos de resistencia en el sur de la ciudad. El marcador morado representa el punto de la Universidad del Valle y, en rojo, la entrada a Meléndez.

Durante casi un mes, un grupo heterogéneo de jóvenes —desde universitarios hasta algunos que hacían parte de bandas delincuenciales y que se cansaron de su realidad, según se conversó con ellos — se unieron en Cali bajo una organización civil y pacífica, hasta entonces desconocida en la ciudad, la Primera Línea. Todos fueron llegando con una idea: aportar lo que podían para intentar construir una Cali menos excluyente, que les permitiera arañar una idea de futuro digno.

Ellos se convirtieron en la barrera humana que protegía los 24 puntos de resistencia —bloqueos en términos gubernamentales—. Partían el día en dos, hacían turnos para que los compañeros de la guardia anterior pudieran dormir un poco, estar con sus familias, trabajar y estudiar. Su misión, auto impuesta y aceptada por voluntad, era cortar el tránsito sobre la calle Quinta como parte del Paro Nacional. Su objetivo era que, interrumpiendo el funcionamiento normal de la capital vallecaucana, el Gobierno nacional y local los escuchara en sus peticiones. 

Mientras eso sucedía, la Primera Línea de Meléndez era la encargada de impedir el paso de la fuerza pública para que, dentro del espacio, se pudieran hacer las actividades culturales y pedagógicas con las que intentaban cohesionar a la población del barrio y cambiar la cara de los bloqueos frente al mundo.

Haz clic para ver la entrevista de Cuestión Pública con la Primera Línea de Meléndez en Cali (Mayo 7, 2021)

La Primera Línea de Meléndez tenía el cuero curtido y por eso no corrieron con el rugido de ningún tigre ese 28M. Según varios testimonios de personas que vivieron los hechos, decidieron redoblar las barricadas y organizarse ante la arremetida inminente. Sobre el pavimento pusieron mangueras atravesadas con gigantescas puntillas metálicas para intentar impedir el ingreso de las tanquetas del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía (Esmad); sobre el costado norte comenzaron a arder las fogatas de residuos y sobre la entrada sur atravesaron varas de guadua en todas las direcciones; esparcieron por el suelo ladrillos quebrados y rocas, para tenerlas a la mano mientras se repartían los escudos de lata que había.

Pero nadie tenía idea de la potencia de la arremetida.

La entrada sur del punto de resistencia de Meléndez quedaba sobre la calle Quinta, una de las principales vías de la ciudad que va de norte a sur bordeando la ladera de la ciudad. Es una calle ancha, de ocho carriles, tres sentido norte-sur y tres sentido sur-norte; y dos carriles exclusivos para el bus urbano, que en la ciudad se llama MIO. Todos estos espacios estaban separados por árboles, viejos samanes, tras los cuales buscaron refugio los de la Primera Línea durante el primer mes de Paro Nacional. Por ahí comenzó la incursión policial.

Hacia las 8 p.m. todo el sector sur se quedó sin alumbrado público. Con la oscuridad llegaron los fusiles, según contaron los manifestantes a Cuestión Pública. Cerca de las 8:30 p.m., sobre la entrada sur, cayó el primer muerto: Sebastian Jacanamijoy Jansasoy, quien recibió un impacto de bala en el tórax según la misión médica que estaba en el lugar. Él era un joven indígena Inga que estaba participando en distintos procesos del pueblo Nasa y había llegado a Cali para protestar. Cuando comenzaron a sonar los disparos, él intentó evitar que los de la Primera Línea entraran en modo de combate y dio varios pasos adelante. Levantó las manos y gritó a la Policía que suspendieran los ataques. Creía fervientemente en la palabra.

Lee ‘Cuando la Cuando la Policía se alió con hombres armados vestidos de civil’

Sebastian, el primer muerto del punto de resistencia de Meléndez en el primer mes del Paro Nacional, cayó justo al lado de Javiera*, lideresa social. Ella contó que cuando vio el cuerpo desplomarse, se agachó junto a él y supo ahí mismo que ya no había nada que hacer.

Según el relato de ellas, la Policía seguía disparando de manera indiscriminada balas al cuerpo, mientras los integrantes de la Primera Línea de Meléndez intentaban resistir con sus escudos de lata, piedras y cocteles molotov. Pero David tuvo que retroceder ante Goliat, en términos mitológicos. La gran mayoría de miembros de la Primera Línea retrocedió, como quedó registrado en un Facebook Live que compartieron en su página

La familia de Sebastian Jacanamijoy llora el cadáver del joven indígena después de haber llevado el cuerpo a un lugar que no estuviera bajo el asedio de las balas. Fotografía: Fernando Rodríguez

Sobre las 9 p.m. en el punto de resistencia solo quedaban algunos muchachos que se escondían detrás de los árboles de la calle Quinta. Con el paso de la noche del 28 de mayo comenzaron a surgir los reportes de muertos y heridos. Por chats de WhatsApp alertaban de víctimas en todos los puntos de resistencia de la ciudad, pero el caos era tal que comprobar las cifras de Meléndez era toda una odisea. Javiera, la lideresa social, cuidaba lo que decía pero el dolor le consumía la voz: “Marica, no sé que hacer. Tengo dos muertos confirmados, creemos que son cuatro, pero verificar [esa información] está imposible. Se me llenó el puesto de salud de heridos, y ya ni le digo [la cantidad] de desaparecidos [reportados].”

Mira el video forense 28M: Cuando la Policía se alió con hombres armados vestidos de civil
Misión médica en Meléndez atendiendo a uno de los heridos. La lista final de víctimas en Meléndez se pudo sistematizar casi una semana después, porque hubo muchos desaparecidos y porque el terror que impuso la Policía fomentó el silencio. Foto: Fernando Rodríguez

Javiera iba y venía entre el espacio central del punto de resistencia, sobre la vía principal y el puesto de salud que montaron una cuadra arriba. Corría con el teléfono en la mano. Lloraba. Era la primera vez en 31 días de Paro Nacional que se descontrolaba. Expresó su dolor mientras grababa con su celular: “Acá estamos en Meléndez, hace un par de horas en clase de baile y ahora todas corriendo a cargar heridos. Hijueputa Gobierno, hijueputa Duque.”

En su último recorrido al punto médico dejó plasmado en el Facebook Live un Guernica a la colombiana: una mujer indígena, con la pañoleta del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric) amarrada en el cuello tirada en el piso con la mirada perdida en el infinito; un joven sin camisa y bañado en sangre siendo reanimado; de una camilla bajaron a otro joven, parecía un trapo. De repente, el lente de la cámara apuntó al piso:  “Los pelados me piden que no salgan sus caras porque acá, si no te matan en enfrentamiento, te matan luego cuando te identifican.”

Un grupo de misión médica había montado una carpa de atención improvisada que contaba con elementos como alcohol, gasa, pastillas para el dolor y cinta quirúrgica tipo micro porosa. Vieron a la gente huyendo de la Policía, pero ellos se quedaron en la carpa atendiendo heridos. 

A las 10:50 p.m. el registro de heridos se había convertido en un documento extenso. Los reportes por chat entre las lideresas del punto, que pude leer, eran una mezcla de desespero y angustia. En total esa noche pudieron confirmar más de 20 heridos, ocho con lesiones graves: uno con herida incisa con material desconocido, otro con herida en rodilla por perdigón, tres heridas de bala en miembro inferior, una herida de bala en la ingle, dos heridos más por arma de fuego en tórax. Esos fueron los que lograron llegar al puesto de salud improvisado, pero todo el mundo gritaba que se necesitaba un paramédico en algún lugar del punto de resistencia. 

De repente, según contaron dos manifestantes a Cuestión Pública, la gente que se había resguardado en la bocacalle que sube por la carrera 95 empezó a correr. En los relatos dicen que sintieron tiros en la pared de ladrillo que tenían detrás del puesto de atención médico. Disparos que, aseguraron, fueron destinados para la misión médica porque impactaron muy cerca.

La carpa médica se encontraba fuera del punto de resistencia, alejada de los frentes por los que embistió la Policía el pasado 28 de mayo en Meléndez. Sin embargo, la arremetida levantó todo el punto de resistencia y la misión médica quedó desprotegida. Fotografía: Fernando Rodríguez.

El personal de salud tuvo que abandonar su puesto y esconderse en una casa. Con la luz apagada, acurrucados en el suelo, escuchaban tiros a pocas casas de distancia. Luego, los pasos de botas acercarse a la puerta: “No vamos a entrar a la fuerza, pero salgan que no queremos obligarlos a salir.” En un Facebook Live quedó registrado el momento en que prendieron las luces, salieron de la casa, se identificaron y luego intentaron organizar algún tipo de evacuación. Se escuchó a alguien decir: «Ay Dios, nos van a matar». 

Policías del Grupo Operativo Especial de Seguridad (Goes) asumieron el mando de la operación, algunos de ellos descubrieron sus rostros e incluso saludaron a las mujeres de la brigada chocando el puño, como si acabaran de llegar para una visita de rutina. Una vez estuvieron por fuera de la casa que les sirvió de refugio, casi todos se grabaron con sus celulares: los del Goes a los de la misión médica, mientras estos también grababan el operativo.

“Estamos, la verdad, muertos del miedo. Somos 20 personas, nos quieren sacar en un carrito. Si nos separamos, nos desaparecen. No nos podemos quedar acá en la calle, y la verdad estamos llenos de miedo”, dijo durante la transmisión en vivo una de las médicas.

En el barrio se fueron apagando los tiros. Ya no era una incursión armada en bloque como en las primeras horas. ¿Qué decir? Pasó la adrenalina de denunciar, de salvar las vidas, pasó el frenesí y el cuerpo de Javiera se sentía más cansado que nunca. Solo le quedaba el miedo. Llevaba 31 días imprimiendo arte y cultura a una protesta social, que fue pacífica en Meléndez hasta ese 28 de mayo; Javiera no estaba preparada para ver morir a nadie. 

El miedo y el caos de ese 28M desarmó todo el movimiento de resistencia pacífica en Meléndez, que había tenido solo dos incidentes: la destrucción de la estación del MÍO —que se convirtió luego en biblioteca popular— y un saqueo de un supermercado en el barrio que fue controlado por los muchachos de la Primera Línea, impulsados por un discurso tajante de Javiera.

Pasadas las 11 p.m. se escuchó en el cielo el sobrevuelo lejano de un avión y luego un helicóptero, algunas personas aseguraron que eran dos. “Volaron bajito, pana, demasiado bajito y eso que vivimos cerca a un helipuerto”, contó un testigo a Cuestión Pública. El sobrevuelo duró cerca de media hora. Mientras tanto, los policías iban llegando al lugar central del punto de resistencia, el cuello de botella por el cual podrían controlar todo acceso al barrio. La única entrada. La única salida. 

Hasta el 28 de mayo, cuando se cumplía un mes del inicio de las manifestaciones, Meléndez no había tenido un solo civil o miembro de la fuerza pública asesinado en el contexto del Paro Nacional. La arremetida de la Policía a ese punto de resistencia dejó un saldo de más de 20 heridos y hubo 15 denuncias de personas desaparecidas, que fueron apareciendo en el transcurso de la siguiente semana, según informaron a Cuestión Pública dos lideresas del comité de derechos humanos del punto de resistencia de Meléndez. Entre los que fallecieron esa noche se encuentran Sebastian Jacanamijoy Jansasoy (25 años) y JhonatanDavid Basto Goyeneche.

Mira el video Paso a paso: el día en que la Policía cooperó con hombres armados vestidos de civil

Para las 12:30 a.m. del 29 de mayo, por las calles de Meléndez se movían uniformados y algunos hombres encapuchados corriendo para perseguir manifestantes. Pero también había mucha rabia, mucho dolor. Desde las ventanas de las casas los habitantes de Meléndez les gritaban insultos a los uniformados que pasaban agachados, con sus dedos sobre el gatillo, en formación de ataque. Por las rendijas de las ventanas sacaban sus celulares e iban grabando lo que podían, para que el mundo pudiera conocer la zozobra que vivieron.

Sobre esa hora comenzó a circular por redes sociales el decreto 575 de 2021 en el que el presidente Iván Duque daba la orden de despejar a como diera lugar los puntos de resistencia. La instrucción se hizo efectiva horas antes, sobre las 7 p.m., luego de que el presidente estuviera en Ciudad Jardín, barrio donde habitantes habían bloqueado vías atravesando camionetas blindadas y circularon con fusiles y pistolas para, según ellos, salvaguardar su barrio. El mismo sector en el que hombres armados vestidos de civil dispararon contra la Minga Indígena el 9 de mayo y contra manifestantes pacíficos el 28 de ese mes.

***

Domingo 30 de mayo. Solo quedaba un puñado de jóvenes de Primera Línea que se negaron a abandonar su guardia. El punto de resistencia amaneció semidesierto. El miedo causado por los disparos caló hondo. Con maquinaria pesada, el Ejército levantó las barricadas antes del mediodía: uniformados del Esmad y una veintena de matrimonios —motos con policías y Esmad— circularon sin parar en el punto.

Hoy, casi dos meses después de la arremetida de la Policía el 28M, los vecinos de Meléndez siguen encontrando la zona militarizada varios días de la semana. Esos días la fuerza pública se mantiene en una esquina de lo que por 30 días fue un bloqueo absoluto del tránsito por el barrio. 

Los manifestantes cambiaron de estrategia. En el centro de lo que fue el punto de bloqueo hay un semáforo que no funciona. De manera simbólica, los jóvenes cuentan el tiempo que debería estar en rojo o verde y dan o cortan el paso. Mientras el tráfico está parado, como si el semáforo estuviera en rojo, los manifestantes ocupan la calle, extienden sus pancartas, entonan arengas y le recuerdan a los conductores que pasan por allí la importancia del Paro Nacional. Luego, cuando es hora de permitir el paso de los vehículos, los manifestantes se orillan en lo que fue la estación del servicio de transporte MIO -que ahora es la biblioteca comunitaria Mil caras a la literatura- para esperar su turno de volver a exigir justicia.

*Nombre modificado por seguridad.

**Nota: El 27/07/2021 se modificó el último párrafo del texto para precisar información sobre el funcionamiento de los semáforos en Meléndez.

Réquiem: Cuestión Pública rinde homenaje a Sebastian Jacanamijoy Jansasoy, 25 años; y a Jhonatan David Basto Goyeneche, quienes perdieron la vida la noche del 28M en Meléndez. A Luis Eduardo Lopez Solano, 35 años; Juan Pablo Cabrera Valencia, 18 años; Fredy Bermúdez Ortiz; Jhoan Sebastián Herrera Hincapié, 24 años; Luis Fernando Del Castillo Quiñones, 40 años, cuyas vidas fueron robadas el 28M en otros puntos de Cali, en el contexto del Paro Nacional.

Créditos

Texto
Juan José Jaramillo
Edición
Ingrid Ramírez Fuquen
José Marulanda
Diana Salinas

Webmáster
Valentina Hoyos G.
Editor jurídico
Camilo Vallejo G

Investigación periodística tomada de Cuestión Pública

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