Antioquia cultiva la paz: catálogo de proyectos de los excombatientes

FECHA:

En Antioquia hay 556 exguerrilleros de las extintas Farc que hoy le apuestan a un proyecto productivo como el camino para lograr su reincorporación a la vida civil. Tras la firma del Acuerdo de Paz ya se han aprobado oficialmente en este departamento 135 proyectos, 127 individuales y ocho colectivos; un gran logro, aunque de telón de fondo estén la pandemia y la violencia que han enfrentado en la zona, pues desde noviembre de 2016 hasta la fecha se han registrado 25 homicidios en ese departamento, ubicándolo como el tercero con más asesinatos del país (superado solo por Cauca y Nariño, con 37 y 27 homicidios, respectivamente).

Pese a ello, los excombatientes de Antioquia dieron a conocer recientemente un catálogo que recogió todos los proyectos productivos que tienen para ofrecer, reafirmando así su lucha por seguir trabajando en el camino hacia una vida sin armas. Estos son algunos de los emprendimientos que hoy buscan consolidarse en Antioquia.

Trochas Comunes, en Medellín

El deseo por una vida distinta después de más de cincuenta años en la guerra hizo que doce exguerrilleros firmantes del Acuerdo de Paz, le apostaran a un nuevo comienzo a través de la marca Trochas Comunes, un proyecto que produce y estampa camisetas, cuyos diseños reafirman el sueño de una vida en paz. La iniciativa, conformada por hombres y mujeres que pertenecieron a los frentes 18, 36, 34 y a la estructura urbana Jacobo Arenas, que operó en Medellín, nació en 2019 con apenas cinco personas.

Juan Pablo Patiño, excombatiente en proceso de reincorporación, quien lidera el proyecto, asegura que todo, desde el principio, ha sido autogestionado, aunque también han sido respaldados por la cooperativa multiactiva Tejiendo Paz (Cotepaz), que es de exguerrilleros, y la Universidad de Antioquia.

Trochas Comunes tiene dos líneas: la primera de estampados de camisetas y la segunda busca cobijar, apoyar y distribuir varios de los productos de otros colectivos de excombatientes que hoy son un éxito, como la Miel de la Montaña, los cafés Paramillo y La Esperanza o las cervezas La Roja y La Trocha.

Patiño asegura que eso no compite con su proyecto de las camisetas, pues a todos les va bien en ventas. En el caso de las prendas, alcanzaron a entregar 500 unidades: “Tuvimos muy buen recibimiento, agotamos totalmente la producción y sacamos una segunda producción de la misma colección”. La acogida ha sido tan buena que están trabajando en su segunda colección: Mujer y Vida, una apuesta que pretende resaltar a la naturaleza amenazada y a la mujer como dadora de vida. Esperan producir 1.200 productos, no solo incluyendo las camisetas, sino también pañoletas, gorras, tulas y pocillos. Para ello, consiguieron el acompañamiento de la ONU y se vincularon a cooperativas de exguerrilleros en proceso de reincorporación en Mutatá, agrupados en Coopemprender y Coofortuna y quienes tienen talleres de confecciones. Con ellos, se enfrentan al reto de aumentar su producción en más del 100 %.

Aunque por la pandemia se retrasó el lanzamiento de la segunda colección, aprovecharon el tiempo para terminar de estructurar el proyecto y poder presentarlo al Consejo Nacional de Reincorporación y conseguir financiación. John López, quien inició su proceso de reincorporación junto con Juan Pablo Patiño en el espacio territorial de Llano Grande, en Dabeiba, y también está vinculado al proyecto, estima poder reunir el dinero suficiente para asegurar el crecimiento de Trochas: “Cuando sea aprobado, la idea es que (con esos recursos) podamos abrir nuestro propio taller de estampado y serigrafía con toda la máquina necesaria para hacer estampado artesanal y digital para empresas”. Esperan lanzar la nueva colección de ropa para la paz antes del próximo 20 de noviembre y para seguir los protocolos de bioseguridad necesarios por la pandemia. Los pedidos se realizarán únicamente a través de sus redes sociales: Trochas Comunes.

La ruta turística para la paz

Desde que se firmó el Acuerdo de Paz en La Habana (Cuba), Manuel Antonio González ha sido una ficha clave para su implementación en el departamento. Helmer Arrieta o El Flaco, como lo conocieron durante más de dos décadas en las que integró el frente 18, tuvo desde el principio la responsabilidad de consolidar el partido político de la exguerrilla en Antioquia. Primero, fue uno de los sesenta elegidos de esa colectividad a escala nacional para socializar lo que se había pactado en Cuba, luego quedó en la dirección nacional del partido y más tarde sería el encargado de la organización de los comunes en Antioquia. En las elecciones de octubre de 2019 fue candidato a la asamblea departamental.

Su liderazgo le ha traído consecuencias, que incluso lo hicieron salir del espacio territorial de Ituango, donde adelantaba su reincorporación. Dice que las amenazas empezaron a llegar cuando por la naturaleza de su rol tenía que estar en contacto permanente con el Ejército, la Policía, las Naciones Unidas, y otras entidades del Estado. “Tal vez parte de eso lo interpretaron como que yo ya estaba más a la derecha que a la izquierda”, asegura. “Cada vez que yo iba al espacio territorial, me llamaba la Fiscalía, la misma Policía a decirme que en interceptaciones que habían hecho decían que a mí me estaban esperando en tal parte”. Según dice, los hostigamientos vendrían tanto de la disidencia del antiguo frente 18 como de grupos de carácter paramilitar.

Pero sin duda el golpe más duro que le ha traído la paz a este antiguo comandante político de guerra le llegó el 13 de diciembre de 2019. Ese día, su hijo, Manuel Antonio González, también excombatiente de la guerrilla, fue abaleado en la vía que conduce de Ituango al espacio territorial donde residía. Algunos han dicho que lo mataron para enviarle un mensaje a su padre; otros, que por dedicarse a transportar pasajeros en su moto entre la vereda y el municipio lo habrían señalado de colaborar con grupos armados.

A pesar del asesinato de su hijo y las constantes presiones que lo obligaron a radicarse en Medellín, el compromiso de Helmer Arrieta con el proceso de paz sigue intacto. De hecho, al margen de sus responsabilidades políticas con el partido, desde hace más de un año lidera el sueño de 35 firmantes del Acuerdo de llevar a turistas nacionales y extranjeros a través de las rutas antioqueñas por las que anduvieron en la época del conflicto.

Se juntaron a finales del año pasado para diseñar un proyecto productivo en el cual pudieran invertir los $8 millones a los que tiene derecho cada exguerrillero. “Nos dimos cuenta de que el turismo nos pegaba bien, porque articulábamos el tema de la reconciliación con los espacios territoriales. La idea es que en la ruta los llevemos a los espacios de Llano Grande (Dabeiba), La Plancha (Anorí), Carrizal (Remedios) y San José de Leones (Mutatá), donde está la gente nuestra; pero también a la Casa de la Memoria en Medellín, a la comuna 13; también un turismo más externo”, agrega Arrieta.

En el caso de San José de Leones, por ejemplo, identificaron una zona montañosa donde levantarán lo que en la guerrilla conocían como un campamento. “La idea allí es mostrar lo que nosotros hacíamos: el cambuche, los equipos, algo natural de cómo vivió la guerrilla de las Farc cuando estuvo en el monte, cómo era su alimentación”. Pero, además, el proyecto incluye un hostal y un restaurante en Medellín. “Es el paquete completo”, resume el excombatiente.

El proyecto está en formulación. La pandemia casi lo manda al suelo, a pesar de estar diseñado en un 70 %, pues el turismo fue uno de los sectores más afectados tras la crisis sanitaria. Ahora que se han levantado algunas restricciones, lo reactivaron entre 25 exguerrilleros que guardan la esperanza de verlo hecho realidad. Ya se reunieron de nuevo con el formulador y esperan en pocas semanas presentarlo al Consejo Nacional de Reincorporación, donde debe ser aprobado para el desembolso de los recursos. “A mí me preguntan ‘hermano, usted es que es de hierro, o de qué material fue hecho, porque con todo lo que le ha sucedido y todavía lo ve uno comprometido con este proceso’. Yo lo que digo es que nosotros sabíamos que no la íbamos a tener fácil, pero una cantidad de firmantes de la paz estamos convencidos de que vale la pena, porque no nos lo pidió una sola persona, nos lo pidió un pueblo, nos lo pidió la comunidad internacional y más del 90 % de los firmantes del Acuerdo de seguro no le vamos a fallar”.

Producción de tilapia en Mutatá

Emprender por la paz no es sencillo, pero para 58 exguerrilleros ubicados en la vereda San José de León, en Mutatá, no es una decisión de la que se quieran arrepentir, pues, a pesar de los problemas que han tenido para ejecutar su proyecto productivo de piscicultura, siguen yendo contra la corriente, con la idea de que la producción de tilapia es la mejor forma para aportar en la construcción de paz. Hace tres años, 150 exguerrilleros que pertenecieron al frente 58 de las Farc se desplazaron desde Tierralta (Córdoba) hacia Mutatá, por la falta de garantías en ese territorio para cumplir con lo acordado. Se organizaron y de manera autónoma en el nuevo asentamiento en Urabá, entre 43 hombres y quince mujeres iniciaron la construcción de tanques para peces con el fin de producir tilapia.

Foto de El Espectador

Luis Ferney Ospina, promotor noroccidental de Economías sociales del Común (Ecomún) y asesor de todas las cooperativas presentes en los espacios territoriales y Nuevas Áreas de Reincorporación (NAR), manifiesta que este proyecto surgió de la organización colectiva de las 58 personas que lo conforman: “La idea nació en el marco de la reincorporación con los $8 millones que cada exguerrillero tendría para un proyecto productivo. Todos aportamos ese dinero y en este momento se encuentra en una fase inicial, donde hay diez estanques para la producción de tilapia roja”.

En agosto pasado, la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN), con el apoyo y acompañamiento técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), aportó 7.500 alevines de tilapia roja para fortalecer el proyecto. Con esto, buscan acercarse a la meta de producción de cuarenta toneladas por año. “Todavía no hemos sacado la primera producción, pero esperamos empezar a ver resultados en siete meses, por ahora el reto es concretar la comercialización con un cliente o una empresa”, expresa Ospina.

Por eso, desde que se flexibilizaron las restricciones por la pandemia, reiniciaron su búsqueda de clientes: “Esto nos afectó mucho la ejecución de este proyecto que debería haber estado funcionando hace rato; pero ya se han tocado puertas, hemos hablado con las alcaldías y empresas para ir asegurándole una comercialización a esta producción local de Mutatá”. Aun en medio de estas circunstancias adversas, no se han quedado quietos. Por un lado, ya hay una producción personal que tienen los exguerrilleros en sus casas, lo que les permite ofrecer su producto a propios y turistas, que llegan a conocer el territorio y el trabajo de las personas en proceso de reincorporación en San José de León. Por otro lado, este proyecto sentó las bases para un reto más ambicioso: en Mutatá se estima consolidar el proyecto piscícola más grande de todo el noroccidente colombiano y será hecho por excombatientes. “Se espera recoger la producción de los espacios de Córdoba, Antioquia, Chocó y el Eje Cafetero”, señala Luis Ferney, quien también hace parte del equipo de Consejo Nacional de Reincorporación – FARC Noroccidente. Con esto, todos los ETCR y las Nuevas Áreas de Reincorporación (NAR) de la región van a concentrar sus esfuerzos en este emprendimiento creado en Mutatá, en un espacio de aproximadamente seis hectáreas, donde solo habrá cuerpos de agua para el cultivo de tilapia.

Internet por fibra óptica en Ituango

De los más de sesenta proyectos colectivos que ha aprobado hasta el momento el Consejo Nacional de Reincorporación en todo el país, tal vez uno de los más innovadores es el que crearon 24 reincorporados del frente 18 en el municipio de Ituango: le apostaron a llevar a los hogares del municipio el servicio de internet a través de la instalación de fibra óptica.

El grupo lo lidera Agustín Rivera, quien fue el último comandante del frente. De la mano de una empresa que ya prestaba ese servicio en Remedios y en Vegachí, y con la asesoría del PNUD, formularon el proyecto y se dieron cuenta de que sería viable ejecutarlo en un municipio con limitaciones para la conectividad. “Lo presentamos al CNR y pensamos que no lo iban a aprobar, porque en su mayoría las iniciativas que se presentan son agropecuarias, pero no fue así y terminaron desembolsándonos los recursos”, dice Rivera. En diciembre de 2018 el Gobierno nacional puso los $192 millones, que son la suma de los $8 millones de cada uno de los 24 exguerrilleros.

A pesar de todo, en julio pasado, los casi cien exguerrilleros que residían en el antiguo espacio territorial de la vereda Santa Lucía de este municipio, al que pertenecen varios de quienes hacen parte del proyecto de fibra óptica, tuvieron que salir desplazados hacia Mutatá por amenazas contra su vida y luego de doce asesinatos de sus compañeros en inmediaciones de ese espacio. Incluso, otro de los proyectos que tiene la cooperativa de los excombatientes (Coopemprender), el de ganadería doble propósito, se lo cargaron con ellos y se lo llevaron para Mutatá. Lo mismo se pensó en su momento con el de fibra óptica, pero fue la misma Alcaldía de Ituango la que les pidió que mantuvieran el proyecto. Por eso hoy el grupo inicial de los 24 está dividido entre Ituango y Mutatá, e incluso algunos son agentes escoltas de la Unidad Nacional de Protección. Sin embargo, el proyecto se mantiene en el casco urbano del municipio. “Los 24 son hoy como inversionistas; es decir, tienen su capital ahí, pero no participan de la operación”, explica el excomandante. Quienes lo ejecutan hoy no son excombatientes de la guerrilla. Son tres funcionarios, radicados en Ituango, de los cuales dos son contratados a través de la cooperativa de exguerrilleros y el otro es un apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Aunque aún no genera ingresos para el grupo de excombatientes, pues están en proceso de expandir su cobertura en el municipio, calculan que cuando lleguen a 400 usuarios del servicio ya podrán obtener ganancias. En este momento están gestionando prestar el servicio en instituciones educativas de Ituango y expandirse hacia las veredas. También están sobre la mesa propuestas que les han hecho para comprarles el proyecto, de parte de la misma Alcaldía, en caso de que no despegue. Por ahora, ninguno de los 24 exguerrilleros quiso liquidarlo y confían en que tras la pandemia podrán consolidarlo.

Tomado de El Espectador

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