El agotamiento y los destellos de esperanza marcan el rescate en Turquía

FECHA:

Esmirna, 2 noviembre.- Los equipos de rescate piden de nuevo silencio y que paren las excavadoras. Están exhaustos tras días de trabajo desde el terremoto que el viernes asoló la ciudad turca de Esmirna, pero aún buscan señales de vida bajo los escombros, en un esfuerzo que, sorprendentemente, se ve aún a veces recompensado.

«Trabajamos a contrarreloj. A veces tenemos indicios de que hay alguien bajo los escombros y trabajamos sin parar durante horas hasta que podemos sacar a la persona», señala a Efe Onur Karaca, miembro de un equipo de rescate.

El saldo de víctimas mortales del temblor de 6,8 grados de intensidad es ya de 91 en Esmirna, uno más en toda Turquía.

Prácticamente todos murieron atrapadas por los 17 edificios que colapsaron en el barrio de Bayrakli, en la periferia norte de la ciudad, mientras que el resto de la urbe, de cuatro millones de habitantes, apenas sufrió daños.

La zona del desastre, abarrotada de camiones, ambulancias, espectadores y familiares de desaparecidos, se llena de silencio y angustia a cada rato, esperando una señal en la cima de los cascotes de que los expertos han encontrado a alguien con vida.

MANTAS NEGRAS O CAMILLA

Cuando están muy cerca de rescatar a alguien, la inquietud crece entre las familias, que apenas han dormido tras más de setenta horas de rescate desde que se produjo el sismo.

Si se halla un cuerpo sin vida, el equipo de rescate hace una señal de cruz con los brazos para que el personal sanitario envíe mantas negras para cubrirlo; si hay indicios de vida, llega rápidamente una camilla para trasladarlo a la ambulancia.

Aunque ya ayer parecía difícil encontrar aún a alguien con vida, la esperanza se reavivó hoy con el rescate de dos niñas casi setenta horas después del terremoto.

Idil Sirin, de catorce años, fue localizada viva poco después de la medianoche del domingo, tras haber pasado 58 horas bajo los restos de un edificio colapsado.

Más asombroso fue el caso de Elif Perinçek, una niña de tres años que fue sacada de los escombros esta mañana, después de 65 horas de espera. Su imagen saludando en una cama de hospital, emitidas sin cesar por los medios turcos, se ha convertido en un símbolo de esperanza que ha emocionado a todo el país.

EMOCIÓN TRAS UN RESCATE

La pequeña Elif había quedado atrapada en un edificio en el que murió su hermano, mientras que su madre y dos hermanas gemelas ya habían sido salvadas el sábado.

«Cuando encontramos a alguien con vida no notamos el cansancio. Nos aporta mucha energía, sobre todo ahora que ya han pasado muchas horas desde el temblor», dice Karaca.

Con las dos niñas, ya son 106 los superviviente que el servicio de emergencias turco ha conseguido localizar.

La búsqueda continúa en cinco edificios, mientras que en otros 12 se ha dado por concluida.

«Hicimos pausa por turnos para dormir un poco de las cinco a las ocho de la mañana. Ahora seguimos. Es doloroso, sobre todo cuando sacamos a alguien sin vida, pero vamos a continuar hasta encontrar a todos», dice a Efe un voluntario, Ramazan Atak.

No hay cifras sobre cuántas personas faltan aún por sacar, pero el propio alcalde de Esmirna, Tunç Soyer, ha advertido de que al menos 30 personas siguen desaparecidas entre los escombros.

El sismo, que aparte de los 92 muertos en Turquía también se cobró la vida de dos adolescentes en la isla griega de Samos, ha dejado 994 heridos en Turquía, de los que 147 están aún ingresados, nueve de ellos en cuidados intensivos.

NO ES EL TEMBLOR, ES EL EDIFICIO

Mientras llora a los muertos, Turquía también se pregunta por los responsables del desastre, que ha golpeado un único barrio a 60 kilómetros del epicentro.

La culpa del desastre apunta a la mala calidad de las construcciones de este barrio, rápidamente expandido en los años 70 y 80, señala a Efe Soyer.

En varios edificios se habían eliminado incluso pilares de carga en los bajos para ensanchar el espacio disponible, debilitando así la estructura, denuncia el regidor.

La Policía ha detenido hoy en Esmirna a nueve personas, entre responsables de constructoras y dueños de negocios en los edificios derruidos, para interrogarlos, informa la agencia Anadolu.

Uno de los inmuebles tiene una extraña historia: su constructor perdió un nieto en el terremoto que en 1992 costó la vida a 653 personas en Erzincan, en el este de Anatolia.

El edificio, llamado Emrah en recuerdo del pequeño, fue uno de los que se derrumbó el viernes, enterrando a la nuera y a otros dos nietos del constructor.

DOS BAÑOS PARA 200 TIENDAS

Cerca de 5.000 personas se han quedado sin casa al quedar inhabitables o gravemente dañados otros 117 edificios.

Para acogerlas, se han levantado más de mil tiendas de campaña en parques y áreas verdes, improvisados refugios que no resistirán la bajada de las temperaturas ni son compatibles con las medidas de distancia e higiene que impone la covid-19.

«No se le toma la temperatura a la gente y en algunas zonas no hay servicios de salud. Hay parques en los que hay 200 tiendas y solo dos baños. El invierno está al caer y hay más riesgo de enfermedades», señala a Efe una fuente del Colegio de médicos local.

Aún así, muchas familias prefieren quedarse al aire libre, antes de volver a un edificio del que ya no se fían.

Lara Villalón

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