El naufragio del Swift, un emblema de la arqueología subacuática argentina

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Buenos Aires, 18 diciembre.- En los mares, ríos, lagos o costas del planeta subyacen vestigios materiales, testimonios de la vida humana en el pasado, que la arqueología subacuática recupera e interpreta. En Argentina, el punto de partida para el desarrollo de esa línea de investigación fue la corbeta Swift, una embarcación de guerra británica que naufragó en las costas patagónicas en 1770.

Más de dos siglos después, los restos de esa corbeta fueron los que impulsaron la creación del Programa de Investigación y Conservación del Patrimonio Subacuático (PROAS) del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano.

A principios de la década de 1990, Dolores Elkin, arqueóloga e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, directora del programa desde su origen, finalizaba sus estudios doctorales sobre grupos cazadores y recolectores en el noroeste argentino, cuando supo acerca de la corbeta.

«Me enteré que había un barco hundido en Santa Cruz, que era la corbeta Swift, que no había arqueólogos que la investigaran y pensé … ‘alguien tiene que hacerse cargo de esto'», explica a Efe la científica.

PRIMERAS NOCIONES SOBRE EL NAUFRAGIO

En 1975, Patrick Gower, un descendiente australiano del teniente Erasmus Gower, que fuera tripulante de la Swift, llega a la ciudad de Puerto Deseado, en la provincia de Santa Cruz (Sur), con la intención de profundizar sus conocimientos sobre el naufragio que, según el diario de su ancestro, había ocurrido allí.

«Para su gran sorpresa, nadie sabía que había un barco hundido en la ría. Él creía que iba a averiguar sobre la corbeta y termina siendo el portador de la noticia del naufragio», relata Elkin.

Gower deja una copia del diario de su antepasado, documento que años más tarde conoce Marcelo Rosas, un joven buzo de 16 años, impulsor del grupo de buceo local que decide tratar de hallar la corbeta.

«Lo hicieron con la determinación y el entusiasmo que puede tener la gente que se había propuesto eso y encontraron el barco en el año 1982», comenta Elkin.

El grupo acordó que todo lo hallado permanecería en la ciudad, y para ello se creó el museo Mario Brozoski, que alberga la colección completa de los materiales de la embarcación, mientras que el sitio del naufragio se convirtió en patrimonio cultural de la provincia.

PROYECTO ARQUEOLÓGICO SWIFT

Al conocer la historia, la científica asumió como propósito el estudio arqueológico de la embarcación naufragada, una línea de trabajo que aún no existía en el país austral: «Me pareció que era un desafío interesante y era un momento en mi vida que podía o creía poder dar un giro en el tema de investigación».

Entusiasmada con esa idea, Elkin comienza a tomar clases de buceo: «Estaba fascinada… pensé, ‘esto me está abriendo las puertas a un mundo nuevo’ y me empecé a vincular con gente que ya buceaba y a la que le interesaban temas de patrimonio, de arqueología», explica.

Así, formalmente en 1995 se crea el PROAS, con la primera generación de arqueólogos argentinos capacitados en buceo, y un equipo de investigación interdisciplinario, con especialistas en arquitectura naval, biología marina y conservación, entre otras disciplinas.

El núcleo del equipo está actualmente conformado por Cristian Murray, Mónica Grosso, Chris Underwood y Guillermo Gutiérrez, pero diferentes profesionales y estudiantes participan en proyectos específicos y se espera que el grupo continúe creciendo.

EL TRABAJO ARQUEOLÓGICO SUBACUÁTICO

Acerca de las diferencias que pudieran existir con los colegas que trabajan sobre otras superficies, Elkin es clara:

«Trabajemos en el agua o en la tierra, estamos tratando de conocer más sobre la vida humana en el pasado (…) y nos manejamos con un objeto de estudio que es físico, material y tangible, que son los restos arqueológicos», señala.

En cuanto a la metodología, para la arqueología subacuática en particular, el especialista en conservación es un asesor fundamental, ya que se trabaja con materiales saturados de agua.

«Cuando un objeto está sumergido hay que imaginar un ambiente, generalmente de baja temperatura, oscuro y de repente se lo saca de ese entorno, es un cambio muy drástico», explica la científica.

Por ello, el trabajo en la arqueología subacuática es lento: “El tratamiento de conservación requiere de su tiempo porque (los materiales extraídos) tienen que volver a estabilizarse para poder manipularse».

Con esas precauciones e hipótesis claras, durante las distintas exploraciones del naufragio, maderas, alimentos, botellas, cerámicas y semillas, entre otros materiales, fueron extraídos y analizados, con el objetivo de rearmar la cotidianidad de las personas a bordo, conocer la estructura de la nave y los procesos de conformación del sitio del naufragio.

HALLAZGO DE RESTOS HUMANOS

Durante la temporada de excavación del verano 2005-2006, los investigadores hallaron restos humanos entre los vestigios de la corbeta Swift.

Las fuentes históricas estudiadas, entre ellas el diario de Gower, indicaban que de las 91 personas que se encontraban a bordo de la corbeta, tres habían fallecido durante el naufragio, el resto eventualmente fue rescatado.

A los pocos días del accidente, uno de los cuerpos apareció en la costa y fue enterrado allí. Los otros dos nunca se encontraron.

En el contexto de las investigaciones arqueológicas, el análisis químico realizado sobre los restos de la indumentaria adherida a los huesos determinó que el material hallado era lana teñida de rojo.

“Sólo podría tratarse de los soldados que iban en el barco, de los cuales dos murieron en el accidente, por lo tanto pudimos llegar a saber que era uno de ellos”, manifiesta Elkin.

Con el acuerdo de las autoridades argentinas y británicas, un tiempo después, los restos fueron sepultados con honores militares en el Cementerio Británico de Chacarita, en Buenos Aires.

«Se hizo una ceremonia muy linda con representantes de la armada británica y la argentina. Fue muy conmovedor», expresa Elkin.

La historia de la corbeta y el trabajo del grupo de científicos inspiraron al realizador audiovisual Uriel Sokolowicz, colaborador habitual del equipo, quien dirigió «Swift, dos siglos bajo el mar», largometraje que puede verse gratuitamente en Internet.

En sus 25 años de trayectoria, el programa de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología ha emprendido diversos proyectos de investigación, sin embargo, siempre está presente la corbeta Swift.

“El proyecto Swift ha sido el proyecto emblemático de nuestro equipo de trabajo, sobre todo porque fue el primero. Por lo tanto se asocia con su nacimiento y su evolución y también porque duró muchos años. De alguna manera no está concluido tampoco, está en un impás”, asegura Elkin.

Julieta Barrera

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