París, 20 enero- Obligados a seguir los cursos a distancia, con crecientes problemas económicas y hasta de salud mental, los universitarios franceses se movilizaron este miércoles para pedir al Gobierno ayudas y la reanudación parcial de las clases.
Estudiantes de toda Francia salieron hoy a la calle para denunciar estos efectos devastadores de la crisis sanitaria y para pedir volver a las aulas de forma presencial, incluso si es en pequeños grupos y solo dos veces por semana.
«Nos sentimos abandonadas por la facultad, por la administración, no hay nadie que nos ayude ni que nos escuche», se quejaron a EFE Marie y Fiona, dos estudiantes de Derecho de la Universidad de Amiens (norte de Francia), que este miércoles vinieron a París para hacer oír su voz.
Como otros miles de estudiantes, Marie y Fiona son incapaces de pagar el alquiler de sus apartamentos al no trabajar en los puestos que ofrecen las universidades, que continúan cerradas desde finales de octubre, cuando se estableció el confinamiento general en todo el país.
«Mis padres me ayudan a pagar el alquiler pero psicológicamente es muy duro, estamos siempre encerradas y no tenemos contacto con nadie», explicó Fiona.
CADA VEZ MÁS DEPRESIONES
En las últimas semanas se han multiplicado los testimonios, denuncias e informaciones de universitarios con problemas de salud mental, que toman antidepresivos de forma habitual e incluso con casos de suicidio.
Tradicionalmente muchos estudiantes franceses se independizan al marchar a la universidad y se mantienen a través de empleos informales o a tiempo parcial, la mayoría de los cuales en sectores como la hostelería ahora cerrados por la pandemia.
Por ello, muchos han tenido que volver a la casa de sus padres o subsisten de mala manera, incluso buscando comida desechada en supermercados.
No solo estudiantes, también algunos legisladores, han planteado que los universitarios más necesitados reciban un ingreso mínimo vital.
En esta jornada de movilización general en toda Francia, los universitarios han promovido la etiqueta «estudiantes fantasma» con el objetivo de hacer visible su precaria situación, que está causando numerosos casos de depresión e incluso algunos de suicidio.
«Pedimos ayudas para reabrir las universidades y para acabar con nuestra situación precaria. Estamos aquí para decir que esta situación ya no se sostiene», aseguró Célim, estudiante en la Universidad de Nanterre, junto a París, y quien no oculta su miedo por lo que le espera en el futuro.
AYUDAS COMO LAS QUE RECIBEN LAS EMPRESAS
«Algunos compañeros hacen fila para pedir alimentos porque ya no les quedan ahorros y no tienen cómo mantenerse. Pedimos al Gobierno que nos ayude como está haciendo con las empresas», añadió.
Para estos jóvenes, las dificultades no son sólo financieras: la mayoría cambiaron de ciudad para estudiar y al no poder ir presencialmente a clase y, al estar cerrados bares, restaurantes o cines, hacer amigos se convierte en una tarea imposible.
La primera dama francesa, Brigitte Macron, reconoció este miércoles en una entrevista en la emisora «RTL» que había recibido muchos mensajes sobre las situación de los jóvenes.
«Seguramente esta es la etapa de su vida en la que necesitan más contacto social con otros alumnos y profesores», afirmó.
La esposa del presidente francés, que es profesora, explicó que su marido está «especialmente sensibilizado con la situación» y reveló que «los cursos volverán pronto a ser presenciales, al menos para una parte de los estudiantes».
Macron tiene previsto hablar mañana con los jóvenes universitarios de la universidad de París Saclay, en una jornada dedicada a hablar de desarrollo.
El Gobierno avanzó la semana pasada que estudiaba una reapertura a muy pequeña escala de las facultades, para grupos pequeños y cursos en forma de seminario, aunque se pondría en marcha en función de la evolución epidemiológica.
«Ya no creo en los anuncios de Macron, siempre es lo mismo, dicen que van a estudiar una opción para luego no hacer nada», dijo Pierre, estudiante de derecho de la Universidad de Assas, cerca de París, quien confiesa que muchos de sus compañeros han abandonado las clases porque no son capaces de seguirlas a distancia.