Washington, 19 feb – El presidente estadounidense, Joe Biden, intentó este viernes reparar los lazos de su país con Europa y recuperar el ideal de Occidente como adalid y garante de la democracia, al invitar al viejo continente a unirse a Estados Unidos en su «competición estratégica a largo plazo» con China.
A punto de cumplir un mes en el poder, Biden se estrenó en el escenario global al participar en dos foros, la cumbre virtual del G7 y la Conferencia de Seguridad de Múnich, decidido a retomar el papel de liderazgo tradicional de Estados Unidos en Occidente y dejar atrás el aislacionismo del expresidente Donald Trump.
«Estados Unidos ha vuelto. La alianza transatlántica ha vuelto. Y no vamos a mirar atrás», dijo Biden en un discurso desde la Casa Blanca ante la conferencia de Múnich, que se celebró en formato virtual.
UN RELATO SOBRE DOS BLOQUES
Consciente de las grietas que ha dejado el mandato de Trump en la relación con Europa, Biden convirtió su primer discurso sobre política exterior en un relato sobre dos bloques; una división del mundo entre unas democracias más o menos debilitadas, pero dignas de salvar, y unas autocracias en pleno auge, como la de China.
«Estamos en medio de un debate fundamental sobre la dirección de nuestro mundo en el futuro. Es un punto de inflexión», advirtió Biden.
Apenas un mes y medio después de que una turba de seguidores radicales de Trump atacara el Capitolio de Estados Unidos, Biden reconoció que la democracia «está bajo asalto» en su país y en Europa, y pidió «defenderla, luchar por ella y fortalecerla», para que no se convierta en una «reliquia de la historia».
El mandatario arremetió contra las relaciones internacionales que se diseñan de forma «transaccional o extractiva», y aseguró en cambio que si la alianza transatlántica ha durado tantas décadas es porque está basada en «valores democráticos comunes».
Con ese argumento, Biden intentó convencer a los europeos -y de paso, a los países con salida al Pacífico- de que se sumen de forma decisiva a una competición con China que para Washington no solo tiene un impacto económico, sino político y social.
«BIENVENIDA» A LA COMPETICIÓN CON CHINA
«Debemos prepararnos juntos para una competición estratégica a largo plazo con China», pidió Biden.
«La competición con China va a ser dura. Eso es lo que espero, y es algo a lo que le doy la bienvenida. Porque creo en el sistema global que Europa y Estados Unidos juntos, con nuestros aliados en el Indopacífico, luchamos tan duro para construir en los últimos 70 años», añadió.
Su mensaje no tendrá fácil encaje en una Unión Europea donde muchos líderes y empresarios quieren estrechar la relación económica y comercial con Pekín, y que en diciembre firmó un acuerdo de inversiones con China que generó un profundo malestar en el equipo de Biden.
La dificultad para abordar ese tema quedó clara cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, evitó hablar sobre China durante su intervención en la misma conferencia poco después de Biden.
Además, Macron insistió en su idea de la «autonomía estratégica» de Europa para reducir su dependencia de las grandes potencias, incluido Estados Unidos; mientras Biden evitaba uno de los temas más espinosos en la relación: la amenaza estadounidense de sanciones por el gasoducto Nordstream 2, que unirá Rusia y Alemania.
UNA ESTRATEGIA POR REFINAR
«Biden tendrá que desarrollar e invertir realmente en una estrategia hacia Europa más sofisticada si quiere llegar a los niveles de cooperación transatlántica que necesita», opinó después del discurso Thomas Wright, un experto en la relación transatlántica que trabaja en el centro de estudios Brookings.
«También tiene que decidir qué quiere que ocurra en Europa, y no solo qué quiere (extraer) de Europa», agregó Wright en un mensaje en su cuenta oficial de Twitter.
El nuevo presidente estadounidense esquivó en efecto asuntos complicados como la relación de la UE con el Reino Unido después del Brexit, pero sí se refirió a Rusia y sus «intentos de debilitar el proyecto europeo», y defendió la «soberanía de Ucrania» en términos mucho más claros de lo que solía hacerlo Trump.
El tema que había generado más expectativas antes de su discurso era la relación con Irán, un día después de que Washington ofreciera formalmente volver a la mesa negociadora con Teherán para salvar el acuerdo nuclear del que Trump retiró a Estados Unidos hace más de tres años.
Biden se limitó a expresar su voluntad de dialogar con Irán, pero su insistencia en que también hay que abordar las «actividades desestabilizadoras» de Teherán en Oriente Medio, sumada a la negativa de la Casa Blanca a levantar pronto las sanciones a los iraníes, dejaron claro que reactivar la diplomacia no será fácil.
APLAUSOS EN BRUSELAS
La muestra más clara de que Biden quiere retomar el papel de líder de Estados Unidos llegó unas horas antes, durante su participación en la reunión virtual del G7, cuando anunció que su país donará un total de 4.000 millones de dólares a la alianza GAVI para un acceso equitativo a nivel global a la vacuna de la covid-19.
Biden se comprometía así con una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que Trump desdeñó, y lo hacía el mismo día en el que Estados Unidos se reintegró formalmente al Acuerdo de París sobre el clima.
Esos dos puntos demostraron el profundo contraste en la relación con Europa que ha marcado la llegada de Biden al poder, y provocaron que, pese a las diferencias en algunos puntos, la reacción a su discurso en el continente fuera positiva.
«¡Bienvenido de vuelta, Estados Unidos!», tuiteó después del discurso el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.