Bangkok, 13 abr- Birmania (Myanmar) recibió este martes el Año Nuevo budista más sombrío tras la represión militar que ha causado más de 700 muertos desde el golpe de Estado del pasado 1 de febrero, mientras que la ONU ha comparado la crisis al inicio del conflicto en Siria en 2011.
Muchos birmanos boicotearon las festividad en protesta por el golpe en lugares como Rangún, la antigua capital y mayor ciudad del país, donde furgones policiales se alineaban en una solitaria gran avenida cerca de la famosa pagoda Sule.
En otros tiempos, esta avenida llena de gentío participando en las batallas del agua propias del Año Nuevo budista, llamado Thingyan en birmano.
«Thingyan debería ser una celebración de alegría, pero desafortunadamente no hay nada que celebrar», dijo en Twitter la enviada especial de la ONU para Birmania, Christine Schraner Burgener, quien se encuentra en Bangkok desde el pasado viernes.
«Espero que sea verdad que rociar con agua se lleve los pecados. Se han cometido muchos pecados desde el 1 de febrero. Espero celebrar el Thingyan con todos los liberados en el futuro», agregó Schraner en referencia a los más de 3.000 prisioneros políticos desde el levantamiento militar.
En lugar de participar en celebraciones, multitudes de birmanos volvieron a salir a las calles en regiones como Mandalay o Sagaing a pesar de la violencia de los uniformados, que disparan a matar con armamento militar contra manifestantes y civiles.
El Movimiento de Desobediencia Civil advirtió en Twitter de una campaña de represión en la ciudad de Myit-Nge en Mandalay y alertaron de que se pueda repetir la masacre del pasado viernes en Bago, donde al menos 82 murieron a manos de la policía y los soldados.
PROTESTAS SIMBÓLICAS
En algunas localidades, activistas antijunta dejaron en las calles mensajes reivindicativos en vasijas rojizas de arcilla con flores, usadas tradicionalmente para dar la bienvenida al Año Nuevo.
«Lucharemos por la democracia», «nunca nos rendiremos» y «Liberar a nuestros líderes» son algunas de las frases escritas en blanco sobre las vasijas, según fotografías de medios locales como Irrawaddy y Myanmar Now.
«Este año, el Thingyan es un festival sobre la revolución», apuntó Kuu Yamone Minm Minm en su perfil de Twitter.
Mientras que la mayoría de las protestas son pacíficas, un número creciente de manifestantes están respondiendo a la represión militar con tirachinas, armas caseras, fusiles y cócteles Molotov.
Durante el fin de semana, varios desconocidos lanzaron un artefacto explosivo contra una sucursal bancaria de los militares en Mandalay, mientras que otro grupo disparó con rifles de caza contra un convoy militar en la región de Sagaing.
En esta región, activistas antijunta se han hecho con armas modernas, incluso granadas, y han causado la muerte de al menos 10 miembros de las fuerzas de seguridad, según el portal Frontier.
El Tatmadaw, como se conoce al Ejército birmano, también ha incrementado los ataques contra civiles en zonas controladas por las guerrillas de minorías étnicas como los kachin (noreste) y los karen (este), que llevan décadas levantadas en armas.
Según la organización Free Burma Rangers, al menos 20 personas han muerto en las últimas semanas debido a los bombardeos y ataques terrestres de los militares birmanos en territorio karen, donde al menos 24.000 personas han sido desplazadas.
COMPARACIÓN CON SIRIA
La Oficina de la ONU para los Derechos Humanos criticó hoy que los militares usen granadas y morteros contra los civiles, al tiempo que alertó de una escalada de violencia.
«Las manifestaciones continúan de manera pacifica, pero el Ejército está respondiendo de forma tan brutal que recuerda lo que pasó en Siria en 2011», señaló la portavoz de la agencia, Ravina Shamdasani.
Ese año se registraron en Siria las primeras protestas pacíficas que terminarían en una guerra civil de grandes proporciones, que tuvo repercusiones regionales y mundiales, y que causó la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.
La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dijo al respecto que las declaraciones de condena y las sanciones limitadas de algunos países contra miembros de la junta militar birmana ya no son suficientes y que es urgente que se tomen «medidas concertadas» que detenga este baño de sangre.
«Pedimos a todos los países que tienen alguna influencia, sea geopolítica, económica, diplomática o financiera que ejerza presión para que los militares cesen de asesinar a su propia gente», dijo la portavoz de Bachelet.
Una responsabilidad particular -agregó- incumbe a los países vecinos, en particular a China, el aliado más importante con el que el Ejército birmano ha contado en las últimas décadas.
El Ejército birmano justifica el golpe de Estado por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre, en los que arrasó el partido de la líder depuesta Aung San Suu Kyi, como ya hiciera en 2015, con el aval de los observadores internacionales.