Redacción Ciencia, 25 junio.- El cráneo de Harbin, uno de los fósiles humanos mejor conservados del mundo que acaba de ser estudiado, es de la especie Homo longi u «Hombre Dragón», un nuevo linaje humano que, según los científicos chinos que lo han documentado, puede ser nuestro pariente más cercano. Otra vuelta de tuerca en la compleja evolución humana.
El fósil es el cráneo humano más grande que se conoce y tiene 146.000 años, lo que le sitúa el Pleistoceno Medio, una de las épocas más dinámicas en la migración de especies humanas.
Aunque fue descubierto en la década de 1930 en la ciudad de Harbin, en la provincia china de Heilongjiang, el cráneo permaneció oculto (guardado por la familia del hombre que lo encontró) hasta 2018, cuando fue donado a la Academia de Ciencias de China.
Ahora acaba de ser estudiado por un equipo multidisciplinar chino y sus hallazgos, que aparecen en tres artículos, se publican hoy en la revista The Innovation, del grupo Cell.
Los científicos han catalogado al fósil en una nueva especie humana a la que ha llamado Homo longi u «Hombre Dragón» y que podría revolucionar la visión actual de la evolución humana.
«El cráneo combina características primitivas y derivadas que lo distinguen de todas las demás especies de Homo», afirma el profesor de paleontología de la Universidad Hebei GEO. Quiang Ji, quien, por eso ha decidido considerarlo una nueva especie y bautizarlo Homo longi.
Según describen sus autores, el enorme cráneo podía albergar un cerebro de tamaño comparable al de los humanos modernos, aunque tenía unas cuencas oculares más grandes y casi cuadradas, gruesas crestas de las cejas, una boca ancha y dientes de gran tamaño.
Los científicos creen que se trata del cráneo de un varón de unos 50 años de edad, que vivía en un entorno boscoso y de llanura aluvial como parte de una pequeña comunidad y que como los sapiens, cazaban, recolectaban frutas y verduras, y «quizás incluso pescaban», explica Xijun Ni, profesor de primatología y paleoantropología de la Academia China de Ciencias.
Por su gran tamaño y el lugar donde se encontró el cráneo, los investigadores sugieren que Homo longi pudo adaptarse a entornos difíciles, dispersarse por toda Asia e, incluso, haberse encontrado con el Homo sapiens durante el Pleistoceno medio.
Los autores llegan a una segunda conclusión y sugieren que, Homo longi es uno de nuestros parientes homínidos más cercanos, incluso más que los neandertales.
«Nuestro descubrimiento sugiere que el nuevo linaje que hemos identificado y que incluye al Homo longi es el verdadero grupo hermano del sapiens», defiende Ni.
Además, la reconstrucción del árbol de la vida humana que hacen estos autores también sugiere que el ancestro común que compartimos con los neandertales existió incluso más atrás en el tiempo.
«El tiempo de divergencia entre el H. sapiens y los neandertales puede ser aún más profundo en la historia evolutiva de lo que generalmente se cree, más de un millón de años. De ser cierto, es probable que hayamos divergido de los neandertales unos 400.000 años antes de lo que los científicos pensaban», advierte Ni.
Para los autores, los Homo longi eran humanos fuertes y robustos y sus posibles interacciones con el Homo sapiens podrían haber moldeado nuestra historia.
«En conjunto, el cráneo de Harbin nos proporciona más pruebas para entender la diversidad de los Homo y las relaciones evolutivas entre estas diversas especies y poblaciones de Homo. Hemos encontrado nuestro linaje hermano perdido hace tiempo», concluye Ni.
El paleoantropólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Antonio Rosas está de acuerdo en que los análisis de este fósil humano pueden «influir fuertemente en la investigación futura sobre la evolución humana», ya que contienen «un punto revolucionario, con implicaciones en varios aspectos clave de la evolución del género Homo», detalla a EFE.
Y aunque al investigador español le preocupa que los autores hayan dado mucho peso a ciertas características faciales que se consideran como derivadas en paleontología, reconoce que los rasgos morfológicos del rostro pueden ser, de hecho, «características primitivas heredadas de un ancestro común».
«Sin duda, el debate está servido», concluye el paleoantropólogo del CSIC.