¿Será que el único mal de Colombia son guerrillas y paramilitares?

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Imagen tomada de colombiaylacorrupcion.blogspot.com

Redacción Análisis Urbano

El 1 de agosto fue capturada Carmen Sofía Carreño, secretaria privada del director del CTI, Julián Quintana, llevaba nada menos que 1.080.297 dólares, la mencionada funcionaria perteneció al liquidado Departamento Administrativo de Seguridad, DAS.

El 15 de agosto fueron capturados 11 funcionarios judiciales en Barranquilla, acusados de recibir sobornos a cambio de beneficiar a criminales con decisiones judiciales. Entre los capturados hay cuatro jueces de la república, además de funcionarios judiciales y abogados.

El 16 de agosto, el periodista y columnista Carlos Alberto Giraldo Monsalve, en la columna de opinión publicada en el periódico El Colombiano, titulada Huele a mucha podredumbre, muestra nuevos casos de corrupción que llevan inevitablemente a la miseria y la violencia en Colombia. Pareciera que los únicos males que agobian al país estuvieran en los grupos armados, sin embargo, es claro que no solo de enemigos armados está plagada la geografía colombiana, los otros, los “legales”, hacen su agosto con el dinero público.

Recientemente, el portal Insight Crime, mostró que “El escándalo del CTI “también es preocupante porque esta unidad tiene la tarea de investigar a los grupos de crimen organizado, y es rutina que los narcotraficantes busquen corromper instituciones estatales para facilitar sus operaciones criminales. Casi 600 servidores públicos han sido arrestados en los últimos 18 meses por presuntos nexos con Los Urabeños, la organización de tráfico de drogas más grande de Colombia. Este alto grado de corrupción oficial ayudaría a explicar por qué el mayor jefe criminal del grupo, Darío Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’, aún no ha sido capturado, pese a una masiva persecución en su contra”.

En marzo de 2013, cayó Carlos Pesebre, la Fiscalía General de la Nación, en la audiencia de imputación de cargos, afirmaba que la red de corrupción de Pesebre, involucraba a decenas de funcionarios públicos, de toda la institucionalidad, el criminal solo fue condenado a nueve años, no importó que fuera el jefe de Los Pesebreros y que la existencia de la línea de mando le llevara a responder por homicidios, masacres, desplazamiento forzado intrwpbano, desaparición forzada y asesinatos en La Escombrera, cuando se realizó la Operación Orión.

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Imagen de Carlos Pesebre, tomada de www.crhoy.com

Hoy solo se sabe que la penetración del crimen dentro de la institucionalidad local, departamental y nacional es grande, ¿cuánto?, ¿será el 15%, 30% o 40%?

La existencia de la nómina paralela que garantiza la protección oficial al crimen organizado es una realidad. ¿Cuánto es el grado de penetración criminal que existe hoy en la institucionalidad colombiana? Es una pregunta que se deberían estar haciendo el Estado y la sociedad colombiana, ahora que hablamos de paz y posconflicto.

La paz rural y urbana, también necesita que la institucionalidad se depure, si eso no ocurre, nuevos paramilitares, organizaciones mafiosas y crimen transnacional tendrán la posibilidad de seguir ganando dinero ya que el negocio criminal no para, es un reloj suizo con mucha precisión, y eso solo otorga la protección oficial.

Ahora llegan las elecciones a cargos locales y regionales, e infortunadamente una parte mayoritaria de la ciudadanía volverá a cometer los mismos errores que en las elecciones anteriores, elegirán a los corruptos y representantes de la criminalidad armada, solo unos pocos serán pulcros, diáfanos y cristalinos. Todo seguirá igual.

Como lo dice el columnista Carlos Alberto Giraldo Monsalve: “No puede agotarse la historia creyendo que el único mal de Colombia son los guerrilleros y los paramilitares —que lo son—. Solo un Estado creíble, trasparente, eficiente, pulcro y firme podrá convencer o someter a estos delincuentes y hacerles ver que no son el remedio sino la enfermedad. Y que hay un Estado legítimo que los convierte en un anacronismo tan inservible hoy”.

Lamentablemente a los dueños del poder poco o nada les importa la construcción de un Estado legítimo, en eso no está el negocio, para ellos la corrupción es el camino, con paz o sin ella, con guerrilla o sin ella, el negocio debe continuar.

 

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