La Paz, 6 de septiembre de 2021.- El cambio climático ha obligado a varios agricultores bolivianos de papa a combinar los saberes de sus abuelos con conocimientos relacionados con «prácticas climáticamente inteligentes» para además rescatar las variedades nativas del tubérculo que tienen capacidad de adaptación al frío y la sequía.
El cambio climático «ha afectado significativamente a la producción de la papa (…) la producción no ha sido muy buena, inclusive nos ha afectado en la economía ya que los precios de la papa bajaron», contó a Efe Leonel Mejía, un joven agricultor de 14 años.
Mejía, que se dedica a la agricultura desde sus 11 años, es conocido en el municipio de Patacamaya, en el altiplano del departamento de La Paz, por el conocimiento que desarrolló durante la pandemia sobre las variedades nativas de papas y las propiedades que tienen.
También mencionó que la agricultura de la papa, que muchas familias desarrollan para su subsistencia, afronta por el desarrollo de especies comerciales de crecimiento rápido en desmedro de aquellas que producían los abuelos de la comunidad y que tienden a desaparecer.
«Con la pandemia estamos revalorizando las papas nativas», mencionó mientras detalló las cualidades de los tubérculos que sirven para hacer harina, acompañar ensaladas, aquellas para cocinarlas dentro de la tierra o las que son de tipo «gourmet».
EL SABER LOCAL Y LOS CULTIVOS
Martha Bautista, una mujer agricultora de más de 60 años de la provincia paceña Aroma, relató a Efe que este año «no ha habido lluvia» y que las parcelas de papa se han mantenido sembradas sin que la planta brote y que en esas comunidades «no han sacado nada de papa».
Bautista describió que el ciclo de producción es muy marcado, que la papa en el altiplano hay que sembrarla entre octubre y el 20 de noviembre de cada año como tiempo límite ya que después el cultivo «no da».
La papa nueva brota entre marzo y abril, la cosecha se hace en mayo para que luego entren otros cultivos como la cebada y la quinua y que luego de eso «la tierra debe descansar por cinco años», según el método ancestral de la «aynuqa» que se aplica en su comunidad y que determina la rotación de parcelas.
El saber local establece que la papa se siembre primero en octubre y también cerca del tope permitido por si llega la helada y acaba con los primeros cultivos y que se tenga una reserva para subsistir en el resto del año mientras se separa la papa que sirve para semilla, para chuño que es la forma deshidratada y aquella que se va a vender en los mercados de las ciudades.
Sobre esto, Mejía mencionó que el saber en el campo es principalmente «práctico» y que se necesita «mayor conocimiento científico y teórico» respecto a las papas para poder «innovar» en la producción.
LA AGRICULTURA INTELIGENTE
Bolivia tiene «más de 1.500 variedades de papas nativas» y muchas de ellas «tienen capacidades de adaptación a las variaciones climáticas», aseguró a Efe Santiago Vélez, representante en Bolivia del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Vélez consideró que «es fundamental» rescatar los «valores» y «conocimientos» ancestrales, como el respeto de los ciclos lunares, para generar «medidas de adaptación al cambio climático» y parte de ello pasa por conocer sobre las variedades nativas de papas bolivianas y la combinación técnicas de cultivos «climáticamente inteligentes».
Este especialista mencionó que la agricultura climáticamente inteligente implica el «conjunto de prácticas» que vinculan la ciencia con los saberes ancestrales para, por ejemplo, establecer cuál puede ser la especie adecuada que pueda germinar en sitios con características de altitud, humedad, temperatura y suelo específicas, combinada con la cultura de la región.
Al respecto, tanto Mejía como Bautista coincidieron en que en conjunto es necesario aplicar técnicas «orgánicas» para la protección en vez de los productos químicos que dañan la fertilidad de la tierra.
Velez, por su lado, indicó que la labor «inteligente» en los cultivos de papas implica también el uso de semillas mejoradas, de semillas nativas con los elementos orgánicos de producción.
Gabriel Romano