Buenos Aires, 30 de septiembre de 2021.- Cada año, de junio a diciembre, cientos de ballenas hacen de las costas de la Península Valdés, en la Patagonia argentina, su hogar: allí se aparean, dan a luz, socializan y hacen de sus saltos un show único de la naturaleza. Ahora, tras el parón turístico de 2020, estas indiscutibles ‘estrellas’ brillan de nuevo ante un público que no puede evitar quedar con la boca abierta.
Con Puerto Pirámides -única localidad en la península- como punto de partida, en el Golfo Nuevo, varias empresas realizan excursiones en barco para avistar de cerca las ballenas francas australes, enormes, curiosas y dóciles, que eligen esta zona de la provincia de Chubut como su principal área de reproducción y cría.
«Mucha gente nos pregunta: ¿por qué vienen las ballenas acá a tener las crías y copular, por qué es tan especial esta área? Yo llegué a la conclusión personal de que la Península Valdés, como es un istmo muy angostito, termina siendo prácticamente una isla, y la gran presencia de pingüinos, elefantes y lobos marinos, ballenas y defines forma parte de lo mismo que existe en islas que son difíciles de acceder», cuenta a Efe Ricardo Daniel Orri, conocido como «Pinino».
Este «capitán ballenero», perito naval en salvamento y buceo, fue uno de los pioneros, en la década de 1970, de estos avistamientos turísticos en Argentina, cuando un grupo de personas -llegadas de grandes ciudades y sin esencia marinera, recuerda Orri- hicieron del mar su vida, se enamoraron de las ballenas y empezaron a llevar, en pequeñas lanchas, a reducidos grupos de visitantes para admirarlas.
Más de cuatro décadas después, la actividad se ha reglamentado y fiscalizado, con estrictos cuidados ambientales y avances en la investigación científica. Y los turistas son miles: «después de tantos años de trabajo respetuoso para con los animales, hoy toda la fauna salvaje de esta área toma la presencia de las personas y embarcaciones como algo que forma parte de la naturaleza», asevera Pinino.
«Esta experiencia es tan, pero tan fuerte, que de alguna manera transforma, (…) nos sensibiliza y permite entender mucho mejor la importancia de cuidar nuestros recursos, nuestro ambiente, las especies», señala, y advierte: «Somos capitanes balleneros modernos», que dirigen embarcaciones para admirar las ballenas, no para capturarlas.
EXPERIENCIA ÚNICA
Tras embarcar en Puerto Pirámides -a unos 90 kilómetros de Puerto Madryn-, los turistas, que previamente deben reservar la visita, inician una excursión de alrededor de hora y media con un guía que les ayuda a interpretar lo que ven.
«A los pocos minutos ya tenemos los primeros avistamientos a simple vista, y tenemos un alto porcentaje de tener interacción con las ballenas», detalla el también capitán y guía Miguel Bottazzi, hijo de Tito Bottazzi (1952-2013), otro de los pioneros.
Y más allá de poder sacar fotos de una cola de ballena o de un salto, se logra una conexión única con unos animales con gran inteligencia emocional: «Por ahí pasa ese animal enorme por debajo de la embarcación, te mira o saca la cabeza por fuera del agua y está a un metro de la gente», dice.
«Se ven los grupos de apareamiento, bebés recién nacidos, grupos de cópula, que es un show increíble: una hembra y varios machos en cortejo… y hablamos de a veces más de 10 machos y una hembra. O sea, que hacen un show de aletas, colas… ese cortejo dura horas», agrega.
LA NORMALIDAD
Tras un 2020 sin turistas, por la pandemia del coronavirus, esta temporada ha «superado ampliamente» las expectativas, según Pinino, por la gran afluencia de turismo nacional, y la perspectiva es «muy promisoria» para los próximos meses.
Con los viajes dentro de Argentina ya rehabilitados, desde este viernes las fronteras empezarán a reabrirse tras año y medio cerradas al turismo extranjero. Una normalización que llega en «un año pico de población» de ballenas, afirma Bottazzi.
Según el último censo que hace el Laboratorio de Mamíferos Marinos del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos, a principios de septiembre se contabilizaron 1.138 en las costas de Península Valdés, declarada patrimonio de la humanidad en 1999.
EFE