Arad (Israel), 17 octubre de 2021.- El reputado fotógrafo estadounidense Spencer Tunick, conocido por sus composiciones masivas de desnudos en entornos naturales, regresa hoy al entorno del Mar Muerto para una nueva instalación diez años después de la primera en esa laguna salada, con el objetivo de concienciar sobre la necesidad de preservar ese lugar único, el punto más bajo del planeta.
Exactamente 200 personas, de entre 19 y 70 años, envueltas en pintura banca participaron hoy en esta nueva instalación en el paisaje desértico que rodea la ciudad de Arad, puerta de entrada a la laguna, con la que Tunick emuló la construcción de una tubería humana que desembocaría en ese lago salado que sufre graves problemas medioambientales.
«Mi propósito es crear conciencia sobre el Mar Muerto, que está desapareciendo. Hay que encontrar la manera de mantener el nivel del mar o traer agua dulce, sin afectar el abastecimiento de agua de los países de alrededor. El agua es vida», señaló Tunick en declaraciones a los medios tras realizar esta nueva instalación fotográfica en Arad.
La instalación es la tercera del estadounidense en el Mar Muerto después de reunir en 2011 a más de 1.200 participantes flotando sobre la playa de los Minerales, que ha dejado de ser accesible por los socavones, y otra de menor envergadura que inmortalizó con su cámara en 2016.
PILARES DE SAL
«Hemos incluido menos gente que hace diez años. Es un trabajo más conceptual, en el que he convertido a la gente, pintada de blanco, en columnas de sal, una alegoría de la historia bíblica de Lot (convertida en piedra como castigo). Aunque aquí todos están vivos, representando pilares de sal que brotan de los manantiales de debajo del agua salada», indicó el artista.
El último proyecto de Tunick en el Mar Muerto pretende llamar la atención sobre los socavones y pozos que están aflorando en el entorno en los últimos años, provocados por los depósitos de sal que se acumulan a medida que desaparece el mar, que desciende a un ritmo de más de un metro al año.
Por culpa de esos agujeros en el terreno, muchas playas y bellos lugares que rodean la laguna han quedado totalmente inaccesibles, un problema para el que se barajan dos opciones: un canal que emane agua desde el Mar Rojo o otro desde el Mediterráneo, una idea que Tunick evoca con esta «tubería humana».
El fotógrafo agradeció a los participantes, «verdaderos guerreros del arte y aventureros», su contribución a esta nueva obra dedicada al Mar Muerto, que Tunick, de 54 años, calificó como «la octava maravilla del mundo»:
«Es muy especial ser parte de una obra de arte de alguien de la talla de Tunick, como parte de un proyecto que trasciende el arte para concienciar sobre el valor medioambiental del Mar Muerto, antes de que muera del todo», apuntó a Efe una de las participantes.
UN MUSEO SOBRE EL MAR MUERTO
Además, con esta nueva instalación pretende recaudar fondos para la construcción del Museo del Mar Muerto, un proyecto en ciernes de su amigo, el activista Ari Leon Fruchter, que lleva años luchando para preservar ese espacio magnético, el lugar más bajo de la Tierra, 400 metros por debajo del nivel del mar.
En paralelo a esta instalación, la página web del Museo del Mar Muerto -del que todavía no se ha colocado una piedra- acogerá una exhibición virtual con gran parte de la obra de Tunick, incluidas fotos inéditas que tomó a un grupo de una treintena de mujeres en las cataratas de Ein Gedi y Ein Bokek.
«Queremos crear conciencia social sobre la situación ambiental del Mar Muerto. Es un recurso vital para Arad y para el desierto que tenemos que salvar. En los últimos años, este mar ha comenzado a drenar y se produce en fenómeno de los socavones gigantes, que es muy peligroso», indicó a Efe el alcalde de Arad, Nisan Ben-Hamo.
El alcalde también espera que la instalación de Tunick y el proyectado museo, que recogerá toda la herencia cultural y medioambiental de la zona», sirvan para atraer más turismo e inversión a esta ciudad, y para que el gobierno israelí e instituciones privadas inviertan más recursos para salvar el Mar Muerto de la extinción.
Por Sara Gómez Armas
EFE