Por Luis Fernando Quijano Moreno
El 24 de junio de 2016, en La Habana, Cuba —el país de la resistencia al bloqueo imperialista y la dignidad de América Latina—, se convirtió en el día más importante de la historia reciente de Colombia, se escribió una página gloriosa llena de esperanza. Las FARC-EP, con Timoleón Jiménez Timochenko a la cabeza, y el Estado colombiano representado en el presidente Juan Manuel Santos, anunciaban que daban los pasos definitivos para poner fin a la guerra en nuestro país, o al menos a buena parte de ella.
Los detractores y enemigos de la paz decían que eso no sería posible ya que, según ellos, las FARC harían conejo. Equivocados estaban. Ese día se firmó el acuerdo del cese bilateral al fuego definitivo, lean bien, definitivo, después de 50 años de guerra fratricida.
Es claro que todavía falta para llegar a la paz total: seguimos a la espera de que se inicien los diálogos con el ELN, se promuevan otros con el EPL y, por supuesto, se haga lo propio con las estructuras paramafiosas que hacen presencia en una parte de la geografía colombiana, dos de las cuales hacen presencia en Antioquia, su capital Medellín y el área metropolitana. Sin embargo, es claro que estamos ante el inicio de una paz real.
En medio de la emoción y el llanto que me causó tan importante momento al ver cómo enemigos irreconciliables firmaban el acuerdo, recordé todo lo que esta guerra nos ha sacudido a todos en ciudades y campos, en mi caso, la primogénita de un año de edad perdió un pie tras ser impactada por una bala estatal, esas son las cosas que pasan en la guerra, y para superarla hay que perdonar, la reconciliación así lo exige.
Todo se esperaba que ocurriera en tan importante día, se sabía que ninguno de los protagonistas dejaría pasar la oportunidad para poner algún tema nuevo en discusión. Todo ocurrió ante la presencia de Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, Mogens Lykketoft, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y François Delattre, presidente del Consejo de Seguridad; los países garantes de los diálogos y la negociación, Cuba, en cabeza de su presidente Raúl Castro, y Noruega, con el canciller Borge Brende, además de los países acompañantes como Chile, en cabeza de su presidenta Michelle Bachelet, y Venezuela, con Nicolás Maduro. Otros mandatarios también asistieron a presenciar tan histórico hecho, Salvador Sánchez, de El Salvador, y Danilo Medina, de República Dominicana, entre otros.
Les confieso que yo esperaba algo nuevo y contundente que diera esperanza y fuera un aliciente, sí, esperaba que esos combatientes curtidos en la guerra dijeran que la paz no es solo rural y es también urbana y así ocurrió. Timoleón Jiménez se acordó de la compleja situación que viven la mayoría de las urbes en Colombia, en su discurso dijo: “Por otra parte, el protagonismo de las comunidades ha de representar también la oportunidad para comenzar a solucionar el grave conflicto que se vive en las ciudades. Desocupación, inseguridad, falta de servicios públicos, esclavitudes como el paga diario y la explotación sexual, microtráfico, crímenes y bandas asociadas a la mafia y el paramilitarismo, requieren atención inmediata. La paz rural debe significar una transformación participativa de las urbes”.
El comandante de las FARC estuvo a la altura del momento histórico que vivimos. Muchos no lo entendieron o no les importó —eso suele pasar con la conflictividad urbana, yo sí lo entendí—. A las FARC también les importa lo que pasa en las ciudades y estoy seguro de que harán su aporte para que la paz también las cobije.
Mientras eso pasaba, esperaba un pronto pronunciamiento del alcalde de Medellín Federico Gutiérrez al igual que del resto de los alcaldes del área metropolitana y, por supuesto, del gobernador de Antioquia. Qué frustración que nuestra institucionalidad local y departamental titubeara. ¿Por qué ocurrió eso? Creo, no, estoy seguro, que están mal asesorados y no entienden lo dinámico de la política que no es politiquería. ¿Quién con cinco dedos de frente no se pronuncia de manera contundente ante un pronunciamiento de estos? Pero pasó, espero se corrija.
Ante tan evidente papayazo de falta de visión política y de una estrategia definida por parte de los burgomaestres mencionados y a sabiendas de que la institucionalidad sabe que se está gestando una mesa de concertación de la Oficina del Valle de Aburrá auspiciada por las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) conocidos como los Urabeños y rebautizados como el Clan del Golfo, le propongo a las estructuras paramafiosas que den un paso adelante y acepten que las FARC pueden ser un factor importante y, por qué no, decisivo para que ellas transiten el camino del diálogo, la negociación y el sometimiento a la justicia con dignidad y sin impunidad.
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Apunte Urbano
Debo recordarle a la Oficina del Valle de Aburra, a sus auspiciadores, las AGC, y a las más de 500 bandas paramilitarizadas que hoy ejercen control militar, social y económico en una buena parte del territorio del Medellín metropolitano, que ya hay una decisión política de Estado de enfrentarlos con todos los medios que están a su alcance. Es hora de dar el paso, es hora de dialogar, negociar y someterse. Grave sería que perdieran este gran momento para hacerlo. La decisión es suya. No olviden que la paz la hacen los enemigos, las FARC hablan de reconciliación, yo también lo hago, ¿por qué no firmamos todos la paz urbana?
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