Washington, 3 de enero de 2022.- Cuando una turba de seguidores de Donald Trump irrumpió en el Capitolio de Estados Unidos, el legislador demócrata Rubén Gallego miró a su alrededor buscando un arma con la cual hacerles frente, pero lo único que encontró fue un bolígrafo.
Veterano de la guerra de Irak, Gallego sintió que estaba de nuevo en el campo de batalla y enseguida elaboró un plan: él y otros congresistas jóvenes usarían sus bolígrafos para apuñalar a los atacantes en la cara o el cuello, les arrebatarían las armas y así podrían defenderse.
«Decidí asumir la responsabilidad de subirme ahí y dar instrucciones para ayudar a organizar a la gente en vez de dejar que cundiera el pánico», recuerda Gallego, voz serena y mentón alto, en una entrevista con Efe.
Subido en una silla de la Cámara Baja y sin la chaqueta del traje, preparado para lo que pudiera pasar, Gallego explicó a los legisladores cómo sacar del envoltorio las máscaras de gas que se guardan habitualmente bajo sus asientos, cómo había que ponérselas y cómo regular la respiración una vez que la cabeza está dentro.
Su mayor preocupación era que alguno de los congresistas hiperventilara al ponerse la máscara de gas, se desmayara y entonces hubiera que cuidarlo, lo que significaría que dos personas estarían distraídas en caso de un ataque.
El aire, rememora Gallego, olía a gases lacrimógenos y se oía cómo la multitud golpeaba las puertas alrededor del hemiciclo.
Cuando la turba irrumpió en el Capitolio, la Policía evacuó de inmediato a los líderes de los dos partidos de la Cámara Baja y, de repente, no había nadie para dirigir a los legisladores.
LIDERAZGO FRENTE AL PÁNICO
Pensando como un militar, Gallego temía que sin un liderazgo visible el resto de gente que estaba en el hemiciclo respondiera de dos formas: paralizándose o entrando en pánico.
«Y eso no puede pasar cuando estás siendo atacado —afirma tajante—. Recuerdo cuando guiaba a hombres jóvenes a la guerra y les veía paralizarse o entrar en pánico. Y era importante entonces que los agarrara y les ayudara a concentrarse. Sentí esa misma obligación aquí y por eso le dije a la gente lo que tenía que hacer».
Estuvo en el cuerpo de Marines durante seis años y allí fue donde aprendió lo significa el liderazgo. Su compañía, llamada «Lima», fue la que más pérdidas sufrió durante la guerra de Irak con 48 fallecidos, entre ellos su mejor amigo.
Asumiendo ese papel de comandante, Gallego fue uno de los últimos en salir del hemiciclo.
«Comprobé sección por sección de la Cámara Baja para asegurarme de que todo el mundo se había ido porque no quería dejar a nadie atrás. Es una regla muy simple de liderazgo que te enseñan en el Cuerpo de Marines. Nunca dejas a nadie atrás. Nunca eres el primero en irte, casi siempre eres el último», expone.
Fuera del hemiciclo, Gallego buscó refugio en su oficina y acogió a varios periodistas que no habían podido encontrar dónde esconderse de los atacantes.
UNA OFICINA CONVERTIDA EN REFUGIO
«Les senté, les calmé y les expliqué lo que estaba pasando», narra Gallego, que recuerda que los periodistas eran muy jóvenes y estaban asustados. Una de ellas tenía bajo nivel de azúcar en la sangre, así que salió a escondidas de su oficina y fue a buscar una máquina expendedora para traerle algo de comida.
También salió en otro momento de su despacho para buscar a más periodistas que se habían quedado en los pasillos y, de regreso, estableció algunas reglas sobre quién podía entrar, así como una contraseña para evitar que se colaran intrusos.
Estuvieron durante unas cinco horas en la oficina y, en ese tiempo, Gallego estuvo comunicándose con el resto de legisladores para que ese mismo día el Congreso cumpliera con su misión de ratificar la victoria electoral de Joe Biden en las elecciones.
El Congreso se reunió de madrugada y corroboró el triunfo de Biden y la derrota de Trump, justo lo que querían impedir los asaltantes.
LA DESINFORMACIÓN
Gallego reconoce que el 6 de enero de 2021 le impactó y redefinió su labor como presidente del BOLD PAC, el brazo político del Caucus Hispano del Congreso, que ha concentrado sus esfuerzos en combatir la desinformación por ser uno de los elementos que alimentó el asalto al Capitolio y que afecta especialmente a la comunidad hispana.
Un año después, espera que Estados Unidos haya aprendido la lección y sepa defenderse la próxima vez.
«Si dicen que van a hacer algo, hay que creerles. Desde noviembre hasta enero, Trump estuvo claramente diciéndolo. No se puede simplemente asumir lo mejor, hay que planificar pensando en lo peor. Y esto es lo peor que hemos visto en bastante tiempo», reflexiona Gallego.
Cree que EE.UU. debe prepararse para el próximo ataque a la democracia, que será no a través de la fuerza de una multitud, sino con la astucia de abogados y políticos para manipular quién puede votar y cómo se cuentan las papeletas.
«La prioridad del Partido Demócrata debería ser proteger el derecho al voto, que nuestros votos sean contados de manera legítima. Esa va a ser la siguiente lucha», concluye.
Beatriz Pascual Macías
EFE