“Las FARC me brindaban mejor atención en salud”

FECHA:

Menor de edad de las FARC-EP con leishmaniasis.

La historia de una menor de edad que las FARC sacaron de sus filas en septiembre de 2016, como parte de los acuerdos con el Gobierno Santos. Ahora, con una atención en salud deficiente,  extraña los cuidados que le brindaba el grupo insurgente. ¿Cómo es posible que, en este caso, las FARC brinden mejor atención que el sistema de salud colombiano?

Róbinson Úsuga Henao

Si algo caracteriza a Yuli Saenz*, son sus ojos vivaces y sus cabellos negros y lisos, de esos que dejan escurrir las hebillas. Es alta, morena, y tiene un cuerpo macizo, muy acorde a sus 17 años de edad.

Es joven y un terrible problema de salud la aqueja por estos días. Un mal que no es posible identificar a simple vista: la leishmaniasis.

Es un bicho que se la está comiendo por dentro, y que contrajo con la picadura de un mosquito durante sus días en el monte, cuando combatía en el Frente 18 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, organización guerrillera de la que hacía parte desde los trece años.

Sí: Yuli era una menor de edad reclutada por la guerrilla.

¿Por qué dejó Yuli sus juegos infantiles para tomarse la vida tan en serio y hacer parte del conflicto armado colombiano? “Siempre quise hacerlo”, responde ella de manera enigmática.

Lo cierto es que en el 2012 abandonó el hogar en la que vivía con su madre, en el municipio de Ituango, tomó un arma, se internó en el monte y no regresó a la vida civil sino hasta el 10 de septiembre de 2016, como parte del acuerdo que las FARC establecieron con el Gobierno Nacional para la entrega de los menores de edad que tenían en sus filas.

Fueron cuatro largos años en que Yuli se comportó como una soldado más y de seguro hoy seguiría en pie de lucha, si el gobierno y las fuerzas insurgentes no hubiesen firmado el histórico acuerdo de paz el pasado jueves 24 de noviembre, en el Teatro Colón de Bogotá.

A su regreso a la vida civil, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, trasladó a Yuli, y a dos menores más, a las Aldeas Infantiles SOS del municipio de Rionegro, donde estuvo interna durante dos meses.

Las Aldeas Infantiles SOS hacen parte de un programa iniciado en el año 1997 para la atención de niños, niñas, adolescentes y jóvenes que estaban sufriendo la violencia generalizada en los municipios del Oriente Antioqueño.

Como explican en su sitio web, allí se proporciona “entornos familiares protectores para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que por alguna razón han perdido el cuidado de sus padres, tengan una nueva oportunidad de crecer en una familia llena de amor, respeto y seguridad donde puedan vivir y desarrollarse como individuos”.

“Allí estuve dos meses”, dice Yuli.

No regresó a Ituango, pues una funcionaria del Instituto de Bienestar Familiar le dijo que se quería seguir recibiendo ayudas como parte del proceso de retorno a la vida civil, debía permanecer en Medellín. Entonces se quedó en la casa de un tío que vivía en la Comuna Robledo, en el occidente de la ciudad. Pero, según dice, las ayudas han sido pocas.

La ciudad de Medellín.

En Medellín se siente algo extraña, como encerrada en una enorme jaula. Aunque le dicen que la ciudad es bonita y tiene muchos parques, la da temor salir a la calle por su condición de ex combatiente. Y bueno, a decir verdad, tampoco tiene dinero ni amigos. Cuenta con lo que su tío pueda ayudarle, poco, ya que él tiene sus propias obligaciones, con esposa e hijos.Yuli tampoco ha podido retomar la formación académica que se le quedó truncada por su participación en la guerra. Entonces, sin estudiar ni trabajar, y sin ganar dinero, a veces la vida se le torna algo aburrida.

“Uno, como mujer, tiene muchos gastos”, comenta ella.

Yuli tiene otros siete hermanos y su madre no puede enviarle dinero, por eso ella espera con ansia el dinero que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar le hace llegar. “Esta semana nos dijeron que ya nos habían llegado 208 mil”, dice.

El recurso dura poco y por eso Yuli vive en un estado similar al viejo coronel que espera una pensión que nunca llega en el libro El coronel no tiene quién le escriba.

Pero hay algo peor que la aburrición de no estar estudiando ni trabajando: la leishmaniasis.

Entonces en esos momentos extraña estar en la guerrilla. “Cuando estaba en el grupo, me dio leishmaniasis tres veces, y en las tres ocasiones me curaron con inyecciones de Glucantime. Me volvió a dar justo en los días que me vine para la ciudad, y desde entonces creo que no estoy recibiendo el tratamiento adecuado. Solo me mandaron una crema, Hidrocortizona, que lo único que hace es irritarme más”.

Al establecer contacto con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, fueron enfáticos en que no tenían autorización del gobierno nacional para pronunciarse sobre los menores de edad que fueron entregados por la guerrilla. También comunicaron que, una vez que los menores pasan por los “centros de acogida temporales” y regresan a la civilidad, son las demás instituciones del Estado las encargadas de atenderlos, como al resto de la sociedad.

Por el momento Yuli se pregunta: ¿Cuáles son las ayudas reales que se brinda a los menores desmovilizados y qué tipo de servicios en salud les brinda el Estado colombiano?  *Nombre cambiado por discreción.Temas relacionados 

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