Washington, 25 de febrero de 2022.- Tenía 19 años y aún buscaba su sitio en el mundo y en el arte cuando la melancolía, el dolor, la pobreza e incluso la muerte cambiaron el color de su paleta: Era Pablo Ruiz Picasso y comenzaba su Periodo Azul, una etapa clave en la carrera del genio que ahora desgrana una exposición en Washington.
La Colección Phillips, el museo de arte moderno más antiguo de Estados Unidos y una de las joyas de la oferta cultural de la capital del país, culmina con esta muestra las celebraciones de su centenario y lo hace junto a otro museo, la Galería de Arte de Ontario, en Toronto (Canadá).
En torno a tres piezas del artista -«La habitación azul», propiedad de la Phillips, y «La pobreza agazapada» y «La sopa», procedentes del museo canadiense- gira esta exposición con cerca de un centenar de piezas que enseña también cómo influyeron en Picasso artistas como Rodin, Toulouse-Lautrec o El Greco.
DIÁLOGOS E INFLUENCIAS
El expresivo autorretrato de un joven Picasso abre esta muestra que recorre solo cuatro años de la carrera del pintor, los que duró este periodo en el que el azul domina la creación artística y sirve, sobre todo, para expresar la tristeza.
Fue un triste acontecimiento, el suicidio de su amigo Carlos Casagemas, el que marcó el inicio de esta etapa. «El entierro de Casagemas», que evoca claramente una de las piezas funerarias más reconocida de la historia arte, «El entierro del Conde Orgaz» de El Greco, también puede verse en el recorrido.
Y es que en aquellos primeros años fueron muchas las influencias del artista.
«Era una esponja», dice la curadora Susan Behrends Frank mientras enseña a EFE detalles de las obras de Picasso que delatan muchas de sus influencias, y que dialogan con piezas de los artistas en los que se inspiró.
Cuenta por ejemplo cómo Picasso «abrazó» la obra de El Greco y quiso emularla a su manera, algo que, asegura, no le gustaba nada a su padre como pintor académico que era.
Las influencias aparecen también en muchos de los desnudos de Picasso, colocados junto a los de Degas o Toulouse, con obras como «Dos mujeres en un bar», dos figuras de espalda con la misma columna pronunciada del «Pensador» de Rodin, expuesto a su lado.
«La habitación azul», una de las obras más reconocibles del periodo, preside otra de las salas.
Fue la tercera obra de Picasso comprada en Estados Unidos y la adquirió en 1927 Duncan Phillips -el coleccionista que da nombre al museo- y fue él quien cambió el nombre de la obra, originalmente denominada «El baño», por este otro mucho más evocador.
Para Behrends, «La habitación azul» es todo un compendio del arte moderno y el mejor ejemplo de la primera etapa parisina de Picasso.
LAS MUJERES Y PICASSO
Sin embargo son otras las obras que mejor expresan la oscuridad de este periodo, como «La mujer muerta» que, según cuenta la curadora, Picasso pintó de memoria tras verla en una morgue, o «La pobreza agazapada», el segundo gran cuadro que sirve como eje de la muestra.
Son ejemplos de una serie de piezas en las que la protagonista es la mujer marcada por la pobreza y el desamparo y que pintó a su vuelta a Barcelona, cuando la parte antigua de la ciudad estaba plagada por la miseria y las protestas industriales.
Pero también la mujer aparece de algún modo homenajeada por Picasso por su condición de madre, de cuidadora. La escena de «La sopa» con una mujer inclinándose para darle el cuenco a una niña, es el mejor ejemplo.
Según Susan Behrends, esta es una exposición «histórica» por ser la primera de Picasso que organiza el museo pero también la primera en veinticinco años que vuelve a mostrar en Washington la obra temprana del artista.
Además pone en valor la otra cara de esta muestra, la que expone la investigación sobre el proceso de creación de Picasso.
Por eso las tres obras que sirven de hilo conductor han sido elegidas porque fueron objeto de numerosos estudios que demuestran que había otras obras debajo.
En el caso de «La habitación azul» fue el retrato de un hombre, bajo «La pobreza agazapada» hay un paisaje barcelonés que ni siquiera Picasso pintó y tras «La sopa» se adivina otra silueta humana y piezas que no aparecen en el cuadro final.
Ejemplos todos, según Behrends, de que Picasso fue un artista «ambicioso» y «complicado», que era también «muy crítico consigo mismo» que y no dejaba de experimentar, cambiar, volver a pintar.
DEL AZUL AL ROSA
La exposición, que podrá verse desde este sábado 26 de febrero hasta el 12 de junio, concluye con una habitación que ya es rosa, como lo fue el periodo posterior al azul, con algunos primeros ejemplos de aquella etapa que fue incluso más corta.
«Queríamos unir el pasado con el futuro», dijo la curadora para recordar que poco faltaba entonces para que Picasso pintase una de sus obras más emblemáticas, «Las señoritas de Avignon», referencia del cubismo.
Y aunque fue solo tres años después, ya ocurrió durante la tercera etapa artística del pintor. Muy lejos de la paleta de azules de esta exposición.
Patricia de Arce
EFE