Puerto Asís (Colombia), 6 marzo de 2022.- Cambiar la coca por el cacao, denunciar la violencia de género o relatar los abusos que sufrieron durante el conflicto son algunas de las acciones con las que las mujeres del Putumayo protagonizan el proceso de paz y reconciliación en este departamento colombiano.
El empoderamiento social, económico y político de las mujeres rurales es hoy una realidad en regiones de este alejado departamento del sur del país sometido durante décadas al conflicto que las relegó a un segundo lugar, pero con la llegada de la paz dejaron el papel secundario para convertirse en protagonistas.
Tejedoras de Vida es una de las asociaciones impulsoras de este liderazgo femenino donde, unidas bajo la batuta de Fátima Muriel, hacen frente a «toda la guerra, dolor y tristeza» a la que se vieron sometidas para transformar eso en una herramienta para la paz a pesar de que siguen conviviendo con la violencia.
«Cuando las mujeres se convierten en sujetos políticos empiezan a reclamar sus derechos políticos y vienen a buscar ayuda en la asociación para huir de la violencia cotidiana» que muchas de ellas sufren en sus propias casas y en el sistema institucional, cuenta a Efe Muriel.
Ese empoderamiento les ha permitido hablar de todas las atrocidades a las que se vieron sometidas. Una de estas víctimas, por ejemplo, cuenta como un paramilitar la violó delante de su marido.
La violencia no acabó ahí porque después tuvo que soportar las vejaciones de su marido por este mismo sometimiento, que la incomodaba preguntándole si sentía lo mismo que durante la violación o le reprochaba que «gimió» durante la misma.
Las mujeres que vienen «huyendo de la violencia, desplazadas y violadas, llegan y se encuentran con más brechas de desigualdad», lamenta la líder de Tejedoras de Vida, una historia compartida por muchas que siguen atrapadas en el círculo de la violencia tanto por la presencia de grupos armados en la zona como por sus experiencias personales.
Con estos testimonios y experiencias de dolor y sufrimiento ellas están liderando el proceso de reconciliación en el Putumayo.
LA COCA SE CONVIRTIÓ EN CACAO
Cambiar la coca, una de las principales fuentes de ingresos en el departamento, por el cacao es el proyecto que un grupo de mujeres junto a sus familias decidió emprender como aporte a la reconciliación y para huir de la violencia.
En 2013, después de una «fuerte fumigación» de cultivos de coca que acabó con el sustento de muchas familias en la región, «dejamos lo ilícito para enfocarnos de lleno al cultivo de cacao porque vimos que era una alternativa de sostenimiento en las familias», relata a Efe Nancy Portilla, miembro de la Asociación de productores de cacao de La Florida (Asoprocaf).
Un total de 60 familias de La Florida, lideradas por mujeres viven gracias al cacao, aunque reconocen que era «muy difícil dejar la cultura de lo ilícito» que traían «desde la niñez, que venía desde nuestros abuelos».
Estas mujeres se convirtieron además en ejemplo para que otros campesinos «cambien los cultivos ilícitos».
También impulsan otros proyectos de «transformación», en palabras de Nancy, formándose en la producción de chocolatinas o galletería, por ejemplo, para seguir trabajando en el empoderamiento económico que les permita florecer lejos de la coca.
ESCAPANDO DE LA VIOLENCIA
Las mujeres del Putumayo también tienen que enfrentar a diario la violencia de género a la que apunta un proyecto de duplas que viajan por la zona para atender a las víctimas y combatir la impunidad.
Cada dupla está formada por una abogada y por una psicóloga que las ayuda a abordar la situación desde el frente emocional y el legal para ayudarlas a salir del círculo de violencia.
La dupla brinda una atención integral a las víctimas para «dar respuestas a sus necesidades, vinculando a las mujeres para que digan qué es lo que buscan y necesitan, así como para ayudar a fortalecer sus capacidades y superar esas experiencias para que no queden entrampadas», relata la abogada Anabella Mutis.
También trabajan desde lo colectivo en los llamados «Círculos de Poder», centrados en la resiliencia, el autocuidado y el empoderamiento para salir del círculo de la violencia, añade la psicóloga Evelyn Guerrero.
Esta «violencia deja marcas, y no verlas deja feminicidios» -en lo que va de año ya se han registrado tres-, así como otras violaciones de los derechos humanos, como la explotación sexual.
«Por todas las (indígenas) nasas luchando en el Cauca, por todas las mujeres reincorporadas, las niñas embera que han sido violadas, por las campesinas colombianas todas», como dice la canción que cantan las nuevas generaciones en el Putumayo, las mujeres siguen luchando día a día por una paz verdadera y duradera.
Laia Mataix Gómez
EFE