La vida subterránea en el metro de Kiev continúa pese a la retirada rusa

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Kiev, 4 de abril de 2022.- En lo peor de la guerra en la capital ucraniana, unas 15.000 personas se refugiaron de las bombas en el metro de Kiev, ciudad que ahora respira con la retirada de las tropas rusas, aunque todavía unos 4.000 kievitas siguen viviendo en el subterráneo porque no se fían de las intenciones rusas.

«Nos quedamos aquí, preferimos estar en el metro hasta que las cosas se aclaren porque no sabemos qué puede pasar. Mira todo lo sucedido, no podemos confiar en Rusia», afirma Svitlana, de 62 años, sentada en la colchoneta que se ha convertido en su espacio vital, junto a su hija Anna, embarazada de 7 meses.

Una mujer permanece en el interior de la estación de metro ‘Héroes de Dnipra’, este lunes en Kiev (Ucrania). EFE/ Sara Gómez Armas

Las dos, junto con el esposo de Anna, se cobijaron desde el segundo día de la guerra en la estación «Héroes de Dnipra», en el distrito de Obolon, al norte de Kiev, desde donde el Ejército ruso primero acechó la capital, cuyos habitantes no creen que la ofensiva haya terminado.

EXPLOSIONES POR SEGUNDO

«Oíamos las explosiones casi cada segundo. Se veían los tanques acercándose y misiles cayendo casi cada segundo. Estaban a solo tres kilómetros de casa», explica Svitlana sobre por qué decidieron trasladarse al subterráneo.

«Al principio esto estaba tan abarrotado que no teníamos ni espacio para dormir. Ahora hay mucha menos gente, muchos han vuelto a casa y otros vienen solo a dormir por las noches», indicó Svitlana sobre la convivencia en esa boca de metro, en la que permanecen hoy unas 200 personas de las 2.200 que llegó a albergar.

KIEV (UCRANIA), 04/04/2022.- Dos mujeres sonríen a la cámara en el interior de la estación de metro ‘Héroes de Dnipra’, este lunes en Kiev (Ucrania). EFE/ Sara Gómez Armas

Su hija Anna, de 27 años, hace esfuerzos para normalizar la vida en el metro y que la ansiedad de la guerra no le afecte a su bebé, un niño que se llamará Danilo o Mark, que espera que nazca en un hospital público cercano, pero no sabe si para entonces vivirán en su casa o en el metro.

«No podemos hacer planes concretos, decidimos día a día según cómo evolucionen las cosas», indica Anna con el mismo escepticismo que su madre y muchos kievitas sobre las verdaderas intenciones rusas al salir de Kiev.

Al inicio de la guerra, fue el propio alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, quien animó a todos los ciudadanos a refugiarse en la amplia red de metro, uno de los lugares más seguros de la capital que fue diseñado en 1960 para hacer frente a situaciones como ésta, en plena Guerra Fría y con el trauma de los bombardeos de la II Guerra Mundial aún vívido en la memoria colectiva.

RED PREPARADA PARA LA DEFENSA CIVIL

La red de 67 kilómetros cuenta con tres líneas y 52 estaciones, todas ellas preparadas para la defensa civil y con infraestructura esencial, con amplios baños públicos y fuentes de agua potable en los vestíbulos. La donaciones de comida, ropa y mantas han ayudado a hacer del metro un lugar habitable y seguro en estos tiempos de guerra.

«Ahora estamos tratando de combinar la labor como refugio de las estaciones de metro con la regularización de su funcionamiento como transporte. Ya hemos restaurando la línea 3 y la línea 1 que pasa por aquí funciona parcialmente, con un tren cada hora», explicó a Efe el director del metro de Kiev, Viktor Brahinsky.

Mientras la ciudad recupera poco a poco la normalidad, «el metro retomará su actividad a medida que lo demande la ciudadanía, pero también seguirá funcionando como refugio porque mucha gente aún no se siente segura fuera», matizó.

Es el caso de Vera, de 78 años, que ayer quiso regresar a su casa, incluso fue a darse una ducha y coger ropa limpia, pero una vecina le dijo que los rusos planeaban «algo gordo» en Kiev para hoy mismo, y retornó al metro.

«Ya estoy un poco cansada de vivir así», cuenta rodeada de mantas, colchonetas y bolsas, «pero me alegro mucho de haber venido aquí desde el principio, gracias a eso estamos vivos».

Vera, junto con su hija, nieto y bisnieto, pensaron en un primer momento mudarse a las afueras de Kiev, hacia el oeste aparentemente más seguro, a Irpin o Bucha, las últimas ciudades liberadas de los rusos, que a su salida han dejado un reguero de muertes de civiles, con ejecuciones sumarias que constituyen crimen de guerra.

«Me alegro de no haber ido, mira todo lo que ha ocurrido allá. Es un horror», lamenta esta mujer que teme que los rusos vuelvan pronto a la capital.

Sara Gómez Armas

EFE

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