Nueva York, 19 de agosto de 2022.- El mundo literario homenajeó este viernes al escritor Salman Rushdie, gravemente herido hace exactamente una semana, en pleno corazón de Nueva York, convocados por PEN América, el más prestigioso club de escritores, y la Biblioteca Pública de la Gran Manzana.
El evento, que según los organizadores fue seguido en directo por el propio Rushdie desde el hospital donde se recupera, se celebró en las escalinatas de la famosa sede central de la biblioteca, edificio histórico situado a apenas unos centenares de metros de Times Square.
Paul Auster, Gay Talese, Jeff Eugenides y una decena más de autores menos conocidos tomaron la palabra y se saltaron en muchos casos el guion: si bien habían sido convocados para leer extractos de la obra de Rushdie, varios prefirieron contar las vivencias y los recuerdos que los unen al autor de «Los versos satánicos», la obra que le valió una fetua y condena a muerte en 1989 por parte del régimen iraní
Los valores que fundamentan la prolífica obra de Rushdie fueron evocados por los escritores como faros que iluminan un mundo en conflicto: la diversidad de ideas, el mestizaje, el derecho al libre discurso, la libertad de prensa, el amor por los libros y, en definitiva, «la celebración de la vida», tal vez la expresión más escuchada durante la hora en que duró este homenaje.
Una decena de activistas del PEN se equiparon con carteles con frases emblemáticas escritas por Rushdie, como la que proclamaba que «El Arte no es entretenimiento; en el mejor de los casos, es revolución», o «Si no estamos seguros de nuestra libertad, no somos libres».
«NO PEDISTE SER UN HÉROE»
«Tú no pediste el papel de héroe: solo querías que te dejaran escribir tranquilo, pero terminaste convertido en nuestro héroe», dijo la británica Tina Brown dirigiéndose a Rushdie, para leer a continuación párrafos en los que el escritor reivindica la importancia de la prensa, el «necesario escepticismo de los periodistas y su constante cuestionamiento al Poder».
El más esperado en el acto era Paul Auster, quien vestido de negro y con semblante grave -acaba de perder una nieta y a su hijo por sobredosis- recordó que la obra de Rushdie es como la mejor literatura, que «abre el Universo, empuja las fronteras de las lenguas, hacen el mundo más amplio y nos ayudan a identificarnos con quienes no son como Nosotros».
La escritora Siri Husvedt -estadounidense de padres noruegos- hizo un canto a la diversidad en la que Rushdie creció: nacido en India, educado en Inglaterra y residente en Estados Unidos, y dijo que su valor consiste «en no sufrir por la falta de raíces, sino al contrario, disfrutar de sus muchas raíces».
El irlandés Colum McCaan, otro inmigrante más en Nueva York, dijo que el mundo debe alzarse en solidaridad con Rushdie como lo hizo cuando el atentado contra la revista Charlie Hebdo en París, y como entonces el mundo decía «Je suis Charlie», ahora toca ahora decir «Nous sommes Salman» (Somos Salman).
La valentía de Rushdie al no haber sucumbido a la autocensura ni al silencio tras su condena a muerte en 1989 también fue resaltada por muchos de sus colegas, como la estadounidense Amy Homes, quien recordó que a los artistas les gusta hablar de su obra y no de la censura, pero alguien tiene que hacerlo, como el mismo Rushdie, porque la libertad de escribir «es como el aire: solo cuando te falta sientes su necesidad».
Pero no todo estuvo dominado por la gravedad ni la solemnidad: tal vez para emular el carácter jovial de Rushdie, la poeta iraní Roya Hakakian (otra «exiliada» en Nueva York) leyó extractos de un libro infantil de Rushdie, «Harún y el mar de historias».
En un mundo dominado por unas «fábricas de tristeza», un cuentacuentos llamado Rashid mantiene todavía viva la llama de la imaginación, pero un día se le agotan las historias y será su hijo Harún, a través de mil peripecias, quien le ayude a recuperar su don viajando al Mar de las Historias.
Harún, como el mismo Salman.
Javier Otazu
EFE