Drama de los mineros en el campus de la U. de Antioquia
PROTESTA Allí viven hace seis meses 400 mineros desplazados del lugar donde se construye la represa Hidroituango, sin solución a la vista.
El cuerpo de Nelson Giraldo apareció con dos tiros en el corazón y casi degollado al anochecer del pasado martes, a la orilla del río Cauca, en Ituango. Tenía 31 años y hacía parte de un grupo de 400 mineros artesanales que se declaran afectados por la construcción de Hidroituango, la generadora de energía más grande que tendrá el país.
Las obras de este ambicioso proyecto de EPM se iniciaron el año pasado y los mineros que ‘barequeaban’ oro en la orilla del río tuvieron que salir. De nada les ha servido explicar que el río es la única vida que conocen, que no saben hacer cosa diferente a extraer oro y que nada les va a garantizar los ingresos de la minería.
Sin tener mayores posibilidades de ganar, se resistieron al proyecto. En agosto del año pasado hicieron una manifestación que terminó cuando se encerraron en una iglesia, huyendo de la fuerza pública. Intentaron repetir las protestas el pasado 10 de marzo, y 12 líderes fueron detenidos. Entonces, se fueron para Medellín y se refugiaron en el coliseo de la Universidad de Antioquia.
Nelson estaba entre ese grupo y junto a él iban su esposa y sus dos hijos, igual que muchos otros que se desplazaron con sus familias completas. Llevan seis meses en el coliseo y todavía no hay solución. El gobernador Sergio Fajardo ha tomado distancia. “Ellos vienen de una región que tiene 12 alcaldes y con cada uno tenemos unas mesas para negociar. Como institucionalidad, estamos trabajando con esos alcaldes”, dijo.
Pero Isabel Zuleta, del movimiento Ríos Vivos, que acompaña a los mineros, cuenta que no han podido retornar porque los alcaldes les han dicho que no hay albergues para recibirlos. En EPM han visto con temor que entre quienes dicen ser mineros haya personas que quieran sacar provecho.
En fin, todos tienen sus razones. Mientras tanto, la Universidad de Antioquia lleva la carga. A veces, por falta de dinero, a los mineros les toca ‘salonear’. Es decir, pasar de salón en salón, interrumpiendo las clases, contando su drama para que los estudiantes les ayuden con dinero para comprar comida. Quienes practican deportes también se han visto afectados porque el coliseo está ocupado por los mineros, que se han disculpado con los estudiantes.
La Universidad ha sido hospitalaria: por ejemplo, entrar o salir de la universidad para quien no trabaja o estudia en ella es todo un problema, pero los mineros hicieron unos carnés improvisados para ese fin.
Ellos cuentan que están incómodos y lo único que quieren es volver a donde vivían. Por eso Nelson Giraldo salió de la universidad y se atrevió a regresar, por su cuenta y riesgo, a la orilla del río. Encontró la muerte, paradójicamente, en el lugar donde quería vivir, mientras su esposa y sus pequeños hijos esperaban alguna buena noticia desde su refugio en el claustro.
Hasta ahora se espera que la investigación judicial diga qué pasó. Pero su muerte ha disparado el miedo entre los mineros. Y ha hecho todavía más difícil de resolver el lío de la Universidad de Antioquia y sus inesperados huéspedes.
Como dice el rector de la universidad, Alberto Uribe: “Sabemos que desde la Gobernación han logrado acuerdos con los mineros y que hay avances. Reconocemos las buenas intenciones, pero es innegable que todavía no se resuelve el problema”.