Bogotá, 3 de agosto de 2023.
Un saludo a todas las organizaciones populares, rurales, urbanas, que se hacen presentes en esta instalación del Consejo Nacional de la Participación, surgido de los acuerdos parciales que las mesas de diálogos por la paz han adelantado entre el Gobierno, la sociedad y el Ejército de Liberación Nacional ELN.
Saludo a la delegación del Gobierno de Colombia en esa mesa, a la delegación del Ejército de Liberación Nacional ELN
Saludo a la delegación del Gobierno en esta mesa y al Consejo Nacional de Participación.
El saludo también al expresidente de la República, Ernesto Samper Pizano, a las embajadoras y embajadores jefes de misiones diplomáticas acreditadas en Colombia
Al Presidente del Congreso de la República, Iván Name
A las ministras, ministros y funcionarios del Gobierno Nacional presentes
Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas y Jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, Carlos Ruiz Massieu
A monseñor Omar Alberto Sánchez, Arzobispo de Popayán y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, paisano mío también, con historia común
Gobernadores, alcaldesas y alcaldes
Congresistas de la República
Oficiales, suboficiales, soldados y personal civil de las Fuerzas Militares de Colombia y de la Policía Nacional
Presidentes de las entidades gremiales nacionales
Comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas. Comunidades LGBTI.
Un saludo al Director –compañero mío– David García, y a la Banda Juvenil de Vientos de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y al dueto Edson Velandia y Adriana Liscán
Medios de comunicación nacionales e internacionales
Y toda la ciudadanía que nos aquí acompaña. Aquí en el lugar y a través de nuestra señal de la televisión pública.
Primero hay que dar una felicitación. Nunca jamás en la historia contemporánea el ELN había llegado a esta posición a hablar de frente en el corazón de Colombia, sin dejar de ser el ELN, sin armas, ante la diversidad de Colombia, ancha y profunda; ante el Estado de Colombia, con el cual ha librado una guerra que se remonta desde el año 1964.
Guerra que, simplemente por su antigüedad, en esto que yo llamo la guerra perpetua, pues ya lleva generaciones en ella.
Yo tenía cuatro años cuando el ELN comenzó su conflicto. Y todos los aquí presentes, incluso algunos y algunas, no habían nacido.
Quienes iniciaron ese conflicto en aquella época hoy no están, la mayoría –creo– han muerto de una u otra manera, tanto del campo del Estado como del campo del ELN.
Tenemos una guerra heredada. Esta generación y la juventud generacional de esta época está viviendo guerras de los abuelos y de los bisabuelos, y aún nosotros no somos capaces de solucionarlas.
Guerras y violencias heredadas, una historia que tiene que resolverse.
De una fase a otra tenemos que pasar, hay que de alguna manera cerrar una puerta sin olvido y abrir ventanas y puertas hacia el futuro, hacia la libertad, hacia lo que no conocemos, hacia el viento, hacia adelante.
Un futuro que tiene que ser pacífico, no otra violencia más.
Colombia ha pasado de violencia en violencia. Pareciera que nos acompaña como parte de nuestra historia, pareciera que fuese sinónimo la palabra violencia y muerte y la palabra Colombia.
Y resulta que Colombia es, como lo dije en mi discurso de Naciones Unidas ya hace casi un año, el país de la belleza. Pero lamentablemente, también, el país de la sangre derramada.
¿Cómo pasar a otra fase de manera definitiva? ¿Cómo de una guerra no pasamos a otra, y de una violencia a otra, sino cómo nos metemos, nos articulamos, caminamos por un sendero que definitivamente pase hacia lo que llamábamos en campaña una era de paz. Un largo periodo donde la sociedad colombiana no sepa de matarse entre sí, sino de construir comúnmente, comúnmente, de construir juntos.
Aquí este acto, indudablemente, en medio de muchas desconfianzas, en medio de mucha destrucción, de un momento que quisimos que alcanzábamos la paz, allá en el gobierno de (Juan Manuel) Santos, al final, y que de pronto se deshizo por decisiones políticas dentro del Estado, que quisieron hacer retroceder, en mi opinión muy equivocadamente, unos y otros, para introducirnos de nuevo en otra fase de la violencia que ya muy poco tiene de la anterior que hemos vivido.
Este acto, mirado por miles de colombianos y colombianas –ojalá fuese por millones–, empieza a generar esperanza. La esperanza.
La esperanza no es sólo una categoría estética, sentimental, emotiva, psicológica. La esperanza es también una categoría política.
Cuando una sociedad tiene esperanza, cambia. La esperanza es lo contrario del miedo, en realidad.
Hemos tenido una sociedad y aún la tenemos, una sociedad del miedo. Construyen miedo entre la sociedad. Por eso matan, por eso hacen masacres. No es la masacre por la masacre, es la masacre para que quienes sobreviven en un territorio, en un municipio o en el país, tengan miedo.
El antídoto contra el miedo es la esperanza.
Ahí hay una división política, podríamos decir. Quienes quieren producir miedo, quienes quieren producir esperanza.
La esperanza puede ser una nueva categoría política.
Cuando yo nací, en 1960, en América Latina, en Colombia, empezaban a circular una serie de consignas que se veían heroicas, de hecho, se habían vuelto realidad y plasmado apenas unos meses antes en una isla en las Antillas, Cuba.
Empezaron a aparecer como parte de una especie de épica que intentaba transformar el mundo en seres vivos, en realidades históricas concretas: El Che, los niños que le ganaron a los norteamericanos en Vietnam, Ho Chi Minh, la poesía, el boom latinoamericano, la vanguardia estética y política de la juventud latinoamericana de ese entonces, que pensaba con mucha propiedad y con mucha esperanza en cambiar el mundo.
Esas consignas están por allí, aún hay gente que guarda los panfletos.
Alguno se inventó hacer un museo. Visité el museo en Portugal, en Lisboa, de la Resistencia, se llama, mirando fotos que nunca había visto y las famosas que siempre vi de los claveles rojos en los fusiles de los soldados que salían a las calles a acabar con una dictadura de décadas, jovencitos ellos, rodeados de jovencitos civiles en una de las epopeyas de la historia humana contemporánea.
Aquí también las hay.
Esas consignas decían siempre más o menos: vencer o morir; patria, vencer o morir. Patria libre o muerte; Libertad o muerte, entre varios.
Siempre repitiendo la palabra muerte, siempre repitiendo o expresando una sensibilidad de los tiempos, de aquellos tiempos, la revolución o la muerte. La revolución o la muerte. Dispuestos a morir. Dispuestos a sacrificarnos. Jóvenes dispuestos a morir. Era la sensibilidad.
Y no era simplemente una consigna; era una decisión que tomamos. Voluntariamente, nadie nos obligó. Era la sensibilidad de la época.
¿Por qué repetir una y otra vez la palabra muerte?
Porque se pensaba que una revolución era la toma del Estado y que, para tomarse el Estado, que era como el asalto a los cielos, monseñor, no se podía hacer más sino con las armas. Como asaltar el castillo, la fortaleza, en las épocas feudales, porque se creía que el poder estaba ahí en esos palacios que se tomaban. Y esa era esa época.
Y en ese asalto a la fortaleza había dos posibilidades: o vencer o morir.
Y las frases, las consignas en el tiempo se fueron haciendo rituales, se fueron volviendo muros, se fueron volviendo cárceles, fueron matando la libertad. Libertad o muerte iba volviéndose cada vez más la muerte.
Los rituales fueron reemplazando la revolución. Las revoluciones entraron en cuestión a finales del siglo XX. Y entonces la humanidad empezó a derivar algo perdida, hay que confesarlo, ¿hacia dónde? ¿cómo? ¿y ahora qué?
Ciertas ideas se destruyeron en el mundo definitivamente. El socialismo no es la propiedad estatal de los medios de producción.
Ese fue un invento –y no fue de Marx, entre otras cosas–, destruido como una posibilidad, la humanidad fue viendo cómo se llegaban los pensamientos dominantes a unas nuevas realidades. El movimiento obrero retrocedió, La palabra socialismo se volvió pecado en muchos lugares del mundo y lo que avanzaron fueron los fascismos, las banderas negras, hoy dominantes en una parte de la humanidad.
La palabra democracia se deterioró.
¿Cómo explicar que esas embarcaciones llenas de inmigrantes afros de la África, árabes, del Sahara, sean usadas para que no entren allí a una ciudad entre varias, que se llama Atenas, en donde por primera vez la humanidad pronunció la palabra democracia?
La fosa común más grande de la humanidad allí en cadáveres por centenares y por miles, no enterrados, sino depositados en los fondos del mar Mediterráneo, cerca de donde por primera vez. pronunciamos la palabra república, democracia, poder del pueblo.
El pueblo anda ahogado; no anda, está sumergido en las nuevas fosas comunes de la xenofobia mundial.
El mundo cambió, la palabra esperanza se fue esfumando, así como en el libro de André Malraux, en su propia existencia.
¿Qué es hacer una revolución hoy, entonces?
Decía Vera Grabe alguna vez que le escuché ¿y qué es una revolución hoy?
No voy a tener la soberbia de decir lo que no sé. No tengo ni idea qué podría ser una revolución hoy. No es lo mismo que en los años 60, que en los años 70.
La historia cambió y lo sabíamos porque todo fluye, todo cambia, todo es como los ríos. Nada se conserva, nada es constante. Es la dialéctica de la naturaleza.
Si todo cambia, las realidades de la política también cambian; las luchas sociales cambian, se transforman; unas ideas de antaño se transforman hacia el futuro.
Y el político, que es un ser sentimental –y hablo de la política con P mayúscula–, sensible como el artista, tiene que captar los cambios del mundo para poder provocar las transformaciones, las nuevas evoluciones de la humanidad.
Yo creo que estamos más o menos en este devenir de la historia.
Yo, como he sido libertario, me gusta empezar por el mundo, pero el mundo necesita cambiar hoy.
Hoy la esperanza es sinónimo de cambio. Si seguimos como estamos, no queda ser vivo en el planeta. Y no es San Juan en el Apocalipsis; son miles de científicos que hablan en el panel de expertos de Naciones Unidas. La ciencia, diciéndonos que está comenzando la época de la extinción por culpa de un sistema económico y de poder.
No es por culpa del sol, no es por culpa de Marte, no es por culpa de las ballenas, no es por culpa de los campesinos boyacenses ni de los indígenas de la Sierra Nevada, no es por culpa del obrero del barrio Bosa de Bogotá; es por culpa del poder mundial, de la codicia concentrada en el 1% de la humanidad.
Ya no es una crítica por qué tienen resentidos y por qué critican a los que más tienen, decían. No. Es que ese proceso está llevando a la extinción del 99% restante y del 1% que está concentrando a partir de la codicia el tener, basado ese tener en un consumo intensivo de combustibles fósiles que acabó y acaba con la vida.
El mundo va para el cambio. La humanidad no se dejará extinguir. Nuestro propio instinto de conservación, muy conservador en nosotros, pidiendo conservar la vida, nos llevará a las grandes transformaciones mundiales.
Ya están ocurriendo. Ya África no es como antaño, África hoy es rebelde. Y América Latina no es como antaño, América Latina es rebelde y ya hay grandes transformaciones económicas. Los poderes de hace 40 años no son los poderes de hoy.
Vamos hacia grandes transformaciones. (Karl) Polanyi hablaba de la gran transformación ahora, porque es la gran transformación de la vida, ¡de la vida! Lo contrario de la muerte. Es decir que hoy hay una sensibilidad diferente.
Sin meterme en asuntos internos de otro país, alguna oposición transformó la consigna Patria libre o morir, por Patria y vida.
Con todo el respeto, y sin pensar exactamente igual, creo que tienen razón.
Creo que las nuevas sensibilidades del mundo son diferentes a como nosotros nacimos. Que no es libertad o muerte, es libertad y vida. Y que eso es lo que congrega a la humanidad en una nueva lucha global, en una nueva transformación.
Es la vida el concepto central revolucionario. Y hay que cambiar, como los ríos que fluimos, todos, no es un cambio hacia la cooptación, hacia arrodillarse, hacia ‘entonces no se pudo hacer’. No. Es un cambio hacia cómo transformar el mundo de nuevo.
O transformamos el mundo o dejamos de existir. La consigna central es la vida y el cambio.
Y eso yo creo que está en la base del triunfo de un proyecto político aquí en Colombia.
Creo que ese cambio de sensibilidad –los gringos le llaman feeling–, de estética, aunque las modas reflejan también esas sensibilidades, no es pasajero; es un cambio de paradigma de la humanidad. Se está sintiendo.
Por eso pudimos ganar en las elecciones y a partir de un millón de jóvenes de 18 o 22 años, muchachos y muchachas que decidieron ir a las urnas, a que la palabra vida, después de tanta muerte vivida unos meses antes, pudiera volverse poder y realidad.
Esas sensibilidades transformadoras están aquí en esta reunión. Nos encuentran.
Y, por tanto, aquí tenemos que tomar decisiones; no en esta reunión obviamente, sino en este proceso.
Acuerdo o guerra. Más o menos la historia de Colombia se ha movido en esta dinámica durante dos siglos, quizás más.
El mismo Bolívar en la guerra revolucionaria de Independencia lo aplicó, ambas, casi con una distancia de meses. Guerra a muerte, dijo, contra los españoles y después hizo un acuerdo con (Pablo) Morillo para humanizar la guerra.
Esa dinámica se ha mantenido en la historia republicana de Colombia. Guerra o acuerdo.
Hemos visto, leído y estudiado decenas de guerras en la historia de estos dos siglos e igualito una serie de libros están escritos de acuerdos.
Y cada acuerdo sigue a otra guerra.
El Frente Nacional fue un acuerdo de liberales y conservadores, de su guerra de liberales contra conservadores, y siguió otra guerra.
Y hoy podemos ver las guerras de la insurgencia contra el Estado –yo participé en una– y se ha llegado a acuerdos. Acuerdos entre el Estado y la insurgencia y aquí estamos en uno.
Pero siguen otras guerras.
¿Y entonces cuándo van a tener final las guerras en Colombia? ¿Cuándo habrá un acuerdo definitivo? ¿En qué consiste eso que es un acuerdo?
¿Es el pacto entre armados como lo hemos hecho hasta ahora, las treguas, los ceses al fuego, los acuerdos de paz que muchas veces también en la historia de Colombia se incumplen?
Solo hay que recordar la vida de Rafael Uribe Uribe. ¿Y acaso no era el guerrero que Gabriel García Márquez volvió Aureliano cabalgando por mil batallas siempre derrotado?
¿Y no fue el único senador entonces que se paró en un congreso, de pronto después de que firmó la paz a hablar de socialismo, a hablar de reforma agraria, a hablar de la clase obrera incluso, a hablar de la educación pública, que quería fortalecer y después muerto a hachazos en las gradas del Capitolio?
Esa historia la hemos visto una y otra vez, una y otra vez en nuestra historia: el que hace la paz muere.
Rafael Uribe se reproduce en Carlos Pizarra y en tantos otros. En Guadalupe Salcedo, que dicen que lo mató un policía borracho. Pero se reproduce ahora en centenares de combatientes de las Farc que decidieron dejar las armas y van asesinando uno tras otro como asesinaban a los aurelianos.
Pareciera que hacer la paz es tener una marca en la frente. Pareciera que la violencia no quisiera dejarnos, que con ese manto nos abrazara sin dejarnos escapar.
Es revolucionario el que se escapa del manto de la muerte. Y más revolucionario es el que lleva a toda la sociedad a escaparse de ese manto autoritario y omnímodo de la muerte. Porque es la vida la nueva sensibilidad.
Y entonces, en esta historia de acuerdos y guerras de Colombia, días y noches de acuerdos y de guerras, no de amor y de guerras como decía Galeano, Aunque de amores sí hemos vivido todos y todas. Porque el amor hace parte del campo de la vida, no del campo de la muerte. Es más, el sentimiento del amor es precisamente para crear la vida, no la muerte.
Y, por tanto, esto que hemos diseñado como una política del amor tiene que ver con una nueva sensibilidad de la política.
El amor en términos de los griegos y los romanos clásicos es el encuentro de la gente. Es la unidad de lo común, no es solo el erotismo. Y ese encuentro, llamémoslo erótico, de la comunidad. Comunidad, Común y unidad, me decía ayer un periodista, junta las dos palabras, común y unidad, no es volver homogénea la sociedad, no es que todas tengan un uniforme.
Al contrario, es encontrar lo común entre nosotros y ahí unirnos.
Claro que somos diversos, claro que somos diferentes. Es más, el día en que un ser humano sea igual a otro, como un clon, se acabó la humanidad.
La igualdad no es la igualdad del ser humano fisiológico; es la igualdad ante la sociedad, es la igualdad social lo que se busca en medio de la inmensa diversidad humana.
No hay que confundirlo. Allí en medio de esa diversidad hay que encontrar lo común. Ese es el Acuerdo Nacional.
Cuando nos estamos planteando este tema, que es central en esta negociación, no estamos inventándonos una palabra nueva.
Desde el 82, hace 40 años, más o menos, nosotros, Otty (Patiño) y otros, y otras, estamos ligados a esa palabra. Le llamábamos el diálogo nacional.
40 años. Para no hablar para atrás.
¿Qué ha pasado con eso?
Se planteó, se discutió, se trató de volver realidad allá en el 84.
Inmaduros todos, inmadura la sociedad, inmadura el Estado, inmadura la política, inmaduros nosotros mismos. No supimos qué era construir la paz en esa época y nos fuimos a la guerra.
Y finalmente tuvo otro momento estelar, ese concepto, esa idea de un acuerdo nacional: la Constituyente, la Constitución actual.
Dentro del marco de la Constitución actual podemos desarrollar entonces un nuevo Acuerdo Nacional.
Yo les propongo que lo hagamos.
Decir que se desarrolla dentro de la constitución nacional un nuevo Acuerdo Nacional, indudablemente refiere al Congreso de la República. Porque si no es una constituyente el que va a volver vinculante el acuerdo es un Congreso.
Pregunta el Congreso de la República de hoy: ¿Está dispuesto a asumir la responsabilidad histórica de volver vinculante, es decir, norma de la sociedad, los desarrollos de un Acuerdo Nacional en Colombia?
Esa pregunta no la puedo contestar.
Qué remite a otra: ¿Las fuerzas políticas de Colombia están dispuestas a asumir conjuntamente la responsabilidad de forjar el acuerdo nacional de Colombia para dejar definitivamente la guerra y la violencia?
No estoy aquí, como antaño, planteando una división de la sociedad alrededor de este tema. No lo estoy planteando.
Creo que no se trata de votar sí o no, y entonces el no al lado de la bandera negra y el sí al lado de la bandera roja.
No. Se trata de acordar entre todos.
Por eso en esta comisión está (José Félix) Lafaurie y en otra (Fabio) Valencia Cossio.
Es no solamente por el individuo, es convocando a todas las fuerzas políticas de la sociedad colombiana a ayudar a forjar el Acuerdo Nacional y a volverlo realidad.
El Acuerdo Nacional no es solamente que el Gobierno y el ELN estén aquí juntos.
El Acuerdo Nacional es que los partidos de gobierno y los partidos de oposición lleguen ya a unos puntos comunes de solución a problemáticas sociales concretas.
Ese diálogo hay que comenzarlo.
Y no es el presidente, son los partidos políticos.
Claro que estamos en elecciones, pero ¿por qué los partidos de gobierno no se están reuniendo con los partidos de oposición para hablar del gran Acuerdo Nacional y de qué trata?
Allá me están llevando que hay que hacer una coalición de mayorías y t ata ta.. que quede puestos y que hay contratos y que cómo se baja la plata a los municipios para el famoso CVY.
No, rompamos eso. ¿Por qué no se reúnen y cambiamos, y la mesa del juego se mueve de manera diferente a que haya un diálogo entre los partidos de gobierno y los partidos de oposición para tratar el tema del Acuerdo Nacional y para llegar a acuerdos comunes?
Esa sería la gran mayoría.
Claro, sabemos que esa es la política. La sociedad también tiene que ser convocada.
Pero es que así se van abriendo los espacios para que la paz esté acompañada de un torrente multitudinario del pueblo. Este es el inicio.
Porque ¿qué es la participación si no es la movilización popular? ¿Cómo se participa?
Claro, en una mesa, unos voceros, unos acuerdos, unas leyes. Al final, el Congreso es el sitio donde se condensará el Acuerdo Nacional.
Pero es que eso comienza por un torrente de la sociedad misma al lado de la paz. No al lado de la muerte, al lado de la vida.
Aquí lo han planteado en términos relativamente concretos.
Claro que un Acuerdo Nacional tiene que ver con la tierra. Y lo pongo de primeras.
Número uno, artículo del acuerdo de paz Farc-Gobierno Nacional-Gobierno de Santos, que es pacto estatal, con el mismo carácter vinculante de un tratado internacional de derechos humanos. Es decir, parte de nuestro bloque de constitucionalidad.
El M-19 logró, entre varias fuerzas, desarrollar que su acuerdo de paz se volviera la Asamblea Nacional Constituyente y nuestra actual Constitución.
Pero las Farc, de una manera un poco más de abogados, logró que su acuerdo de paz se convirtiese, a partir de las Naciones Unidas –creo que la Comisión de Seguridad– en un tratado internacional vigente que entonces, respecto a nuestra Constitución, también hace parte del bloque de constitucionalidad.
Es decir, que los acuerdos de paz van ganando ya no en retórica, sino en capacidad vinculante en la realidad de Colombia. Marcan la historia y la cambian.
Son revolucionarios los acuerdos de paz. Más que 10.000 fusiles, decía en un trino por ahí, el poder del fusil debe dejar ceder su poder al poder del pueblo.
No digo que esas consignas no fueran ciertas para su época. De hecho, la República China, con todo el poder de hoy, nos guste o no nos guste, nació de una consigna que se llama el poder nace del fusil.
Pero hoy los chinos están donde están, no por los fusiles, sino por la inteligencia y el conocimiento. Los chinos cambiaron, no es que lo hayan cambiado, pero dejaron de usar los fusiles para usar las universidades, Y miren dónde están.
Bueno, si la tierra es un acuerdo, una posibilidad de acuerdo, ¿qué estamos esperando para que el primer punto del acuerdo Farc-Gobierno se vuelva realidad?
Tres millones de hectáreas fértiles en manos del campesinado de Colombia. Escudriñemos un poquito eso porque, como Presidente de la República, en campaña, sobre todo el primer día, dije ¿cómo se vuelve eso realidad, cuánto vale una hectárea de tierra fértil en Colombia? Alguien dijo que 20 millones, que 10, que 15, depende el lugar. ¿Cuánto valen 500 mil hectáreas?
Pues si es a 10 millones, 5 billones de pesos, 5 millones de millones.
¿Eso está en el presupuesto? No, por ninguna parte. (Iván) Duque nunca puso esa plata en el presupuesto.
Entonces, ¿cómo se iba a comprar la tierra? ¿Cómo se iba a aplicar el proceso de paz? ¿Cómo se iba a concretar?
Pues lo pusimos. El Congreso ayudó, lo aprobó.
Ahora podemos comprar la tierra, tenemos la plata. ¿Dónde están los vendedores?
Y entonces Lafaurie apareció y dijo, oiga, yo pongo los vendedores, Podemos ofrecer 500 mil hectáreas de los hacendados de Colombia que poseen mucha tierra fértil, improductiva, en ganaderías demasiado extensivas.
Pues comprémosle la tierra.
Él dice que sí, yo encuentro que no.
Bueno, probemos, No le compramos toda la hacienda, la mitad de la hacienda. Le damos un billete público para que en la mitad que le queda al hacendado meta más vacas que tierra.
Lafaurie sabe cómo se hace. Se vuelve más rico porque la riqueza no está en tener tierra, sino en producir la tierra. Si tienen más vacas nos va mejor a todos. Y la otra mitad va para producir maíz y yuca en manos del campesinado colombiano. Todos ganamos, la tierra no se puede estirar, pero por este mecanismo gana el hacendado, que se vuelve más rico y ganan los campesinos, que se vuelven más ricos y gana a Colombia que tiene más alimentos, acaba el hambre.
¿No es un Acuerdo Nacional posible?
Solo se necesita la voluntad reunirnos, dejar de tenernos desconfianza, que no secuestren al hacendado, ni a su hijo, ni a su hija. Que el hacendado no se organice en grupos paramilitares, masacre a los campesinos, que es lo que hemos vivido todo este tiempo. Si podemos llegar a un acuerdo, a un buen negocio incluso.
Eso se llama paz.
Claro, eso es otra economía, esa es otra manera de pensar.
Es que el poder no está en tener la tierra. La tierra no es el sinónimo del poder, la tierra es un instrumento para producirlo, decía López Pumarejo tiene una función social.
Por escribir eso en la Constitución de 1886 –solo había un partido en el Congreso de Colombia en ese entonces, el Partido Liberal–, allá en el 36 hace lo mismo que hoy, se dividió en derecha e izquierda. Y entonces la oposición de López Pumarejo era la derecha liberal, o sea, su propio partido.
Lo escribió y casi le dan un golpe de Estado.
Yo creo que ahí comenzó la violencia que vivimos hoy.
La violencia que vivimos hoy es el fruto del intento violento de acabar con la Revolución en Marcha. Es decir, de acabar con este concepto de que la tierra tiene una función social. La violencia de Colombia sigue girando alrededor de la tierra. Como en el libro de Gringo Viejo, del mexicano Carlos Fuentes, el comandante LL, que tiene mis mismos gustos literarios. Era que sabía más que un español o mexicano. La tierra.
Aquí surgen otros. Yo he propuesto temas de Acuerdo Nacional.
¿Y si salimos del petróleo y producimos? ¿Y si el mundo va a salir del petróleo, qué hacemos nosotros amarrados ahí como tontos si el mundo va a dejar de comprar el carbón y el petróleo? ¿No es una equivocación o no? El mundo va a dejar el petróleo y el carbón, porque si no, no morimos.
Se me ocurrió en una de esas reuniones de presidentes lujosas que son en París, decir que empezaba a construirse un concepto. Esa es una invención mía, le llamo prosperidad social descarbonizada. Eso es para descrestar. Prosperidad social descarbonizada. Y la puse ahí en el debate. En el debate de los ¿cómo se llamaba la reunión? La reunión se llamaba Encuentro de Socialistas y Demócratas. París.
Y entonces estaban seis gobiernos socialistas europeos, no quedan muchos –espero que resista el de España– y muchos latinoamericanos, demócratas. Ellos se llamaban socialistas, nosotros demócratas.
Y ahí puse la palabra. La esperanza es construir una prosperidad social descarbonizada.
Uno de los miedos del mundo de hoy es que el lujo, el confort, la calidad de vida de las sociedades del norte se acabe porque las migraciones del sur arrasan, como los bárbaros, dicen ellos.
Y por eso nos están poniendo muros y leyes contra nosotros y dejan morir a la madre y al hijo en el desierto, tanto el mexicano como el del Sahara. Y usan la policía y las ametralladoras para construir campos de concentración en la frontera.
Y sus políticos son cada vez más de derechas y sus electores cada vez más fascistas. El mundo de hoy.
¿Por qué? Porque el mundo del carbón y el petróleo es un mundo del confort, porque nunca se explotó a la clase obrera del mundo tanto como hoy, gracias a una productividad que nace del petróleo y del carbón. Y esa productividad ha generado riqueza, incluso para el productor directo dentro de la fábrica.
Y ese mundo blanco de confort está temblando, porque la gente y la ciencia dice que no más petróleo y carbón.
Y entonces cunde el miedo. Claro, el sur se queda sin agua, el sur se queda sin alimento, el sur va hacia el norte, hacia donde está el agua, como siempre lo ha hecho la humanidad. Hay que estar donde está el agua, porque esa es la vida.
Y entonces vienen los problemas de hoy. Y entonces se cree que superar la crisis climática es volvernos más pobres.
Fue el debate que le hicieron a la Ministra de Energía cuando habló de crecimiento.
¿Cómo así? ¿Si no somos ni ricos y ya nos toca volvernos más pobres?
No, porque hay un concepto diferente de riqueza.
La riqueza que nos está llevando a la extinción es consume más petróleo y carbón. Ten más bienes basados en el petróleo y el carbón, sube tu huella de carbón que entre más subas en este tipo de economía, serás más rico. Pasar del Renault 4 a la Toyota, viajar por el mundo en el avión. Claro que consumes más y más petróleo y carbón y más rico eres, pero más cerca de la muerte estás, más rápido llevas a tus hijos hacia la extinción.
¿Y entonces no hay que cambiar el concepto de riqueza?
La prosperidad social descarbonizada es la posibilidad de cambiar el concepto de riqueza en un mundo diferente. No voy a ahondar en este tema, pero ¿qqué significa eso en Colombia? ¿Cómo se come eso en La Guajira, que es donde hemos estado trabajando en concreto?
El primer lugar de Colombia que va a estar completamente descarbonizado, a pesar de tener una de las minas de carbón más grandes del mundo.
Ese es el juego que estamos haciendo en este momento y no es un juego. Estamos definiendo la nueva política, cómo el pueblo de La Guajira puede vivir mejor hoy que vamos a descarbonizarla. Es decir, que no se va a consumir ni un kilo de petróleo ni de carbón para la prosperidad colectiva del pueblo guajiro y vamos a ir dejando la mina del carbón que trajo la muerte, miles de niños muriendo de sed y de hambre.
Estamos en concreto mostrando cómo se puede hacer una revolución en los nuevos tiempos.
No es la muerte, es la vida.
¿Eso pude ser materia de un Acuerdo Nacional, de volvernos productivos y no extractivistas? ¿De vivir del trabajo y el conocimiento y no de unas palas mecánicas que horadan la tierra para sacar un veneno poderosísimo que puede acabar la vida en el planeta? ¿No es eso otro eje del acuerdo?
Y podríamos hablar de más. Hasta me he atrevido a hablar de postcapitalismo.
¿Esa palabreja que significa? Que ya el socialismo no se decreta desde el Estado. Eso fracasó en mi opinión. Decretar la muerte del mercado. El mercado subsiste, ahí lo tienen ustedes, entre los consumidores de marihuana. Esa es la prueba de que por decreto no se acaba el mercado.
Pero lo enseñó la Unión Soviética hace unos años. Por decreto no se acaba el mercado.
Pueden decretar la prohibición de la marihuana, como acaba de hacer el Congreso de la República, y siguen fumando.
La única manera de acabar la fumadera es con prevenciones y con salud pública, como se hizo con el cigarrillo, que aún por ahí algunos todavía siguen fumando.
Ya no salen borrachos a la calle como antaño mis abuelos. Se consume menos alcohol. Pero no es decretando el fin del mercado, es transformando el mercado en favor.
Miren lo que está pasando hoy en el mundo. Y termino.
El cambio de los consumos de las drogas.
Marihuana. Jóvenes medio rebeldes que pensaban que en los efluvios del humo se podían hacer los cambios de la humanidad. Los efluvios del humo se quedaron, los cambios de la humanidad no llegaron.
No voy a criticar al fumador, está en su libertad, pero tiende a la pasividad. Ese mundo era el mundo de la marihuana, aún subsiste. Se pasa otra droga, símbolo, la cocaína, la droga del neoliberalismo.
‘Compita, no se duerma, corra como un caballo, tiene que ganar. No mire para atrás, no mire al vecino. Compita, compita, este es el mundo de la competencia. Paradigma cultural, usted es un individuo y usted es el ganador. Va a volver realidad su sueño si corre como un caballo. Si le puede dar un codazo al caballo vecino, pégueselo, túmbelo. Este es el mundo de los ganadores.
Neoliberalismo. ¿Cuándo la humanidad ha podido surgir a punta de carrera de caballos? ¿Cuándo los caballos corren en competencia? Los caballos corren en manada y el caballo de adelante va cuidando las yeguas y el caballo de atrás, no dejando los contratos.
La humanidad está aquí, aún viva después de un millón de años, porque somos solidarios. La solidaridad entre nosotros nos hizo vencer en la evolución hasta ahora.
No somos solos, el ser humano nace en colectivo. La mamá y el feto es el colectivo. Está amarrado, no es un individuo solo. Y es una solidaridad tan fuerte que por eso hay esta humanidad en el planeta.
El neoliberalismo no sirve y entonces la droga de la cocaína empezó a perder su mercado. Se acaba el neoliberalismo, se acaba la cocaína.
¿Pero quién lo sustituye como droga?
Aquí creo que lo mencionó el ELN. Fentanilo. ¿Qué simboliza el fentanilo? La muerte. Es la droga de la muerte. Es la droga, ya no del neoliberalismo, sino del derrumbe del neoliberalismo. Gentes que se quieren escapar de su sociedad muriendo. Cien mil norteamericanos al año muertos por sobredosis.
El nuevo feeling de la actualidad que se dirime es entre la vida o la muerte.
No puede estar ningún revolucionario al lado de la muerte. No es la bandera negra.
Todo el que quiera realmente transformar esta sociedad en el mundo de hoy tiene que estar al lado de la vida. Pónganle el color, no es el rojo. Son todos los colores. Es la multitud, es la democracia multicolor.
¿Vida o muerte es la consigna? Nosotros estamos es con la vida. Y por eso aquí debe haber…
Una señora en una revista me produciría una portada si digo compañeros.
Nosotros nunca pronunciamos la palabra camarada. Pronunciamos muchísimo compañero. Compañero es una palabra chévere, dulce.
Compañero en la vida, compañero en la lucha, compañera.
Nosotros pasamos a otra que me gusta más, padre. Hermano.
Hermano, diferente a compañero, es que tiene una misma madre. Y nosotros todos y todas aquí tenemos una misma madre.
No solo la biológica que amamos. La madre tierra, la madre vida. Tierra, la madre vida. Los indígenas nos lo han enseñado.
Así que hermanos, ¿qué esperan?
La revolución está al frente. La revolución está al lado de la vida.
Las armas no son sin instrumento de la muerte. Déjenlas. Que se oxiden. Porque vamos a vivir y estamos viviendo los tiempos del cambio en toda la humanidad, en todos los rincones del planeta, en todos los espacios de América Latina, en todos los rincones de Colombia, la palabra que se impone es el cambio.
El cambio por la vida. El cambio para vivir. Como dice Francia (Márquez), para vivir sabroso. El cambio por la existencia humana.
Así que ustedes son hermanos de este mismo planeta.
Aquí hay una lucha a fondo. Va a cambiar sistemas económicos, relaciones de poder, relaciones de poder mundial, relaciones de poder nacional.
Ese Acuerdo Nacional tiene que ver con las transformaciones.
Pónganse al lado entonces –los invito, hermanos y hermanas–, del lado de la revolución, del lado de la transformación, del lado de la democracia multicolor, del lado del pueblo.
Porque con este pueblo, y yo confío en él, a pesar de todo lo que nos rodea y nos enfrenta, Colombia, la nación en paz. Colombia, el país de la belleza que ya no verá la sangre derramada, Colombia, la potencia mundial de la vida, le enseñará en la vanguardia de la humanidad las enormes transformaciones para que esta vida bella pueda surgir. Le dije al director de la NASA, mira hasta dónde he llegado.
Y la culpa es de Otty (Patiño), porque hay un movimiento que me tiene aquí. El director de la NASA, un astronauta, me trajo un cuadro de regalo, Nelson, se llama William Nelson. Le decía yo, hermano, yo creo, que nosotros tenemos una misión, no me crean cura, porque no soy ese.
Que es llevar el virus de la vida. A lo mejor la vida es un virus. Por el universo. No nos podemos extinguir aquí antes de hacer eso.
Llevar la vida al universo, es lo que ellos intentan. Es su trabajo cotidiano de físicos, de matemáticos, de astronautas, científicos. Es ese. Cómo podemos llevar la vida más allá de aquí.
La única posibilidad de hacerlo en realidad, de expandir la vida por el universo, es uniéndonos como humanidad.
No es a través de la guerra Rusia-Ucrania, ni del conflicto que pueda haber entre Estados Unidos y China, y nosotros a ver de qué lado cogemos, como los mercenarios que hoy golpearon en Ucrania.
No. La única manera de que este virus de la vida permanezca en el planeta tierra y pueda llegar más allá, como un virus que se expande, es que seamos unidos como humanidad en el planeta Tierra.
Esa unidad implica superar la guerra. Allá en Asia, en Norteamérica, en Europa y aquí.
Y ustedes tienen una responsabilidad hoy histórica, que yo creo que la levantaría como una bandera si estuviera vivo hoy el padre Camilo Torres Restrepo. Yo estudié en su universidad. ¡Estar al lado de la vida! Esa es la revolución de hoy, en mi opinión muy humilde.
Y me parece que quienes surgieron en el 64 como rebeldes, en otras generaciones hoy, deben estar aquí, al lado de la vida, al lado de su pueblo, al lado de las transformaciones. Es la hora.
Así que bienvenidos a la paz.
Gracias, muy amables.