Qusayr: la batalla por Siria

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Imagen de una de las esquinas de Qusayr, captada en agosto de este año. Gran parte de la ciudad está en escombros. / AFP

Tomado del Espectador.com 28 Sep 2013 – 9:00 pm

Los civiles muertos podrían ser más de 1

Esta ciudad, en la frontera con Líbano, ha sido uno de los escenarios de mayor actividad bélica dentro del conflicto entre rebeldes y el ejército, asistido por Hezbolá. Su ubicación estratégica la ha convertido en un campo codiciado.

Por: Victor De Currea-Lugo

Qusayr simboliza la fiereza de la lucha por Siria. Su nombre es un homenaje a Qades, una antigua diosa egipcia del amor y el placer, pero ahora representa lo contrario: el dolor de la guerra. Con casi 30.000 habitantes, Qusayr fue el escenario del choque, principalmente, entre los opositores de Bashar al Asad (de diferentes brigadas del Ejercito de Liberación Siria, incluyendo una presencia marginal de Al Nusra) y las tropas de Hizbolá que apoyan al presidente sirio.

En febrero de 2012, todo Qusayr cayó bajo el control de los rebeldes. Más de un año después, en abril de 2013, una ofensiva del ejército, con el apoyo de Hizbolá, fue el comienzo de la campaña que les permitió recuperar para finales de mayo media ciudad. El primer gran reto para Hizbolá y el ejército sirio fue la ciudad Tell al-Nabi Mando, en lo alto de la montaña y luego la batalla siguió paso a paso, bala a bala.

A sólo 15 kilómetros de la frontera con Líbano, Qusayr es fundamental para Hizbolá, pues muy cerca, ya en territorio libanés, quedan algunos de sus campos de entrenamiento. La estrategia de este partido buscaba cortar la línea de aprovisionamiento de los rebeldes entre Qusayr y Homs, afectando también las líneas de aprovisionamiento de afuera de Siria. Según Hizbolá parte de la ayuda exterior a los rebeldes llegaba por esta vía y cortar su línea norte-sur era esencial. La Fuerza Aérea Siria ayudó a este objetivo. El comienzo de mayo llegó a Qusayr acompañado de fuertes bombardeos.

Una nueva fase de la batalla empezó el 19 de mayo y tomó varias semanas. Fue —como si alguna guerra no lo fuera— a muerte. Ante la inminente caída de los rebeldes, varios apoyos del ELS fueron enviados desde Alepo y otros venían de las comunidades suníes de Líbano. Desde el 22 de mayo los combates fueron, pueblo a pueblo, en los alrededores de Qusayr. En Trípoli, Líbano, un rebelde sirio, de la katiba (brigada, en árabe) de Al-Walid, nos contaba cómo él estuvo en el robo de un tanque de guerra y en la toma del aeropuerto que luego perdieron. De su brigada de 100 hombres sólo él y otros dos sobrevivieron.

Me decía un vocero de Hizbolá que si alguien lanzaba una manzana al aire en la zona bajo control rebelde, incluso en la noche, inmediatamente era blanco de algún francotirador. Según él, la mayoría de francotiradores eran de fuera y mujeres: chechenas y afganas, muy bien entrenadas. Algunas de las chechenas fueron capturadas por Hizbolá. Qusayr fue la puesta en escena más pública (si cabe) de la internacionalización del conflicto. Según los rebeldes, antes de la llegada de Hizbolá, el ejército sirio no se movía más allá de sus cuarteles, su moral era baja y las deserciones iban en aumento. 

Para el lado insurrecto, la caída de Qusayr fue una derrota importante, porque no sólo perdían una ciudad, sino una de las mejores vías al Líbano. Para Hizbolá, fue una prueba de fuego comparable por algunos con la que vivieron contra Israel en 2006. Para el gobierno de Siria fue el mayor triunfo militar. Ambos lados parecen reconocer la valentía del enemigo en el campo de batalla.

La ciudad quedó destruida, buena parte de su población civil huyó. La vida del mercado fue reemplazada por múltiples controles militares y hoy su paisaje —según habitantes locales— no tiene nada que ver con la ciudad de paso obligado entre el norte de Siria y Líbano, llena de comercio y vida.

La batalla de Qadesh, en 1274 antes de nuestra era, allí mismo, entre los imperios de hititas y de egipcios, se repite 3.287 años después. En ese entonces, el “poema de Pentwp” describe así los resultados: “Andaban por un terreno cubierto de cadáveres, todo rojo de sangre. ¡No hay lugar para los pies, tantos son los muertos!”. Algo así se vivió hace muy poco en la guerra por Siria. Más de 500 rebeldes, más de 100 combatientes de Hizbolá y un número sin determinar de soldados del ejército sirio murieron en combate.

El número de civiles muertos es impreciso, pero por lo menos 1.200 heridos graves, según Human Rights Watch, no pudieron ser evacuados oportunamente y fueron víctimas de ataques por parte del ejército. Los llamados de las agencias de la ONU fueron tan inútiles como sus resoluciones.

Hace una semana entré a territorio sirio a pocos kilómetros de Qusayr, ciudad que sólo pude ver en la distancia, como una tierra prometida. Por los problemas de seguridad que subsisten en la zona finalmente no pude entrar hasta la ciudad. En su ruta se observan en los postes banderas de Hizbolá. Allí me explicaron que el 5 de junio de 2013 los rebeldes restantes se retiraron con grandes pérdidas en el marco de un acuerdo que facilitó su repliegue. Según la ONU, en este repliegue los rebeldes estuvieron acompañados por miles de civiles. Qusayr había caído nuevamente.

Por: Victor De Currea-Lugo
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