Un viaje por 25 años de lucha por el aborto y los derechos sexuales de las colombianas

FECHA:

Bogotá, 23 oct – Con las voces feministas que durante años han resonado en la marea verde por el aborto de fondo, una exposición en Bogotá repasa los 25 años de lucha del movimiento Mesa por La Vida y la Salud de las Mujeres por los derechos sexuales y reproductivos.

Fotografía de la exposición de 25 años de lucha del movimiento Mesa por La Vida y la Salud de las Mujeres por los derechos sexuales y reproductivos, hoy en el centro cultural Gabriel García Márquez, en Bogotá (Colombia). EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

Una línea del tiempo atraviesa la exposición en el Centro Cultural Gabriel García Márquez: desde 1998, cuando nació este emblemático movimiento que buscó comenzar a mover algo que entonces parecía imposible -que abortar en Colombia fuera legal- hasta la actualidad.

«Colombia tiene una historia importante en la defensa del derecho de las mujeres a la autonomía sobre su cuerpo», explica a EFE la activista y vocera de esta confluencia de organizaciones feministas, Elizabeth Castillo.

El 2006 y 2022 son dos de las fechas clave de este cuarto de siglo: la primera fue cuando la Corte Constitucional aprobó las tres causales que legalizaban parcialmente el aborto en Colombia y la segunda, cuando Colombia se convirtió «en uno de los países más garantistas» del mundo al permitir abortar libremente hasta la semana 24 de gestación, manteniendo las tres causales.

Los primeros pasos

Ha pasado mucho desde ese primer aborto legal, el de una niña de 11 años que pudo ejercerlo después de que la violara su padrastro en 2006.

«Había que garantizar su derecho aunque tuviera 11 años porque la Corte jamás se ha referido a la edad gestacional porque se entiende que un embarazo debe interrumpirse si la mujer no lo desea», explica Castillo.

Los últimos años han sido frenéticos y la euforia de 2022 cuando la Corte Constitucional dictó la sentencia quizás hace olvidar que los primeros años fueron duros, y que las mujeres que se dedicaban a promover los derechos sexuales y reproductivos vivieron años de estigmatización.

«El aborto ha tenido una carga simbólica negativa muy alta culturalmente hablando en América Latina», recuerda Castillo, que dice que este peso está derivado de la carga religiosa.

Pero este grupo de abogadas, médicas y mujeres de todos los ámbitos -que hace unos años impulsaron «Causa Justa», que estuvo detrás de la despenalización del aborto- lograron conseguir que el aborto dejara de ser un tabú, quitándole estigmas mediante un trabajo intenso en charlas, mediante informes rigurosos, a través de sondeos o en las propias calles, donde se unieron miles de mujeres jóvenes con sus pañoletas verdes.

«Uno de los grandes resultados que tenemos como Mesa en estos 25 años es haber percibido y haber podido medir de manera real cómo ha cambiado la percepción pública en relación a la interrupción voluntaria del embarazo en Colombia», explica Castillo.

Aún hay trabajo por hacer

Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

«¿Qué opinan del aborto?», le pregunta la activista a un grupo de jóvenes de 7º grado (de entre 11 y 14 años) y la más mayor contesta: «A mí me parece mal porque no se mira por la vida del bebé».

Castillo no desespera, lleva años trabajando con argumentos ante este tipo de reacciones. Tampoco le lleva al pesimismo, pues es consciente que las resistencias de los niños son producto del medio en que están criados y de una sociedad aún machista.

«Tenemos que entender que estamos ante un cambio cultural y que venimos de décadas de un discurso que sancionaba que una mujer interrumpiera un embarazo no deseado. Jamás ese discurso ha sancionado a los hombres que embarazan irresponsablemente», alude la abogada.

Por eso sigue siendo necesario el trabajo didáctico, el contar por qué es importante que una mujer pueda decidir y por qué los hombres también deberían ser responsables.

La exposición incluye una «estación» para grabar videos para hacer una cápsula del tiempo donde quienes la visiten imaginen cómo será el panorama dentro de otros 25 años.

Y Castillo lo tiene claro. Como mujer lesbiana sueña «un país más libre para mis nietos; un país donde mis nietos puedan ser sin que les presionen, sin que les insulten».

«Y quisiera que toda persona pueda entender que cada uno sobre su cuerpo hace lo que le da la gana y absolutamente nadie puede llegar a imponer una voluntad en el cuerpo de otra persona», concluye.EFE.

Irene Escudero

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