Jerusalén, 12 dic – Tras iniciar la guerra con Hamás en Gaza, Israel revocó el permiso de estancia de miles de gazatíes. Muchos fueron detenidos, otros mandados a Cisjordania o devueltos a la Franja, y solo unas decenas -en general enfermos de cáncer- siguen en un hospital de Jerusalén Este pese a la presión israelí.
El Augusta Victoria, hospital de la Federación Luterana Mundial, es un edificio de construcción alemana de inicios de siglo XX que se alza en el Monte de los Olivos, en la parte oriental de Jerusalén ocupada por Israel, y es el centro de referencia para el tratamiento de cáncer de enfermos palestinos tanto de Cisjordania como de Gaza.
Los pacientes de la Franja eran alrededor del 40 % de atendidos en su departamento de oncología, que trataba a cientos de enfermos del enclave hasta el inicio del conflicto, cuenta a EFE su director, Fadi Atrash.
Desde el 7 de octubre, solo han podido recibir tratamiento los gazatíes que estaban en el hospital el día del ataque de Hamás, y que en dos meses casi no salieron del centro.
«Hay 50 pacientes junto a sus acompañantes, más de 100 personas de Gaza. Al principio Israel canceló sus permisos, pero pactamos para que se les renueven las autorizaciones cada semana», comenta Atrash.
Según alega, recibir atención sanitaria «es un derecho básico», y unos 700 enfermos de cáncer de Gaza que iban al centro están sin acceso a tratamiento tras el cerco total de Israel a la Franja.
A esto se suma el colapso de su sistema sanitario, la falta de fármacos y el hecho de que «no haya ningún lugar para tratamiento» en Gaza.
«Tal vez haya alguna fármaco, pero faltan quimioterapéuticos y analgésicos», y el único centro que trataba a pacientes de cáncer en la Franja, el Hospital Turco, «fue cerrado por falta de combustible», alega.
Mientras sigue la guerra y la devastación en Gaza, Atrash no sabe «qué pasó a los pacientes» del Augusta Victoria en el enclave, y el hospital se conforma con tratar a los gazatíes que Israel no desplazó a Cisjordania o expulsó a Gaza.
Tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, Israel anuló el permiso de estancia de más de 18.000 gazatíes con trabajo en el país, y también a los enfermos con autorización sanitaria, en una política que grupos de derechos humanos tachan de castigo colectivo.
Miles fueron arrestados e incomunicados en centros de detención, y otros fueron desplazados a Cisjordania para ser devueltos a Gaza.
Según una fuente humanitaria, fuerzas israelíes también entraron en albergues y otro hospital palestino de Jerusalén, Al Maqased, donde arrestaron a enfermos gazatíes o los mandaron a Cisjordania usando «violencia» e incluso dejándoles sin sus pertenencias.
Entre los pacientes que siguen en el Augusta Victoria está Amina Sabagh, una gazatí de 11 años con un tumor cerebral, que yace en la cama con su madre, Iman.
La guerra les pilló cuando Amina hacía terapia de radiología en el hospital, y desde entonces no han salido del centro sanitario «por miedo» a ser detenidas por Policía israelí.
«En el hospital nos sentimos seguras», añade la madre, preocupada por el destino de su marido y otra hija que dejaron atrás en Gaza, desplazados al sur tras la destrucción de su casa en Gaza ciudad.
Amina extraña a su familia y quiere volver a Gaza pese a las difíciles circunstancias, aunque su madre prefiere quedarse en Jerusalén, especialmente teniendo en cuenta que el sistema sanitario de la Franja colapsado y su hija no podrá ser tratada.
«Es imposible encontrar tratamiento para Amina en Gaza en estas condiciones, no volveremos hasta que haya hospitales para seguir tratando a mi hija», asevera Imam, consciente de que si ahora decidiera volver al enclave, Israel no permitirá su vuelta.
Pero el doctor Atrash está preocupado por la intención israelí de retornar a Gaza a muchos enfermos. «Israel pidió devolver a pacientes que terminaron tratamiento, pero dijimos que no, ya que están bajo terapia, así que les intentaremos mantener aquí».
Entre los gazatíes enfermos, más de un centenar pudieron seguir su terapia en Cisjordania, y la mayoría está en el Hotel Retno, en Ramala; pero los pacientes más graves necesitan tratamiento en los hospitales mejor equipados de Jerusalén, aunque Israel no les concede permiso.
Una de ellas es Jihan, una mujer de 39 años de Gaza con cáncer de mama, que necesita ir al Augusta Victoria para hacer radioterapia.
El día del ataque de Hamás estaba alojada en Ramala, a la espera de ir días después a la Ciudad Santa para comenzar tratamiento, pero Israel le revocó inmediatamente el permiso.
«Me derogaron la autorización, ya no fue posible obtener otra, no hay manera», lamenta esta madre de tres hijos, cuyo tratamiento pendiente solo es posible en Jerusalén.
Ahora está sola en Cisjordania, a la espera de ese permiso, mientras su familia sigue bajo las bombas en Gaza, a donde desea volver cuanto antes para estar con ellos, aunque ponga en riesgo su vida.EFE.
Joan Mas Autonell