Bruselas, 13 ene – Bruselas, “la capital de Europa”, no consigue dar respuesta a la crisis estructural del sinhogarismo que asola la ciudad, con más de 7.000 personas sin techo y que se hace muy visible durante las olas de frío, donde el despliegue de refugios de emergencia se ha probado como una solución ineficaz, denuncian a EFE varias organizaciones.
Bruselas vive los últimos coletazos de una ola de frío que dejó esta semana temperaturas de hasta menos 7 grados y que afectó especialmente a las personas sin hogar, un problema endémico de la ciudad donde se estima que 7.134 personas no tienen techo -977 menores de edad-, de los que más de 800 viven en situación de calle permanente, según datos facilitados por organizaciones sociales.
Las autoridades belgas activaron un plan para dar refugio a las personas sin hogar, con 145 plazas adicionales en centros de acogida, en una estrategia que, sin embargo, ha sido duramente criticada por las organizaciones especializadas que lo ven como una mera “solución temporal” e insuficiente para la alta demanda.
“Es una solución muy corta, muy temporal”, remarca en una entrevista telefónica con EFE la responsable de Gestión de Crisis de la organización Bruss’Help, Magali Pratte, quien critica que las autoridades gestionen siempre el sinhogarismo como si fuera «una crisis».
Estos centros, lejos de ser residencias acondicionadas para la demanda, suelen ser espacios pequeños donde se concentran un alto número de personas, lo que puede resultar conflictivo.
“La mayoría (de usuarios) están en situación de vulnerabilidad con problemas de salud física o mental”, dice Pratte.
Hugo (46 años) lleva un año viviendo en la calle y duerme en las estaciones de metro de Bruselas, que en esta ola de frío han refugiado a más de un centenar de personas, mientras que las de tren -normalmente cerradas- han sido habilitadas para el mismo fin.
En una conversación con EFE, Hugo explica que prefiere pernoctar en las calles antes que volver a uno de estos refugios, que describe como “guetos” donde el “soborno y las amenazas” son habituales entre los residentes.
“La gente sin hogar quiere salir de la calle, pero no en cualquier circunstancia”, afirma Pratte, quien recalca que estos centros pueden llegar a ser más peligrosos para las mujeres que, en ocasiones, son “víctimas de violencia física y sexual”.
Según el último recuento de Bruss’Help del 2022, los perfiles de las personas sin hogar son muy heterogéneos: más del 40 % son belgas y en su mayoría hombres (43,8 %). Es el caso de Hugo, de doble nacionalidad belga e italiana quien, tras graduarse en teología y filosofía en Roma, acabó en la calle al no encontrar un trabajo digno para poder vivir.
La dificultad de encontrar un empleo bien remunerado se añade a los altos precios de la vivienda en Bruselas, otro de los problemas característicos de la capital desde hace unas décadas que ha derivado en viviendas inasequibles y en mercados inmobiliarios disfuncionales que hacen tarea imposible encontrar un lugar accesible donde vivir.
En Bruselas el sinhogarismo adquiere otra dimensión, como es el efecto de las políticas migratorias sobre el alto número de personas que llegan como demandantes de asilo –en 2022, casi 37.000 personas solicitaron asilo en Bélgica, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
“Si el Gobierno no proporciona viviendas a todos los solicitantes de asilo, que hay miles, y que tienen el derecho legal a un alojamiento, estos se ven obligados a ocupar edificios vacíos o a dormir en la calle”, denuncia a EFE el director de FEANTSA -el paraguas europeo de ONG que trabajan con personas sin hogar-, Freek Spinnewijn.
Las organizaciones especializadas coinciden en la “prevención” como el elemento clave para solucionar, a largo plazo, la crisis de las personas sin hogar en Bruselas: “Si solo se intenta resolver el problema una vez que se ha producido, es realmente difícil reducir las cifras”, incide Spinnewijn.
El máximo responsable de FEANTSA subraya la necesidad de desarrollar medidas “específicas y muy fuertes” para dar respuesta al sinhogarismo, como garantizar que los desahucios no conducen a una situación de calle, buenas políticas contra la pobreza y un buen sistema de bienestar.
Frente al aumento de personas sin hogar en todos los países de Europa -según Bruss’Help en casi un 20 % en la ciudad de Bruselas en 2022-, Spinnewijn sí que percibe voluntad política para poner fin a la falta de vivienda para 2030 aunque, a fecha de hoy, los avances se encuentren estancados en el papel.
“El objetivo es acabar con el sinhogarismo, no gestionarlo en el sistema de albergues y contar con un presupuesto suficiente: no es barato resolver el problema de las personas sin hogar”, sentencia.
Laura P. Gutiérrez y Paula García-Ajofrín
EFE