Brasilia, 22 de febrero de 2024.- En medio del peor pico de los últimos años, Brasil combate el dengue puerta por puerta con fumigaciones y campañas de concienciación entre la población que buscan acabar con el enemigo público número uno del país: el mosquito Aedes aegypti.
En lo que va de año se han reportado 715.000 casos y 135 muertes en todo Brasil, y se investigan otros 481 óbitos que pudieran estar relacionados con la enfermedad, según el último balance del Ministerio de Salud.
El número de infecciones entre enero y febrero representa cerca de la mitad del total registrado el año pasado (1.658.816), cuando ya empezaron a encenderse todas las alertas.
La situación ha adquirido tintes epidemiológicos en al menos siete de los 27 estados brasileños, entre ellos dos de los tres más poblados: Minas Gerais y Río de Janeiro, que el miércoles declaró oficialmente una epidemia de dengue.
Brasilia, la capital en situación de emergencia
Los peores datos están en el Distrito Federal de Brasilia, con una incidencia de casi 3.000 casos por cada 100.000 habitantes.
La Fuerza Aérea Brasileña ha montado allí un hospital de campaña para reducir la presión en el sistema sanitario.
En paralelo, los equipos de vigilancia sanitaria se afanan en la empobrecida y populosa periferia de la capital de Brasil.
Actúan en dos frentes: fumigando con veneno de baja intensidad e incentivando a la población a poner coto a la proliferación del mosquito dentro de sus hogares, donde se producen el 75 % de las infecciones, según estimaciones oficiales.
¿Cómo? Eliminando todo rastro de basura y evitando puntos de acumulación de agua, que favorecen la reproducción del Aedes aegypti, transmisor de la enfermedad.
En Ceilândia, uno de los barrios más poblados de Brasilia, una ‘patrulla’ con tres agentes sanitarios fumiga dos veces cada calle y cada residencia con unas mochilas de nombre que parece sacado de una película del espacio: Nebulizador Costal Acoplado UBV.
Antes de fumigar avisan a los vecinos para que retiren las ropas tendidas, abran todas las ventanas y puertas, y saquen a sus mascotas de las casas. El proceso no demora mucho. El veneno se disipa rápido y pronto pueden volver a sus hogares.
«Pasamos dos veces para eliminar los mosquitos que están circulando y transmitiendo el dengue a los habitantes», explica a EFE João Fernandes, agente de Vigilancia Ambiental en Salud de Brasilia.
En esta calle de Ceilândia no es difícil encontrar personas que acaban de superar el dengue o están en ello.
«Lo ha pasado mi sobrina, que lo tuvo dos veces y ahora de nuevo, también mi hijo y a mi nieto lo tengo con síntomas», relata a EFE Edna Silva Couto, ama de casa de 67 años.
Mateus Fernandes tiene 31 años y es conductor de una aplicación de transporte. Está con dengue desde el domingo: fiebre alta, dolores fuertes por el cuerpo, en la cabeza… Se acercó al ambulatorio, le hicieron un test y dio positivo.
«Ahora a reposar, tomar bastante líquido, suero, hidratarse bastante…», señala. Asegura que en su misma calle sabe de al menos una decena de personas que han pasado por lo mismo.
Si bien el hecho de haber ido al hospital es algo raro en estos lares. Muchos de los vecinos infectados han preferido quedarse en casa ante la crónica saturación de la red pública.
«Uno llega allí y es tanta cosa… Está muy lleno, la atención no es prioritaria y se hace de forma muy rápida», se queja Joelson dos Santos Nunes, de 62 años y director de una escuela infantil.
Pero todos coinciden en una cosa: la población está ahora más concienciada que antes tras la intensa campaña en los medios de comunicación brasileños sobre cómo combatir el dengue.
«De nada sirven los dos ciclos de fumigación, si las personas no colaboran. Ellos también deben cuidar y eliminar los posibles focos dentro de casa», demanda Fernandes.
Brasil también ha empezado a cuentagotas la vacunación contra el dengue en las zonas más golpeadas con la fórmula del laboratorio japonés Takeda, aunque no se espera que su aplicación produzca un impacto sanitario inmediato debido a la baja disponibilidad de las dosis.
Alex Mirkhan y Carlos Meneses
EFE