Toribío (Colombia), 19 marzo de 2024.- Para llegar hasta la casa de la lideresa nasa Carmelina Yule, donde decenas de personas velan su féretro, hay que pasar por el carro calcinado y otros restos del ataque de las disidencias de las FARC del pasado sábado con el que acabaron con la vida de esta «mayora» indígena.
Con chalecos azules y las banderas rojas y verdes características de la guardia indígena del departamento del Cauca (suroeste), medio centenar de personas se han acercado este martes a la vereda La Bodega, a pocos kilómetros del casco urbano del municipio de Toribío, donde está el féretro, para prender velas y dedicarle unas últimas palabras a esta mujer de 52 años.
«Mi madre era una mujer muy ejemplar, una mujer que siempre nos ha incentivado a salir adelante, a hacer acompañamientos, nunca tener miedo para dar las luchas que se dan acá en el territorio. Era una mujer empoderada que buscaba en todos los espacios el buen vivir no solamente de la familia sino también de la comunidad», explicó hoy a EFE María Teresa Ascue, hija de Carmelina.
La guerra contra los indígenas
Yule fue atacada el sábado cuando le avisaron para ir a rescatar a un menor que había sido secuestrado por las disidencias de las FARC del Estado Mayor Central (EMC), con las que el Gobierno negocia la paz.
Ahí se encontró de frente con un grupo armado con fusiles que empezó a atacar al grupo de la guardia indígena que intentaba impedir que se llevaran al menor de edad secuestrado.
«Ella se cubrió en un muro que había y estuvieron disparando. Cuando se calma un poquito, ella se levanta y el asesino estaba delante de ella y cuando se levanta, le dispara directamente a ella», relató su hija.
En ese momento María Teresa no estaba ahí, pero sí los nietos huérfanos de Carmelina, a quien la lideresa consideraba sus hijos. El día después, la guardia indígena murió en el hospital.
Por este ataque de la columna Dagoberto Ramos del EMC, en el que también resultaron heridas otras dos personas, el Gobierno suspendió el cese el fuego bilateral con ese grupo en los departamentos de Nariño, Cauca y Valle del Cauca, una medida que teóricamente iba a ir hasta el 15 de julio.
Sin embargo, los ataques a los indígenas, según denuncian las organizaciones sociales, no han cesado y sobre todo en el Cauca, grupos nasa o de otras etnias son objetivo de constantes atentados como el actual.
Incluso ayer la caravana que acompañaba el féretro de la «mayora» Yule fue atacado por las disidencias en el sector de La Despensa, antes de que llegara al pueblo.
Sin ir más lejos, dos hijos de Yule han sido asesinados en los últimos cinco años: «a los muchachos los asesinaron, no se sabe por qué los mataron, no investigan… dicen que son las FARC, pero eso no es FARC, eso siento yo, que actúan más como paramilitares», denunció la hija de Yule.
«Sean valientes, hablen»
A pesar del miedo y el terror que siembran estos grupos en las comunidades, esta joven de 32 años siente que no puede callar y tiene que continuar el legado de su madre, que será enterrada -o sembrada, como lo denominan ellos- mañana.
«El día que yo muera, el día que yo no esté en el territorio, ustedes no se queden ahí, no les dé miedo a morir. Después de que estén luchando con sus manos, con su bastón, es el orgullo más grande que pueden tener, no como ellos, que son cobardes que empuñan un arma y con esa arma nos quieren intimidar, pero no, no se dejen doblegar, sean valientes, hablen», dice María Teresa sobre el legado que les dejó su madre.
Yule murió «orgullosa» porque lo hizo defendiendo su territorio, su comunidad y el derecho de los suyos a vivir a pesar del conflicto, recuerda su hija.
Mientras tanto, la guardia indígena, portando nada más que sus bastones de mandos, patrulla por el territorio en camionetas para que la presencia territorial mantenga lejos de sus resguardos a los armados.
EFE