Viena, 13 may – Aunque el tráfico ilegal de marfil de elefantes y cuerno de rinoceronte ha caído en la última década, la ONU alerta sobre el auge del comercio criminal con otras especies menos conocidas de fauna y flora silvestre.
El Informe Mundial sobre Crímenes contra la Vida Silvestre, publicado este lunes por la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), revela que, a pesar de ciertos avances, esta actividad criminal no muestra signos de disminuir.
«Los delitos contra la fauna y la flora silvestres infligen daños incalculables a la naturaleza y también ponen en peligro la salud pública, la buena gobernanza y la capacidad de nuestro planeta para luchar contra el cambio climático», declaró Ghada Waly, directora ejecutiva de la ONUDD, al presentar el informe.
Grandes beneficios, escaso castigo
El documento analiza el impacto del tráfico ilegal de especies protegidas, un delito que mueve miles de millones de dólares cada año y que atrae al crimen organizado porque en muchos países las penas con las que se castiga son muy bajas.
Aunque este informe de la ONU no ofrece estimaciones sobre las cifras que mueve el crimen organizado con esta actividad, se considera la cuarta más lucrativa después del tráfico de drogas, la trata de seres humanos y el comercio ilegal de armas.
Lo que sí cita el documento es un estudio de 2019 del Banco Mundial que calcula que los gobiernos pierden entre 7.000 y 12.000 millones anuales en ingresos fiscales por el comercio ilegal de madera, pesca y otras especies animales.
Esta cifra se basa en estimaciones de los impuestos directos que se habrían pagado si el comercio se hubiera realizado de forma legal.
Los expertos de la ONU apuntan que este tipo de delito está vinculado con «grandes y poderosos grupos del crimen organizado que operan en algunos de los ecosistemas más frágiles y diversos del mundo, desde el Amazonas hasta el Triángulo Dorado», el espacio fronterizo entre Myanmar, Laos y Tailandia.
La corrupción -según el documento- juega un papel crucial en cada etapa de la cadena delictiva, facilitando desde la caza furtiva en lugares protegidos hasta el comercio y la distribución a los compradores finales, en muchos casos en Asia.
Las incautaciones entre 2015 y 2021 muestran delitos en 162 países que afectan a alrededor de 4.000 especies de plantas y animales, de las que unas 3.250 están incluidas en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
Una demanda basada en la superstición
Una demanda basada, en muchos casos, en supersticiones, como que el cuerno de rinoceronte o los caballitos de mar son afrodisíacos o sirven de cura para distintos males, empuja a la extinción a muchas especies.
Colmillos de elefante, piel de tigre, aletas de tiburón, anguila europea o maderas preciadas como palo de rosa y palisandro, son algunos ejemplos de los productos comerciados.
También se trafica con ejemplares vivos como ciertos tipos de reptiles, aves o incluso felinos.
Uno de los aspectos positivos del informe es que el tráfico ilegal del marfil de elefante y cuerno de rinoceronte ha caído al ritmo del descenso de la caza furtiva de esas dos especies protegidas gracias a una mejor aplicación de la ley y una mayor conciencia internacional.
Esos dos grandes mamíferos, elefantes y rinocerontes, convertidos en símbolos conservacionistas, han recibido más atención y existe mayor concienciación sobre su posible extinción.
«Sin embargo, algunas de las especies más afectadas, como algunas orquídeas, suculentas, ciertos reptiles, peces, aves y mamíferos, reciben poca atención pública», indica el estudio de la ONU.
Uno de los mamíferos en peligro es el pangolín, un animal de hábitos nocturnos del tamaño de un perro y con el cuerpo completamente cubierto de escamas, que utiliza como protección ante el peligro.
Aunque estas singulares criaturas existentes en Asia y, sobre todo, en África, no suelen recibir la misma atención que especies más grandes y carismáticas como los tigres y los elefantes, también están siendo diezmadas y van camino de la extinción.
Además de su carne, existe una gran demanda de sus escamas, a las que la medicina tradicional china atribuye de forma falsa propiedades curativas. La demanda de productos de pangolín es tan elevada que suponen el 28 % de todas las incautaciones de fauna silvestre entre 2015 y 2021.
La ONU pide redoblar los esfuerzos para concienciar del efecto destructivo de cierto tipo de consumo, mejorar la coordinación internacional y elevar las penas contra estos delitos.
Pero si la respuesta tarda en llegar es posible que el daño sea irreparable. World Wildlife Fund (WWF) calcula que desde 1970 el mundo ha perdido el 69 % de su fauna y flora salvaje.
Luis Lidón
EFE