Salima, la marroquí que dedica su vida a los perros callejeros de Tánger

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TANGER (MARRUECOS), 18/05/2024.- Salima Kadaoui posa en el veterinario junto a una perra callejera enferma en Tánger (Marruecos). EFE/ Mohamed Siali

Tánger (Marruecos), 18 may – Salima Kadaoui recuerda con dolor el día que cambió su vida. Cuando tenía 8 años, al volver a su casa de Tánger, encontró a los perros callejeros que cuidaba muertos o agonizando, envenenados por las autoridades. Ahora dirige una iniciativa pionera en Marruecos que ha conseguido esterilizar y vacunar 4.000 perros y 3.000 gatos de la calle.

Entre los perros que murieron ese día estaba Tonita, a la que vio apagarse mientras sus cachorros intentaban mamar. «Juré por Dios que cambiaría mi país», dice a EFE Salima, de 52 años, que desde entonces ha dedicado su vida a proteger a los animales.

Como resultado de su promesa, esta marroquí de madre inglesa fundó en 2016 la asociación Santuario de la Fauna de Tánger (SFT) y un albergue de animales, ‘El Santuario’, que abarca 2,4 hectáreas en las afueras de la ciudad marroquí y acoge a más de 900 perros, gatos, burros, cabras, monos y jabalíes.

Al llegar allí, Salima llama a cada perro por su nombre, les lanza comida y ellos la reciben eufóricos. Luego se van acercando sus burros, cabras y un jabalí para buscar comida y cariño, bajo las miradas curiosas de un macaco de berbería.

Perros controlados, ‘policías’ contra la rabia

En Marruecos, donde se estima que hay 3 millones de perros callejeros y un número aún mayor de gatos, su situación es desesperada. Según denuncian los activistas, las autoridades recurren a matanzas masivas con armas de fuego para controlar la población.

Para que no continúen las matanzas, SFT ha castrado y esterilizado a 4.000 perros y 3.000 gatos en sus ochos años de vida y ofrece ayuda a los animales de personas sin recursos. Salima calcula que solo en Tánger, una ciudad de 1 millón de habitantes, hay 30.000 perros callejeros.

Todos los registrados en el Santuario y una gran parte de los que están sueltos en la calle son vacunados anualmente y llevan una chapa amarilla en la oreja con un número de identificación.

«Protegemos a los animales, a los humanos y al medio ambiente, porque el antiparasitario que le doy al perro, por ejemplo, ayuda a erradicar las pulgas y garrapatas que había en los parques públicos», explica. Un perro callejero vacunado e integrado en el barrio, dice, es además «un policía» contra la rabia porque expulsa a los animales extranjeros no vacunados.

Sacrificio personal por una pasión

Para fundar la asociación, Salima vendió su casa, tres taxis que tenía en Inglaterra y gastó una herencia recibida. «Para mí esto es una pasión y una obligación humana moral», se justifica a bordo de una de sus tres ‘ambulancias animales’ en una misión para atender a una perra enferma.

«Nos han dicho que una de nuestras perras con chapa está mal de la barriga. La vamos a coger y la vamos a llevar al veterinario», explica mientras conduce por las calles de Tánger.

El Santuario, compuesto por 15 trabajadores contratados y numerosos voluntarios, se financia gracias a organizaciones internacionales y donaciones de particulares, una manera, dice Salima, de mantener su independencia ante las autoridades.

Y no solo se dedica a castrar y vacunar. También ha dado cursos a 160.000 alumnos en las escuelas de Tánger y ha impartido conferencias en universidades sobre bienestar animal o cómo prevenir la rabia. Trabajan siete días a la semana, aunque para Salima es más que un trabajo: «Es mi vida».

Un cambio de mentalidad social

Desde que comenzó, la percepción de la comunidad sobre los animales ha cambiado. «Al principio pensaban que era una loca», recuerda Salima. Ahora, la gente la para por la calle para agradecerle por su labor.

La asociación ha implementado un sistema de recompensas para incentivar el cuidado de los animales y ofrece 200 dirhams (18 euros) a los gorrillas que alimentan y cuidan a los perros. «Al principio lo hacen a cambio de dinero, pero al mes ya adoran a los perros», dice junto a Tahami, que guarda una casa en un acomodado barrio tangerino y tiene a su cargo cuatro perros de Salima.

Ahora les da pienso de su propio bolsillo y ve la utilidad de tenerlos al lado para su trabajo. «Los vecinos ya se han acostumbrado a ellos y también les dan comida. Salima está haciendo un buen trabajo, Dios la recompensará».

Para dar salida a sus animales y seguir atendiendo a otros, Salima busca «familias amorosas» para que adopten a sus «bebés». Ha enviado perros a hogares de más de una decena de países en todo el mundo, dice, y también ha encontrado casas «maravillosos» en Marruecos.

Mohamed Siali

EFE