Israel limita a 12 horas semanales el agua en Kfar Aqab, barrio palestino de Jerusalén

197
Desde la azotea de uno de los edificios más altos de Kfar Aqab, el barrio palestino más poblado de Jerusalén este ocupada, se ven tres cosas: el muro divisorio entre Israel y Cisjordania, una maraña de edificios verticales en construcción y los miles de tanques de agua que los coronan para a duras penas abastecer a su población, que afronta en pleno verano una profunda crisis hidrológica. En junio, los habitantes de Kfar Aqab pasaron a tener sólo 12 horas de agua corriente a la semana, algunos apenas dos, en un pico de su ya habitual escasez de agua, que debe suministrar Melkorot, la compañía nacional de agua israelí, y distribuir la Autoridad Palestina, que administra Cisjordania ocupada. "La gente pide prestado dinero para poder permitirse los tanques, hay incluso disputas familiares por el agua", relata Hassan Halawani, de 34 años. Es uno de los miles jerosolomitanos que han decidido llevar su vida al otro lado del muro. EFE/ Paula Bernabéu

Jerusalén, 30 de julio de 2024.- Desde la azotea de uno de los edificios más altos de Kfar Aqab, el barrio palestino más poblado de Jerusalén este ocupada, se ven tres cosas: el muro divisorio entre Israel y Cisjordania, una maraña de edificios verticales en construcción y los miles de tanques de agua que los coronan para a duras penas abastecer a su población, que afronta en pleno verano una profunda crisis hidrológica.

En junio, los habitantes de Kfar Aqab pasaron a tener sólo 12 horas de agua corriente a la semana, algunos apenas dos, en un pico de su ya habitual escasez de agua, que debe suministrar Melkorot, la compañía nacional de agua israelí, y distribuir la Autoridad Palestina, que administra Cisjordania ocupada.

«¡El Ayuntamiento de Jerusalén es el responsable de esta situación!», clama en la sede del consejo del barrio su presidente, el anciano Samir Abu Khalaf.

Kfar Aqab, como parte de Jerusalén este, está bajo administración israelí -Israel ocupó la mitad oriental de la urbe en 1967 y se la anexionó en 1980- y, a diferencia de los poblados palestinos que quedaron al otro lado del muro de separación, debería recibir el agua de la compañía municipal Gihon, como el resto de la ciudad, pero las autoridades israelíes lo han abandonado al sistema de distribución de Cisjordania.

Sin contener su malestar, Khalaf denuncia que su consejo municipal, administrativamente en tierra de nadie, ya no sabe a quién acudir tras contactar insistentemente con las autoridades competentes, que cruzan acusaciones sin llegar a soluciones.

«Es injusto que haya agua para los asentamientos y Jerusalén Oeste y aquí tengamos que seguir sin agua», lamenta Khalaf sobre la situación, que achaca a otro caso de discriminación contra palestinos.

Los israelíes, incluyendo los colonos de Cisjordania, utilizan diariamente el triple de agua que los palestinos de Cisjordania, donde sólo el 32 % tiene acceso a agua corriente a diario, según un informe de la ONG israelí B’tselem.

Tanques para asegurar el consumo

El 92 % de los palestinos en Cisjordania almacenan agua en tanques en sus tejados para abastecerse cuando no haya corriente, según B’Tselem, algo que en Kfar Aqab roza el extremo con cientos de bidones de 1.500 litros dibujando la panorámica del barrio.

Durante las doce horas semanales en las que los vecinos pueden abrir sus grifos, todos tratan de ducharse, poner lavadoras y llenar estos tanques, aunque los problemas de presión en el agua hacen una misión muy difícil llevar litros hasta los tejados de edificios de diez plantas.

«Necesitamos motores para lograr presión», explica otro miembro del consejo de Kfar Aqab, Iyad Sanduka, lo que hace aún más costoso el proceso.

Cuando las reservas de agua se acaban los vecinos tienen que comprársela a proveedores privados por unos 150 dólares el tanque grande y 100 el pequeño, un coste muy elevado a pesar del dudoso origen de este bien básico, según Sanduka.

Advierte de que «los tanques son muy peligrosos» para la estabilidad de los edificios. A dos por apartamento, cientos de toneladas se apilan sobre las cabezas de sus habitantes sin que el peso esté balanceado.

«La gente pide prestado dinero para poder permitirse los tanques, hay incluso disputas familiares por el agua», relata Hassan Halawani, de 34 años. Es uno de los miles jerosolomitanos que han decidido llevar su vida al otro lado del muro.

‘Boom’ demográfico en un barrio abandonado

Con más de 100.000 habitantes, Kfar Aqab acoge a cerca de un tercio de los 375.000 palestinos de Jerusalén Este. Pero muchos cruzan el muro huyendo de sus precios desorbitados sin arriesgarse a perder el carné de identidad israelí, ya que siguen dentro de los límites del distrito de Jerusalén.

El barrio vive una explosión demográfica -en 2010 contaba con 14.300 residentes según la Oficina Central de Estadísticas israelí- fácil de ver en la maraña de edificios verticales, muchos de ellos aún en construcción, que conforman el paisaje.

A pesar de este crecimiento, las calles sin asfaltar, los drenajes que las encharcan y la basura acumulada en las inexistentes aceras apuntan a un abandono institucional.

Cuando Israel se anexionó ilegalmente Jerusalén Este en 1967, redibujó sus fronteras para que incluyeran el aeropuerto de Qalandia y, con él, la villa palestina de Kfar Aqab, convertida entonces en la punta norte de la ciudad.

A más de dos décadas del cierre del aeropuerto y la construcción del muro de Cisjordania, el barrio ha quedado «abandonado» por Israel, explica Aviv Tatarsky, de la ONG israelí antiocupación Ir Amim.

Apenas a unos metros del muro de hormigón, Tatarsky resume la situación en una gran contradicción: «El Gobierno israelí quería la tierra, en la tierra había gente pero no quería a la gente».

EFE