Ayuda para los sin techo en Argentina, vital ante la pobreza, el frío y un Estado ausente

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Habitantes de calle reciben alimentos frente al obelisco en Buenos Aires (Argentina). Con la pobreza en torno al 50 %, un Estado ausente y uno de los inviernos más fríos del siglo, muchos argentinos sobreviven gracias a ayudas que reciben de gente de a pie. FE/ Juan Ignacio Roncoroni

Buenos Aires, 27 de agosto de 2024.- Con la pobreza en torno al 50 %, un Estado ausente y uno de los inviernos más fríos del siglo, muchos argentinos sobreviven gracias a ayudas que reciben de gente de a pie. La ONG Vida Solidaria hace de intermediario y ofrece abrigo, comida y hasta una cama en un bus.

Abril Contreras lleva cuatro de sus 21 años viviendo en la calle.

Junto a su pareja y su hija de dos años y medio, duerme en un parque del barrio de Constitución, en Buenos Aires. Durante el invierno, sin embargo, intentan pasar la noche junto a cajeros automáticos cerrados, en accesos a edificios o debajo de puentes.

«El invierno en Buenos Aires es peor. Es muy difícil estar en la calle con la nena. Hay veces que podemos aguantar y veces que no; veces que tenemos para taparnos y veces que no», explica a EFE a los pies del Obelisco, reluciente icono de la ciudad y en cuyos alrededores se concentran un sinfín de teatros, turistas, restaurantes y personas sin techo pidiendo ayuda.

Las últimas cifras del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires indican que hay unas 3.500 personas sin techo en la capital, aunque ONGs dedicadas a esta problemática advierten de que la cifra se ubica actualmente por encima de los 12.000 y que los programas de ayuda implementados por las autoridades son insuficientes para hacer frente a la dramática situación que se vive en las calles.

Abril se acercó junto a su familia a buscar la porción de estofado de pollo que sirven cada viernes los voluntarios de Vida Solidaria. Entre bocado y bocado, expresa su preocupación por el aumento de la cantidad de personas sin techo en la ciudad.

«Hay muchísima más gente en la calle y hay poca ayuda», advierte, y destaca que la capacidad de la población de ayudar a los más necesitados ha mermado «porque ya la gente que no está en la calle tampoco tiene plata, y la economía no ayuda».

A su alrededor, decenas de personas comen en silencio, sentadas sobre el pavimento.

Muchos aguardan su turno en una fila larga: algunos traen con ellos sus pertenencias en bolsas de residuos y otros se turnan con sus parejas o amigos para acercarse sin perder el sitio en el que van a pasar juntos la noche.

Los voluntarios se dividen entre quienes sirven la comida, quienes organizan a la gente que se acerca y quienes bajan las donaciones que van llegando en camionetas de la ONG desde la sede en la cual reciben los productos, cocinan y planifican las recorridas a pie y en auto para llevar alimentos y abrigo a quienes no pueden acercarse al Obelisco.

Este invierno, uno de los más fríos de los últimos sesenta años y en el que ya han muerto casi una decena de personas sin hogar por las bajas temperaturas, la ONG cuenta además con un bus de dos pisos donado por la Fundación FlechaBus que fue reformado para convertir los asientos en camas donde cada viernes duerme un grupo de personas sin techo.

«Salimos de la base Obelisco, hacemos un recorrido donde sube la gente y van a estar hasta mañana a las 7 de la mañana», relata a EFE Vita Carnevale, presidenta de Vida Solidaria.

El recorrido es breve porque el bus no tarda en llenarse: suben jóvenes solos, parejas, familias con niños y hasta una anciana de 74 años.

Leticia, de 42 años, sube junto a su marido y se acomoda en una de las camas del fondo. Viven juntos en la calle desde hace dos años y expresan la misma preocupación que Abril sobre el aumento de los sin techo en la ciudad.

Describe «filas larguísimas, que dan vuelta a la esquina» para pedir comida en comedores populares y compara la situación actual a la de 2001, la última gran crisis económica en el país.

«Pese a que no sé mucho de política, me doy cuenta que evidentemente ahora acompaña el particular al particular. El Estado no está, está ausente», dice desde el colchón del bus que compartirá esta noche con su esposo.

Leticia identifica, sin embargo, un aumento en la ayuda que brinda la población de a pie a quienes mendigan en las calles, y lo atribuye a que ahora hay más gente que ya no pide únicamente dinero, sino alimentos, medicamentos, abrigo o frazadas.

Pablo Duer

EFE