Manifestación masiva en Lisboa: exigen fin del racismo y la violencia policial

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Manifestación en el centro de Lisboa contra el racismo y la violencia policial. EFE/EPA/ANTONIO PEDRO SANTOS

Lisboa, 26 oct – Miles de personas, muchas de ellas ciudadanos afrolusos, tomaron este sábado el centro de Lisboa para rechazar el racismo y la violencia policial al grito de «sin justicia no hay paz», tras la muerte esta semana de un caboverdiano por disparos de un agente.

La protesta, organizada por la organización ‘Vida Justa’, que está ofreciendo asistencia legal a la familia de Odair Moniz, fallecido el lunes pasado, se desarrolló desde la plaza de Marquês de Pombal hasta Restauradores, en pleno corazón de la capital.

Muchos venían del extrarradio lisboeta, zonas con una importante presencia de migrantes y escenario en la última semana de disturbios, como la quema de contenedores de basura y autobuses después de la muerte de Moniz.

Algunos manifestantes portaban banderas de Cabo Verde y carteles con mensajes como ‘Black Lives Matter’ (las vidas negras importan), ‘Africa vs Everybody’ (África contra todo el mundo) y ‘Justicia para Odair Moniz’.

Y gritaron lemas como «Violencia policial es violencia colonial», «Sin justicia no hay paz» o «el pueblo unido jamás será vencido».

Moniz, de 43 años, perdió la vida la madrugada del lunes durante una persecución policial en su barrio Zambujal, en Amadora, en las afueras de Lisboa, donde fue abatido a tiros por un agente.

Según la policía, el hombre se resistió a ser detenido e intentó agredir a los agentes con un arma blanca, ante lo que uno de los efectivos abrió fuego. Esta versión es rechazada por la familia y amigos del fallecido, que acusan a las autoridades de intentar criminalizar la conducta del fallecido.

La muerte de Moniz ha desencadenado una ola de disturbios nocturnos en la capital y su periferia, que de momento se salda con 22 detenidos y cinco heridos, entre ellos un conductor de autobús con quemaduras graves.

Un portavoz de ‘Vida Justa’, Rui Estrela, señaló a EFE que «hay una familia de luto, que perdió a uno de sus miembros en condiciones que no están claras y estamos aquí para apoyar a esa familia y reforzar que es necesario tener claridad por parte de las instituciones públicas».

Recordó que «esta es una familia más que en Portugal es víctima de abuso policial, abuso de autoridad».

Algunos de los participantes en la marcha llevaban claveles, el símbolo de la revolución portuguesa, y flores de todo tipo.

Una de ellas era la angoleña Lucia Moniz, socióloga residente en Sintra, en las afueras de Lisboa, quien indicó a EFE que acudió a la manifestación por el «racismo estructural» de la sociedad portuguesa.

Explicó que había elegido llevar una flor porque es «el símbolo de la paz, el amor y el pacifismo».

No muy lejos de Moniz, se encontraba Maria, una caboverdiana que portaba una bandera de su país y que reivindicó que en los barrios de la periferia no solo vive «gente marginal», sino también «personas legales», como médicos o periodistas.

«No porque sean barrios pobres tienen que ser personas que no estén bien educadas», aseguró a EFE.

A la cabeza de la protesta estaba la luso-angoleña Cláudia Simões, una cocinera que en 2020 estuvo implicada en otro incidente racista en un autobús, donde tuvo que intervenir la policía y por el que fue condenada a una pena suspendida de ocho meses de prisión por un delito de ofensa a la integridad física.

Simões dio un discurso al final de la manifestación en el que apuntó que le gustaría saber qué opina la policía de los negros y se quejó de que ella también la llamaron «bandida», como están tratando a Moniz.

La protesta transcurrió en paralelo a otra organizada por el partido de ultraderecha Chega en el centro de Lisboa, pero con un recorrido distinto. El objetivo de esta marcha era expresar su apoyo a la policía.

Existía inquietud de que ambas manifestaciones coincidieran en algún momento, dado que inicialmente ambas tenían previsto terminar en el Parlamento, pero finalmente la marcha antirracista alteró su recorrido.

EFE