São Paulo, 28 de noviembre de 2024.- El Gobierno brasileño ha afilado en el último año la precisión de la vigilancia satelital, clave para combatir la deforestación en la Amazonía, si bien los científicos encargados del programa afirman que aún necesitan más del doble de los recursos de que disponen para poder enfrentar el desafío.
La tala, principal fuente de emisiones contaminantes en Brasil, cayó un 31 % entre agosto de 2023 y julio de este año en el mayor bosque tropical del planeta y afectó a una superficie de 6.288 kilómetros cuadrados, la menor área en nueve años, según cifras oficiales publicadas este mes.
El dato ha sido celebrado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva como una prueba de que él se toma en serio el medio ambiente a diferencia de su antecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), muy laxo en ese rubro.
Este éxito es el resultado de una cadena de acciones que arranca a cientos de kilómetros de la superficie terrestre, donde varios satélites captan imágenes que luego son analizadas por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), dependiente del Ministerio de Ciencia.
“Cuando empecé eran imágenes en papel y todo era muy lento; ahora conseguimos detectar terrenos de una hectárea”, explica en entrevista con EFE el coordinador del programa, el agrónomo Cláudio de Almeida, que lleva dos décadas en la institución.
Este año, el INPE trabajó por primera vez enteramente con satélites Sentinel, que producen imágenes con una resolución tres veces mayor a la del Landsat de la NASA que se usaba antes.
Otra ventaja es que, mientras que con el Landsat los investigadores brasileños tenían que esperar 16 días para recibir una nueva imagen, estos satélites las suministran cada cinco.
“Vemos con más claridad los bordes del terreno y tenemos más imágenes porque los satélites pasan más veces”, explica Almeida.
Gracias a su tecnología radar, estos aparatos también permiten superar uno de los mayores desafíos de la vigilancia satelital en la Amazonía: las nubes.
Hasta ahora, entre el 5 y el 6 % del mapeamiento quedaba incompleto por estar siempre nublado, lo que obligaba a los investigadores a estimar la deforestación en función de otros terrenos limítrofes con cielo despejado.
Cada día, el INPE manda cientos de imágenes de áreas taladas al Ministerio de Medio Ambiente para que este mande inspectores a campo.
“No hay un inspector disponible para cada polígono de terreno que mandamos, por lo que tienen que priorizar”, admite.
Sanciones al alza tras los años de Bolsonaro
Si se identifica el nombre del propietario del terreno deforestado, el Ministerio puede emitir autos de embargos y de sanciones, los cuales casi se duplicaron en el último año, aunque la impunidad es alta y la inmensa mayoría de infractores no pagan la multa.
“Cuando son identificados, van a tribunales y retrasan la aplicación hasta que expira. La impunidad es una motivación para cometer crímenes ambientales”, apunta a EFE la portavoz de Greenpeace Cristiane Mazzetti.
El INPE pasó por momentos difíciles con Bolsonaro, quien lo acusaba de mentir y de hacer “campaña contra Brasil”. Su entonces director, Ricardo Galvão, fue despedido tras criticar al presidente por cuestionar la solidez de los datos, que mostraban un fuerte aumento de la tala.
En medio de las dudas sobre el futuro de la institución, Greenpeace lanzó por esas fechas su propia herramienta satelital para captar la tala.
“No estaba claro si el monitoreo oficial iba a seguir y quisimos tener algo para continuar haciéndolo, complementar”, señala Mazzetti.
Si bien Lula no cuestiona los datos del INPE, el presupuesto del programa de monitoreo, unos ocho millones de reales (alrededor de 1,3 millones de dólares), sigue siendo menos de la mitad de lo que el equipo necesita, según Almeida.
Además de captar más recursos, el objetivo del investigador es aumentar la frecuencia de la captación de imágenes para poder reaccionar más rápido.
“Desde un punto de vista profesional, lo que me interesa no es el incremento o la caída de la deforestación, sino garantizar la calidad, que mi dato pase del 94 % al 98 % de acierto”, asegura, aunque tampoco esconde su satisfacción por ver la tala disminuir.
Jon Martín Cullell
EFE