Bahía Málaga (Colombia), 18 dic – Cuando la marea baja en el Pacífico colombiano un grupo de mujeres se pone botas de caucho, toman una balsa y se internan en un bosque de manglares para recolectar la piangua, un molusco que, además que proporcionarle alimento a sus familias, las empodera y les da voz en su territorio.

Están en la comunidad de La Plata, en el corazón del Parque Nacional Natural Uramba–Bahía Málaga, y tienen justo seis horas para trabajar antes que el mar vuelva a subir. Metidas en el barro cantan para amenizar sus jornadas y sin importar el sol o la lluvia llenan sus recipientes con este molusco semejante al mejillón con el que preparan deliciosas recetas.

«Es una actividad ancestral muy importante porque nos permite tener sostenibilidad económica como mujeres, ser símbolo de resistencia de tradiciones culturales y cuidar nuestras tradiciones gastronómicas», precisa a EFE Matilde Mosquera Murillo, representante legal de la Asociación Raíces Piangüeras.

Mosquera, de 27 años y socióloga de profesión, asumió el reto de liderar esa organización creada en 2019 y ha logrado reunir a más de 70 mujeres que se dedican a este oficio en el Consejo Comunitario de La Plata-Bahía Málaga, donde cumplen un papel fundamental en la conservación.

«Hacemos monitoreo de los manglares, pues sabemos la importancia que tienen en el ecosistema, son la sala cuna de miles de especies. También, hacemos que cada proceso sea sostenible para que todas las iniciativas que lideremos permitan cuidar la naturaleza», insiste Mosquera.

Reconocimiento internacional

Su trabajo ya tiene reconocimiento internacional y desde 2023 realizan el ‘Encuentro de Mujeres Piangüeras del Pacífico Colombiano’. En la primera edición le solicitaron al Gobierno Nacional abogar ante la Unesco para que declare el piangüeo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

«Creemos en la necesidad de un fortalecimiento político de las mujeres, que nuestra voz sea escuchada y que hagamos parte de las decisiones que se toman en el país para que tengamos votos en las políticas públicas y que reconozcan nuestro trabajo ancestral en el mundo», añade.

Fotografía del 9 de diciembre de 2024 de dos mujeres recolectoras de piangua bajando de una canoa, en la vereda La Plata de Bahía Málaga (Colombia). EFE/ Ernesto Guzmán Jr.

La riqueza ambiental del archipiélago de La Plata es enorme y sus 32 islas e islotes son el hábitat de 1.396 especies de aves, reptiles, mamíferos y felinos, así como de 60 clases de ranas, 25 de lagartos y 52 de serpientes.

También se pueden contar ocho especies de tiburones, 22 de rayas y 348 de peces que tienen como su hogar seis tipos de manglar: mangle rojo, mangle nato, mangle piñuelo, mangle botón o botoncillo, mangle bobo y mangle comedero.

Unidad y conciencia

Según Santiago Valencia, líder del Consejo Comunitario de La Plata-Bahía Málaga, las mujeres utilizan un ‘piangüímetro’, una herramienta que funciona como una regla que les permite medir el molusco cuando ya ha pasado su etapa reproductiva.

«Su organización es tan fuerte como las raíces del mangle y hasta se unen para reforestar cuando lo ven necesario. Esta unidad las ha hecho buscar otras alternativas porque ven que todo es posible y hoy se ven como lo que son: mujeres poderosas, empresarias y amantes de la naturaleza», indica Valencia.

Actualmente, las mujeres piangüeras trabajan en la búsqueda de recursos que les permitan acceder a estudios para mejorar y fortalecer sus procesos.

Algunas de ellas ya crearon otros emprendimientos para la fabricación de pomadas a base de plantas medicinales de la selva, bebidas ancestrales y hasta piensan en empacar la piangua al vacío para exportarla a otros países.

«Cuando vamos al manglar cantamos como símbolo de poder, de expresar nuestros sentimientos, también sirve para armonizar nuestra actividad y entender que somos importantes; esta herencia se la dejaremos a nuestros hijos y seguirá por generaciones», concluye Mosquera.

Mario Baos

EFE

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