Antioquia, Colombia, 18 mayo de 2025.- El 12 de diciembre de 2018, un trágico incidente sacudió la tranquilidad de la vereda Los Azules, en el municipio de Frontino, Antioquia. El avión ultraliviano HJ-111, pilotado por Juan Camilo Villegas Rodríguez, un instructor de vuelo, fue derribado, causando su muerte. Lo que inicialmente parecía un accidente aéreo se convirtió en un caso emblemático de presunta responsabilidad estatal, destapando una serie de irregularidades, intentos de encubrimiento y un uso desproporcionado de la fuerza pública.

Siete años después, el fallo del Juzgado Noveno Administrativo Oral de Medellín, emitido el 15 de mayo de 2025, ha arrojado luz sobre este oscuro episodio, confirmando que el avión fue impactado por disparos de la fuerza pública. Este artículo reconstruye los hechos, analiza las evidencias, los testimonios y las implicaciones legales, y honra la lucha de una familia que busca justicia en medio de un sistema que, en ocasiones, parece proteger a los perpetradores antes que a las víctimas.
Juan Camilo Villegas Rodríguez era un piloto instructor apasionado por su oficio. Aquel 12 de diciembre de 2018, realizaba un vuelo rutinario en el ultraliviano HJ-111, una aeronave ligera diseñada para operaciones de baja altitud. La vereda Los Azules, un área rural de Frontino, era un lugar conocido por su tranquilidad, alejado de los focos de conflicto armado que alguna vez azotaron otras regiones de Antioquia. Sin embargo, ese día, la calma se rompió con el estruendo generado por disparos y el impacto de una aeronave que se fue contra el suelo.
Testigos presenciales, relataron los momentos previos al incidente. Vieron el avión aproximarse a la pista de aterrizaje mientras las fuerzas militares, estacionadas en una base cercana, estaban en estado de alerta. Los testimonios iniciales apuntaron a que los tripulantes perdieron el control del ultraliviano, lo que llevó a una colisión con el terreno. Sin embargo, esta narrativa pronto sería cuestionada por pruebas que revelaron una verdad diferente: el avión no había sufrido fallas mecánicas ni había sido víctima de un error humano. Había sido derribado deliberadamente.
Las familias afectadas y devastadas por la pérdida de sus seres queridos, no tardaron en señalar al Estado colombiano como responsable del derribo. Argumentaron que las fuerzas militares, en un acto desproporcionado, dispararon contra una aeronave civil sin justificación alguna. Por su parte, el Ministerio de Defensa negó rotundamente cualquier responsabilidad, sosteniendo que la carga de la prueba recaía en la familia para demostrar que el ejército había cometido una falla en el servicio. Esta postura inicial del Estado reflejaba una estrategia común en casos de presuntas violaciones a los derechos humanos: desviar la responsabilidad y cuestionar la legitimidad de las víctimas.
El caso se convirtió en un tira y afloje judicial que duró más de seis años. La familia, representada por un equipo de abogados, insistió en que el derribo fue un acto deliberado y que el Estado debía responder por el daño antijurídico causado. Según el marco legal colombiano, la responsabilidad estatal se configura cuando se demuestra un daño imputable a las autoridades públicas, con una clara relación de causalidad entre la acción u omisión del Estado y el perjuicio sufrido. En este caso, la desproporción en el uso de la fuerza pública se convirtió en el eje central del debate.
De acuerdo con los abogados Michell Pineda y Roberto Uribe, el informe de la Aeronáutica Civil podría haber intentado desviar la atención de la verdad al no esclarecer la presencia de orificios de proyectiles en el ultraliviano HJ-111. El informe preliminar COL-18-48-GIA, elaborado por dicha entidad, documentó un supuesto impacto con el terreno de la aeronave MXP-740-NV el 12 de diciembre de 2018 en Frontino, Antioquia, y lo clasificó como un accidente, omitiendo cualquier mención a los disparos que impactaron la aeronave.
Sin embargo, esta versión fue desmentida por el fallo del Juzgado Noveno Administrativo Oral de Medellín, emitido el 15 de mayo de 2025. Tras una rigurosa investigación, el juzgado confirmó la responsabilidad de la fuerza pública en el derribo del avión, señalando un uso desproporcionado de la fuerza por parte de miembros del Ejército Nacional.
Por fortuna, los abogados del caso lograron probar, mediante análisis periciales, lo que el informe oficial intentó ocultar. Los estudios balísticos revelaron múltiples impactos de bala en el ultraliviano, descartando tanto fallas mecánicas como errores humanos como causas del siniestro. Además, la investigación judicial determinó que no había presencia de grupos armados ni enfrentamientos en la zona en el momento del hecho, refutando cualquier intento de justificar el ataque con argumentos operacionales.
Informe preeliminar del avión accidentado por parte Aerocivil by Análisis Urbano Medellín
El punto de inflexión en la investigación llegó con las evidencias periciales, que jugaron un papel crucial en el establecimiento de la culpabilidad de la fuerza pública. Los análisis balísticos realizados a los restos del ultraliviano HJ-111 confirmaron la presencia de impactos de bala, un hallazgo que desmontó la narrativa inicial de un accidente. Los peritos concluyeron que el avión no presentaba fallas mecánicas antes del incidente, lo que reforzó la hipótesis de que la caída fue provocada por una acción intencionada.
Además, la investigación determinó que no había evidencia de enfrentamientos armados ni de la presencia de grupos al margen de la ley en la zona al momento del derribo. Este dato era crucial, ya que el Ministerio de Defensa había insinuado que el avión podría haber sido confundido con una amenaza en un contexto de conflicto. Sin embargo, los hechos demostraron que la vereda Los Azules era un área sin actividad insurgente, y el ultraliviano HJ-111, claramente identificado como una aeronave civil, no representaba peligro alguno.
El fallo del Juzgado Noveno Administrativo Oral de Medellín, emitido el 15 de mayo de 2025, fue contundente: el avión fue impactado por disparos de arma de fuego de la fuerza pública, lo que provocó su caída. Este pronunciamiento no solo validó las denuncias de la familia, sino que también puso en evidencia una serie de irregularidades en la actuación del ejército.
Uno de los aspectos más perturbadores del caso es la sospecha de que la fuerza pública intentó ocultar su responsabilidad. Inmediatamente después del incidente, soldados del batallón presente en la zona acudieron al lugar del accidente, supuestamente para rescatar a las víctimas y custodiar el área. Sin embargo, esta reacción ha sido interpretada por los abogados de la familia como un intento de controlar la narrativa y evitar que se revelara la verdadera naturaleza del ataque.
La ausencia de informes en el ejército sobre el caso sobre la supuesta presencia de grupos armados en la zona reforzó estas sospechas. En un contexto donde la transparencia es fundamental para garantizar la justicia, la falta de registros oficiales sobre las circunstancias del incidente sugiere un esfuerzo deliberado por parte de las autoridades militares para encubrir los hechos. Este comportamiento no solo obstaculizó la investigación inicial, sino que también alimentó la desconfianza de la familia y la comunidad en las instituciones del Estado.
Fallo Frontino 15 de Mayo 2025 by Análisis Urbano Medellín
Entre las pruebas presentadas, destacó el testimonio de un soldado que estuvo presente en el momento del derribo. Según su declaración, la avioneta fue impactada por disparos de “todos”, una afirmación que implica un reconocimiento tácito de la responsabilidad de la fuerza pública. Este testimonio contradice directamente la narrativa oficial del Ministerio de Defensa y pone en evidencia una falta de diligencia en el uso del armamento militar. Más aún, sugiere un posible abuso de poder, ya que no había ninguna justificación para disparar contra una aeronave civil en operación.
La declaración del soldado no solo fortaleció el caso de la familia, sino que también estableció un precedente importante en la jurisprudencia colombiana. En un país donde los casos de abuso militar han sido históricamente difíciles de probar, este testimonio representa una grieta en el muro de impunidad que a menudo protege a las fuerzas armadas.
El fallo del 15 de mayo de 2025 no solo resolvió el caso del ultraliviano HJ-111, sino que también sentó un precedente significativo en materia de responsabilidad estatal y protección de los derechos humanos. Al confirmar que el derribo fue un acto deliberado de la fuerza pública, el juzgado reafirmó que el Estado tiene la obligación de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y de actuar con proporcionalidad en el uso de la fuerza.
El caso también pone de relieve las tensiones entre las instituciones militares y la sociedad civil en Colombia, un país que aún lidia con las secuelas de décadas de conflicto armado. Aunque el incidente ocurrió en una zona sin actividad insurgente, la mentalidad de “alerta máxima” de las fuerzas militares parece haber primado sobre el sentido común y el respeto por la vida. Este enfoque, lejos de proteger a la población, resultó en la muerte de un ciudadano inocente y en un daño irreparable para su familia.
Para la familia de Juan Camilo Villegas, el camino hacia la justicia ha sido largo y doloroso. Han enfrentado no solo la pérdida de un ser querido, sino también la resistencia de un sistema que, en un principio, pareció más interesado en proteger a las fuerzas militares que en esclarecer la verdad. Sin embargo, su perseverancia, apoyada por un equipo legal comprometido y por las evidencias periciales, finalmente dio frutos con el fallo de 2025.
Este caso es un recordatorio de la importancia de la rendición de cuentas y la transparencia de las instituciones del Estado en una democracia como la nuestra. La muerte de Juan Camilo no puede ser revertida, pero la condena al Estado envía un mensaje claro: las acciones desproporcionadas de la fuerza pública no pueden quedar impunes. Además, el fallo ofrece una medida de reparación para la familia, que ha buscado no solo justicia, sino también garantizar que tragedias similares no se repitan.
El 12 de diciembre de 2018, un vuelo rutinario terminó en tragedia, pero también marcó el inicio de una batalla por la verdad y la justicia. Siete años después, el fallo del Juzgado Noveno Administrativo Oral de Medellín ha dado un paso crucial contra la impunidad, confirmando la responsabilidad del Estado en el derribo del ultraliviano HJ-111. Sin embargo, la lucha no termina aquí. Este caso debe ser un catalizador para cambios más profundos, para que la vida de tantos inocentes no quede impune. En un país que aspira a la paz, la justicia es el primer paso hacia la verdadera reconciliación.
Se hace justicia: No fue accidente, el avión civil fue derribado por miembros de la Séptima División del Ejército en 2018
A.U.