El rentable negocio del microtráfico en Medellín: esta es la cartografía criminal

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Muchos lunares tiene el mapa de Medellín. Cada lunar de esos representa una plaza de vicio, una olla, un jibareadero, un punto donde los criminales expenden droga, estupefacientes.

Lo hacen las 24 horas, los siete días a la semana. No descansan. Tienen servicio a domicilio: la pepa, el moño, la cripy, la rueda, el tuci, de todo se vende puerta a puerta. Y no cobran por llevar el domicilio. Son empresas criminales muy rentables. De hecho, son las que mueven la economía local, la regional, la nacional. En una zona no mayor a 30 cuadras, por ejemplo, tienen más de 70 campaneros, que son aquellas personas que están pendientes de dar la alerta cuando hacen presencia los policías que no están en sus nóminas.

Cada uno de esos campaneros gana en promedio $50.000 diarios. Con lo devengado en una semana llevan la comida a la casa, compran ropa, salen a pasear, van al centro comercial, van a cine, a buenos restaurantes, a moteles y así dinamizan la economía. Si no fuera por ello, estarían vacantes, engrosando la larga lista de desempleados que hay en la ciudad.

No hablamos en este trabajo de las plazas móviles, ni las contabilizamos. Solo en el centro de Medellín, comuna 10, en el barrio San Benito, hay varias móviles, donde los clientes esperan un momento y cuando hay una buena cantidad de ellos, aparece el jíbaro, recibe el dinero preciso (es una condición porque las vueltas quitarían mucho tiempo), entrega el producto y se va. El proceso no dura más de cinco minutos.

En el lugar en el que están ubicados los grupos ilegales, las bandas, es donde están las plazas de vicio. Lamentablemente en esos lugares, así como en las llamadas cocinas, la megaplaza, los centros de distribución, los de la administración del negocio, también están los cuadrantes de la Policía, las subestaciones, las estaciones e incluso cerca de Corpades está la estación Candelaria y hay bastantes plazas de vicio móviles y estacionarias.

Cada punto no fue ubicado en el mapa al azar, sino con toda la precisión y rigor que caracteriza nuestras investigaciones. Encontramos que la distribución de las plazas de vicio se manejaban 3×1: es decir, dos de marihuana por una de químico.

Este año han comenzado un proceso de cambio. Se han reducido el número de plazas, se manejan dos por barrio. Esto está ocurriendo, empezó en Belén y se viene extendiendo a otras partes.

¿Cómo se está moviendo el negocio?
Una plaza de marihuana y otra de bazuco. La institucionalidad debería prestar mucha atención porque el tema del bazuco viene creciendo a la par del consumo de marihuana. Es decir, mucha gente está entrando al consumo del bazuco. Lo más grave es que este bazuco lo están empezando a consumir desde la edad de los nueve años. Los dueños de las plazas, los denominados jíbaros y otros que ayudan en este negocio criminal, vienen realizando un trabajo desde hace años, enviciando, creando adicción a la droga a niños, niñas y adolescentes, llevándolos desde muy corta edad por un camino de dependencia de estupefacientes.

Lo hacen para tener más clientes, para que el negocio no desaparezca, para asegurar sus ventas, para que no pierda la dinámica de ingresos de recursos.

Sumadas a esas plazas de marihuana y bazuco, aunque separadas, está la plaza de químicos: perico, ácidos, las metanfetaminas y el 2cb (tucibí). En la plaza de la marihuana se venden las variedades cripi, la régula y punto rojo.

Hace un par de años el periódico El Colombiano publicó un artículo que hacía referencia a una investigación sobre el número de plazas de vicio que tendría Medellín. La institucionalidad en ese momento les mintió, les dijo que no había más de 200 o 240 plazas de vicio. Pero ellos encontraron más de 800 plazas de vicio.

Ahora, nuestro trabajo de investigación arroja que por comuna hay cerca de 45 plazas en promedio, mientras que por corregimiento serían 30 plazas, para un total aproximado de 870 plazas. Nuestro margen de error es poco, certera la cifra en un 95 %. Además existen doce cocinas en la periferia de la ciudad, aunque también las hay en la ciudad, como la de la mega plaza del Barrio Trinidad, más conocido como Barrio Antioquia, y la del barrio El Poblado, que es una cocina de tucibí. En estas cocinas es donde se preparan, se fabrican los estupefacientes, principalmente el cloridrato de cocaína, la cocaína y el bazuco.

Desafortunadamente muchos de los cuadrantes saben dónde es que están ubicadas esas cocinas y esas plazas y pasan a cobrar su cuota, su parte, para dejarlos trabajar.

También hay diferentes puntos de administración, acopio y distribución de la sustancia, que también son los sitios donde se recogen los dineros que deja este lucrativo y mortífero negocio ilegal.

En el mapa que elaboró Corpades también está ubicada la mega plaza del Barrio Antioquia. Esta mega plaza no está ahí hace diez o quince años. No. Lleva más de 30 años allí. Tienen 72 campaneros, administran, tienen puntos de ventas, de almacenamiento, tienen su cocina. A ese lugar llegan toneladas de marihuana, kilos y kilos de cocaína, de tucibí, ácidos y de allí distribuyen a buena parte de Medellín y el Valle de Aburrá. Es un gran depósito de droga en el que se vende al por mayor y al detal.

Son entonces más de 800 plazas de vicio las que hay en Medellín, sin contar las plazas móviles, sin contar lo que se vende a domicilio, nos atrevemos a decir que los ingresos son superiores a un billón de pesos al año, es lo que recibe la delincuencia, el crimen urbano, producto de la venta de drogas.

Si hay tanta oferta, es porque hay mucha demanda. Atención a esto. Mucha de nuestra población está consumiendo droga. Y lo peor, niños, nuestros niños, niñas y adolescentes están consumiendo droga, desde muy temprana edad, en los colegios, en las afueras de los centros educativos, están los jíbaros al acecho para conseguir sus futuros clientes. Y después de convertirlos en drogadictos los ingresan a los grupos armados.

En esos “combos” consiguen empleo, les pagan por ser campaneros, por ser carritos, por llevar armas, por llevar drogas, empacar, organizar las bolsas, raspar la marihuana, etc. Gran parte del dinero que les pagan se lo gastan en droga.

Este panorama lamentable, esta realidad palpitante, es la que se va a encontrar el nuevo alcalde de Medellín, Daniel Quintero; el nuevo gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, el nuevo Concejo y la nueva Asamblea.

No es un juego, no queremos llamar la atención. Es una realidad, preocupante, gigantesca y que crece cada vez más sin que hasta ahora ninguna autoridad haya logrado siquiera menguarla.

Hay que buscar una estrategia de seguridad que desmantele las plazas, que regule el consumo de sustancias sicoactivas a menores de edad, que eviten que los menores las consuman, son otras las cosas que se deben estar fortaleciendo en la ciudad y no este mercado oscuro de la ilegalidad

Alcalde Daniel Quintero, no es solo la presencia del crimen a nivel de hombres armados. Ellos también tienen un negocio montado, rentable, cuyos ingresos los fortalecen, los invierten en pagar nóminas paralelas, en adquirir armas, en comprar conciencias.

En una próxima entrega mostraremos en qué lugares de la ciudad los comerciantes, y en general los ciudadanos de bien, están siendo extorsionados, vacunados.

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