Detrás de las actividades ilícitas más notorias que se realizan en nuestro país también hay algunas que atentan contra la naturaleza y la flora y fauna de nuestros territorios. Aunque no es tan conocido, el tráfico ilegal de madera genera rentas inmensas y hace parte de las dinámicas de nuestro conflicto armado.
El narcotráfico y la minería ilegal son tal vez las actividades ilegales que más resaltan por la forma en la que los grupos armados las realizan y obtienen ganancias por ellas. Ambas producen su propia afectación al medio ambiente, pero sus efectos pueden ser relativamente menores a lo que ocasiona el tráfico ilegal de madera: extensos territorios antes llenos de árboles ahora vacíos y sin vida.
Aunque la obtención de madera por parte del ser humano es una actividad que lo ha acompañado por miles de años para distintos propósitos, hoy en día hay un número de restricciones para esto debido a la deforestación que existe en nuestros territorios y las afectaciones al medio ambiente que esto genera. No obstante, hay ahora una práctica que está acabando con nuestros bosques sin permiso y sin consecuencias.
Esta práctica se conoce en el negocio de la madera como la comercialización ilegal de la misma, y comienza con un proceso en el que la madera es obtenida de forma ilegal. Los integrantes de grupos armados -y de otros particulares al servicio de este negocio- entran a lugares poblados de árboles no vigilados y los talan. La tala se transforma en madera para su venta y esta ocurre a través de canales que tampoco son legales.
Hay que tener en cuenta lo vasta que es la selva colombiana, y los muchos lugares llenos de árboles que representan un gran atractivo para quienes quieren hacer explotación de estos sin pagar impuestos y sin ninguna clase de restricción para la actividad. Lo que se tala no es resembrado y, en consecuencia, los bosques poco a poco se acaban a un ritmo incalculable.
Para que este fenómeno ocurra con frecuencia en la actualidad en Colombia tuvo que suceder un hito: el Proceso de Paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc. Los bosques que este grupo ocupaba quedaron despoblados y a merced de nuevos actores. La guerrilla no solo cuidaba la naturaleza que los rodeaba, sino que utilizaban las selvas como cobijo natural en la guerra que disputaban. Esto ahora no sucede.
El Estado colombiano, como lo hemos insistido en varios de nuestros artículos, no hizo presencia en las zonas que las Farc dejaron desocupadas luego de su desarme. Grandes territorios y rutas aptas para el narcotráfico, el contrabando y otras actividades como el tráfico de madera quedaron abiertas de par en par para que nuevos grupos armados llegaran e instauraran sus propias reglas y sus propios negocios.
Un nuevo negocio
Se calcula que los réditos del tráfico ilegal de madera pueden rondar los 750 millones de dólares anuales. Esta es una suma para nada despreciable para quienes entran en este “nuevo” negocio, que tiene mucho menor reconocimiento y por lo tanto es mucho menos perseguido que el narcotráfico y la minería ilegal.
Para estos efectos, el negocio de la tala ilegal de árboles resulta muy rentable: los ingresos pueden ser una tercera parte de lo que genera el narcotráfico en el país y, si se ve desde cierta perspectiva, con mucho menos riesgo. Las autoridades están más pendientes de cargamentos de droga que de madera.
Las selvas más afectadas por esta actividad en la actualidad son las del Darién, en el Chocó, y la del Amazonas. La madera arrancada viaja sin restricciones por ríos y carreteras y en pocas ocasiones es sorprendida por las autoridades. De 2015 a 2017 las autoridades incautaron apenas 64.000 metros cúbicos de madera obtenida de forma ilegal, lo que representa una cifra menor para lo que se tala de madera en total, unos 5 millones de metros cúbicos al año.
Un fenómeno que también presenta este nuevo modelo de negocios es que la madera, como materia prima, es un producto legal en el mercado. La madera obtenida de forma legal se mezcla con la obtenida de forma ilegal y es imposible determinar cuál es cuál cuando va a ser vendida. Es por eso que esta madera ilegal se puede vender en las ciudades o exportar al extranjero sin que nadie se dé cuenta de cuál es su origen.
En esto se diferencia esta actividad del narcotráfico, pues mientras que las drogas son ilegales y su comercio está prohibido, la madera se puede vender sin problemas en alguna capital y puede terminar en una sala de una casa sin que se sepa que esta fue obtenida de manera ilegal y que hizo parte de una deforestación no controlada.
La efectividad actual de este mercado es contundente, y se refleja en cifras como esta que proporciona el Ministerio de Ambiente: del total de madera que se vende en nuestro país, alrededor del 47 por ciento es obtenida de manera ilegal. Esto quiere decir que 2,5 millones de metros cúbicos de madera vendida en Colombia son ilegales.
La deforestación no controlada está afectando de manera considerable los ecosistemas de las selvas en Colombia. De acuerdo con cifras del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la actividad de la tala ilegal de árboles ocasiona el 10 por ciento del total de la deforestación que hay en el país.
De bosques prohibidos a madera en venta
No siempre son los grupos armados los que se encargan de comercializar con la madera ilegal. También se encargan de esto pequeños madereros que aprovechan ciertas áreas para explotarlas sin tener el pedido para hacerlo, y vender el resultado de su trabajo.
En nuestro país es necesaria una licencia de aprovechamiento forestal para talar cierto espacio de un bosque determinado, pero estos permisos son violados de manera constante. De acuerdo con informaciones oficiales, muchas de las personas que tienen estas licencias no talan en los lugares que lo tienen permitido sino que lo hacen en espacios prohibidos que les resultan convenientes. De ahí es normal que la madera viaje en botes, canoas o vehículos por ríos y carreteras y que pasen los controles de las autoridades sin ningún tipo de problema.
Es en este punto cuando la madera ilegal se mezcla con la legal y va para el mercado son restricciones. Las autoridades tienen poco alcance para la gran cantidad de madera que se mueve por las rutas de nuestro país, y menos aún si se tiene en cuenta que algunas de estas rutas son ilegales y escondidas, y en ellas no hay presencia de la Fuerza Pública.
Estas rutas son más utilizadas por los grupos armados que las controlan, cuyos ingresos se diversifican con la madera al no solo depender de las sustancias alucinógenas y de los minerales extraídos con minería ilegal. Los grupos armados también tienen personas trabajando en la tala de bosques y eslabones en la cadena de su comercialización.
Se sabe que hay una ruta por el Darién en el Chocó que los grupos armados utilizan para el tráfico de personas y de minerales de la minería ilegal, y se cree que también estarían siendo utilizadas para transportar madera obtenida de manera ilegal. Esto muestra otra arista en este fenómeno: la presencia de actores internacionales.
También está la presencia de mafias brasileras que explotan la madera a su lado de la frontera pero que también de encuentran metidas en el negocio de la madera en Colombia. Se sabe que estos grupos explotan a grupos indígenas, utilizan rutas escondidas del país y son poco cuestionadas por las autoridades colombianas y brasileñas, que no dan abasto para cubrir los territorios y frenar el fenómeno de la tala ilegal.
Con la cantidad de dinero que produce, la tala ilegal de árboles se vuelve una actividad bastante apetecida tanto para grupos armados como para particulares que buscan un negocio redondo y turbio. Se calcula que el 30 por ciento de la madera que se vende en el mundo proviene de la tala ilegal, y las consecuencias medioambientales de esto son terribles. Colombia es un nuevo escenario para este negocio, y las autoridades no logran contenerlo.