Soy de esas personas a las que la cuarentena les sonríe, no como a muchos de mis amigos que están pensando en cómo pagar el arriendo del otro mes porque sus empresas cerraron o sus negocios no están abiertos.
Tengo 30 años, hace tres era recepcionista y ahora soy modelo webcam.
No es fácil vivir con el estigma moral que la sociedad ha tenido sobre las modelos webcam pero esta cuarentena ha demostrado que este oficio va más allá del morbo, los fetiches y las fantasías sexuales de los usuarios.
Aquí termina uno siendo un confesionario o un psicólogo. Cada día llegan hombres que comienzan a contarme sus vidas, los problemas de la casa, el trabajo y lo que les gusta hacer. Quizá piensan que puedo ser una especie de terapia contra la soledad.
La mayoría de mis clientes son de Europa, donde la situación está crítica, y su tiempo lo gastan contándome qué podrían estar haciendo si pudieran salir del confinamiento.
Por su puesto, también termino contándoles mi vida. Al fin de cuentas todos estamos pasando por la misma situación de aislamiento.
En las largas conversaciones, el drama más repetitivo es cómo se han quedado sin trabajo.
En mi trabajo juega mucho la doble moral. No se conoce a la otra persona, desde mi pantalla solo veo un nombre, luego escucho y respondo lo que ellos quieren escuchar. Siempre hay que tener en cuenta que uno no se puede involucrar sentimentalmente.
La idea es que ellos se entretengan y gasten minutos en el privado porque la ganancia depende del tiempo que se queden, por eso cada modelo va analizando cuál es el usuario que le gusta atender, si los que solo se quieren masturbar o los que quieren hablar. En últimas, lo importante es que gasten dinero.
Por estos días hay una bonanza para nosotras las modelos webcam. La subida del dólar es buena porque cada ‘token’ es 0.5 dólares entonces entre más cuesta esa moneda más ganamos; el estudio se queda con el 40 por ciento y nosotras con el 60 por ciento. Hacemos un buen ‘colchón’ para pasar la cuarentena.
Se podría decir que yo siempre estoy en modo teletrabajo, aunque habitualmente hago mis sesiones en un estudio.
El primer fin de semana del simulacro vital me fui para el estudio y me encerré allá a trabajar, cuando salió el anuncio de la cuarentena comenzamos a preparar todo para poder instalar los equipos en mi casa.
No nos ha dado tan duro esta pandemia porque es un trabajo que depende de los implementos que uno tenga en la casa, un computador con cámara y juguetes sexuales para lo que pida el cliente.
A una vecina la despidieron de su trabajo y la estoy ayudando con mercado para que pueda comer, hay que agradecer que aunque no sea moralmente aceptado este trabajo, sí me da de comer a mí y a mi hijo.
Tomado de El Tiempo