Unos 200 venezolanos, entre ellos 17 niños, que habían emigrado de su país en busca de un futuro mejor, emprendieron este martes el retorno desde la ciudad colombiana de Cali (suroeste), temerosos de la pandemia del coronavirus que los dejó sin oportunidades de trabajo en Colombia.
La repatriación de los venezolanos se hizo en 10 autobuses que los recogieron frente a la Alcaldía de Cali y se prevé que estarán llegando el miércoles a Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, fronterizo con Venezuela, un viaje de aproximadamente 18 horas.
La despedida fue en medio del llanto de los que partían con sus ilusiones guardadas en maletas y bultos y de quienes se quedaban a la espera de poder viajar próximamente.
También hubo banderas de Venezuela y personas que ante la falta de mascarillas recurrieron a una dosis de ingenio e improvisaron caretas hechas con garrafas de plástico transparente, todo con tal de protegerse del COVID-19.
«Este es un viaje humanitario, es un corredor humanitario que ha autorizado la Cancillería de Colombia y Migración Colombia», dijo a periodistas la secretaria de Bienestar Social de Cali, Fabiola Perdomo, quien explicó que la Administración invirtió 70 millones de pesos (unos 18.200 dólares) en esta operación.
La mayoría de quienes salieron hoy de Cali estaban establecidos en la ciudad pero también había algunos que llegaron de Ecuador, atravesando la frontera por trochas, porque la cuarentena en ambos países los dejó sin medios de subsistencia.
RETORNO SIN ESPERANZAS
Libia Valero, de 55 años y que hace seis meses salió de su país que está sumido en una crisis política, económica y social, dijo a Efe que se devolvía a Venezuela porque el trabajo que tenía de peluquera en Cali se le acabó por la pandemia del COVID-19.
Recuerda que desde que terminaron las fiestas de fin de año su actividad comenzó a mermar pero que «apenas llegó la pandemia fue horrible. Quedamos sin trabajo, sin (dinero para pagar el) arriendo».
Valero, quien viajó con su hija y su esposo, sabe que a su regreso a Venezuela se encontrará con una situación más complicada que la que había cuando abandonó su tierra.
«La situación allá no es fácil, sé que ahora es peor que antes», aseguró.
Igual le sucede a Andreina Romero, de 20 años, quien hace 18 meses, en compañía de su esposo y de su pequeña hija, abandonó Venezuela en busca de mejores oportunidades y logró establecerse en Cali, tercera ciudad de Colombia, en donde era vendedora informal.
Con la epidemia las ventas cayeron dramáticamente y «las personas ya no querían recibir (los productos) por miedo a contaminarse», asegura, y por eso llegó al punto de no vender nada en un día.
«Uno paga habitación, paga comida, medicinas para mi hija y definitivamente sin trabajo no puedo estar acá. Para estar sobreviviendo así prefiero estar allá (en Venezuela) y sobrevivir con mi familia», apostilló la mujer.
Romero partió con miedo porque dice que en Venezuela la situación «está muy mal» y que, según le han contado, pasar la frontera es «una pesadilla» porque a los hombres los maltratan y les dicen que son «traidores a la patria».
LLEGADOS DE ECUADOR
Entre tanto, Jesús Peña González, de 49 años, llegó a Cali procedente de Ecuador, país en el que, según dijo, la gente no se cuida de la pandemia.
En la ciudad de Loja (sur de Ecuador), él y su esposa eran vendedores informales y pasaban las noches en modestos hoteles pero cuando llegó el coronavirus se vieron forzados a volverse a Venezuela.
«Allá (en Ecuador) la gente no se cuida, la gente anda sin tapabocas, y allá se va a morir el 80 %. Es lo triste», dice el hombre quien denunció que fue maltratado en el trayecto entre Ecuador y Colombia.
Aunque todavía no ha conseguido los asientos en los autobuses para regresar a Venezuela, espera poderlo hacer pronto pese a que el panorama en su país no es bueno.
«Allá lo que hay es hambre, pero si uno va a morir que sea en su pueblo y no por aquí tan lejos», aseguró.
EFE