El Hospital Universitario de Southampton (Reino Unido) comenzará este jueves el primer ensayo con humanos de una posible vacuna del coronavirus. Su nombre científico es ChAdOx1 nCoV-19 y ha sido desarrollada por los equipos del Instituto Jenner de la Universidad de Oxford y por el Grupo de Vacunas de Oxford, que iniciaron sus primeros trabajos el pasado enero. La urgencia desatada por la pandemia global ha acelerado un proceso cuyas fases suelen prolongarse mucho más en el tiempo, en ocasiones varios años. El Gobierno de Boris Johnson se ha comprometido a respaldar financieramente sin límite alguno el proyecto de Oxford y el que desarrolla en paralelo el Imperial College, que lleva ensayando en animales desde febrero y confía en poder comenzar la fase con humanos en junio.
“Ambos proyectos son muy prometedores y están progresando con mucha rapidez, y ya he comunicado a los científicos que los lideran que haremos todo lo que esté nuestras manos para apoyarles”, ha anunciado el ministro de Sanidad, Matt Hancock. El Ejecutivo británico ha comprometido ya más de 40 millones de euros para financiar las dos investigaciones (22 millones para Oxford y más de 25 para el Imperial College). En la actualidad hay más de 115 proyectos de vacunas en todo el mundo, y varios de ellos en humanos, comandados por China y EE UU. A pesar de la promesa que encierran varios de ellos, incluidos los británicos, el propio equipo al frente de los ensayos ha querido frenar el entusiasmo.
En el caso de que no surgieran obstáculos imprevistos y las pruebas obtuvieran el éxito deseado, no se lograría comenzar a producir la vacuna al menos hasta el próximo otoño. “Lo que más necesitamos por parte del Gobierno es que nos ayude a acelerar el proceso de fabricación de la vacuna. No existen en estos momentos centros de manufacturación que sean capaces de producir la enorme cantidad de dosis que se necesitarán”, ha dicho Sara Gilbert, profesora de Vacunación en el Instituto Jenner.
Los ensayos se harán sobre 510 voluntarios de entre 18 y 55 años. El prototipo de vacuna se ha realizado a partir de una combinación particular. Por una parte, una versión debilitada del virus que provoca el catarro común en chimpancés, genéticamente modificado para que resulte imposible su crecimiento en seres humanos.
Por otra, los genes que fabrican las proteínas del coronavirus, esas puntas en forma de corona que rodean su superficie y que juegan un papel esencial en la labor de infección del patógeno. “La vacuna pretende volver el arma más poderosa del virus, esas pequeñas lanzas, en su contra. La idea es provocar la creación de anticuerpos que se adhieran a ellas y que permitan al sistema inmunológico bloquear y destruir el virus”, ha explicado Saul Faust, el director del Equipo de Investigación Clínica de la Universidad de Southampton.
Se inyectará la vacuna de la covid-19 en la mitad de las personas que participen en el ensayo. La otra mitad será inoculada con una vacuna “de control” contra la meningitis y la septicemia, para poder trazar una comparación de los efectos. La confianza en el éxito inmediato de esta fase de pruebas ha llevado a acelerar la producción de esta primera versión de la vacuna para poder comenzar de inmediato nuevas fases con ampliación del número de participantes.
“Incluso si una vacuna llegara a estar inesperadamente al alcance de un amplio número de personas, es todavía demasiado pronto para especular sobre el grado de su eficacia”, ha advertido el doctor Ohid Yaqub, profesor de la Unidad de Investigación en Política Científica de la Universidad de Sussex. “Si es una vacuna de baja eficacia, las implicaciones políticas sobre el modo en que se aplica [a la población] serán diferentes. Creo que, por el momento, la atención política debería centrarse en la realización de test y en la capacidad del sistema de salud público, así como en cómo gestionar los costes sociales de un futuro confinamiento parcial todo el tiempo que sea necesario”.
El Gobierno de Johnson insiste en anunciar casi a diario grandes planes, proyectos y objetivos que desvíen la atención de lo que a todas luces ha sido una gestión lenta e inicialmente errática de la crisis. Y los proyectos de una vacuna se han convertido en la bandera a la que se ha agarrado el ministro de Sanidad. “A largo plazo, el mejor modo de derrotar este virus es a través de una vacuna”, ha proclamado Hancock.
Una obviedad con la que nadie estará en desacuerdo, pero que genera en la ciudadanía una expectativa que los científicos que asesoran al Ejecutivo han de esforzarse más tarde en matizar. “Todas las nuevas vacunas que comienzan a desarrollarse son apuestas a largo plazo”, ha advertido Patrick Vallance, el asesor científico jefe del Gobierno de Johnson. “Y con el coronavirus no va a ser diferente. Los desafíos a los que nos enfrentamos son exactamente los mismos, y es algo que llevará tiempo”.
En cualquier caso, los investigadores de Oxford han contemplado ya la opción de que el Parlamento pueda aprobar legislación de emergencia que permitiera recibir la vacuna a los grupos de más alto riesgo, como el personal sanitario, aunque no haya finalizado todos los trámites exigidos para su aprobación y uso.
Tomado de El País de España