Vivir en Nicaragua, el país que le dio la espalda a la pandemia

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José René se levanta juiciosamente todas las mañanas para trabajar en su taxi en Managua. Antes de salir de casa se lava las manos, desinfecta el timón y los asientos de su carro, y se echa una bendición. Sabe que cada día que salga es un riesgo, pero tiene que hacerlo para “poder comer”.

“En Managua no hace falta el trabajo”, cuenta José René, quien prefiere no decir su apellido y que, sin embargo, no se muestra aliviado por lo que pasa. “Me gustaría alegrarme que todos los días tenga a quién llevar en mi taxi, pero me da miedo contagiarme y enfermar a mi hija”, cuenta.

Y es que contrario a lo que ocurre en otras capitales de América Latina, Managua aún no se ha adaptado a la “nueva normalidad” que ha dejado la pandemia del coronavirus. Mientras que ciudades como San Salvador o Tegucigalpa han adoptado fuertes cuarentenas y medidas de aislamiento, las calles de la capital nicaragüense permanecen llenas. Los comercios siguen funcionando normalmente y la gente, en palabras de José René, no es del todo consciente de la amenaza que enfrentan.

“Muchas personas toman las precauciones necesarias y salen con mascarilla a la calle, pero otros no lo hacen, y ese esfuerzo que uno hace termina siendo en vano. Diría que de lo que uno ve en la calle, hay una proporción de 50-50 entre quienes se cuidan y los que no”, cuenta José René*.

“Aquí hay un imaginario muy fuerte de que el pueblo nicaragüense es muy fuerte y lo puede soportar todo, algo que el gobierno ha buscado promover en todas sus intervenciones públicas”, agrega Manuel*, un joven nicaragûense entrevistado por este dario.

Según los datos oficiales entregados por el gobierno, Nicaragua ha registrado solo 25 casos de COVID-19, incluidos siete fallecidos desde el principio de la pandemia. El país centroamericano tiene una de las tasas de contagio más bajas en la región, pero son varias las voces críticas que dudan sobre la transparencia de esos datos. De hecho, de acuerdo con un conteo independiente realizado por el Observatorio Ciudadano, una iniciativa que cuenta con el apoyo de organizaciones civiles, en Nicaragua habría más de 1.000 casos sospechosos de COVID-19.

Expertos han alertado desde hace semanas de un brote de neumonías en Nicaragua, y concluido que bajo esas enfermedades el gobierno de Daniel Ortega “camufla al COVID-19, ya que el Ministerio de Salud no realiza muestras masivas que determinen lo contrario. Los hospitales están desbordados, según los médicos, pero el gobierno afirma que quienes están yendo a los centros médicos no están contagiados con el virus.

“Infortunadamente el gobierno ha estado subnotificando y cambiando los diagnósticos tanto de los contagiados como de los muertos”, cuenta a El Espectador el epidemiólogo nicaragüense Rafael Amador, quien asegura que su país ya se encuentra en una fase avanzada de contagios, sobre todo los que son locales.

Ortega y Murillo, en contra de “quedarse en casa”

Casi un mes después de que se confirmara el primer caso en el país, el presidente Daniel Ortega reapareció públicamente el 16 de abril y en vez de anunciar medidas como las cuarentenas y el distanciamiento social, recomendadas por autoridades como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), insistió en cuestionarlas diciendo que se trataban de medidas “radicales” y “extremas”, y quienes las promueven, dijo, “son los que quieren que se destruya el país”.

“El presidente y su esposa han convertido el tema del coronavirus en algo político, algo que dificulta una buena estrategia de combate contra el virus”, explica el médico Rafael Amador.

El miedo que se sentía en las calles desde la crisis de 2018 se mantiene y se ha trasladado a los centros médicos, en donde la gente teme preguntar si sus síntomas son los de COVID-19, por la presencia de agentes del Estado y colectivos sandinistas. También hay denuncias de personas que afirman que a los fallecidos por “misteriosas neumonías” se les están enterrando en las noches, sin siquiera consultarles a sus familiares.

Los videos de los sepelios nocturnos -esparcidos en las redes sociales- han coincidido con lo que expertos llaman el “ascenso rápido de la curva” de coronavirus en el país.

“La falta de decisiones ha hecho que ya no se sepa quién está contaminando a quién, ni dónde se contaminó la gente. Por lo tanto, cualquiera puede ser un potencial contaminado”, cuenta por su parte Manuel a este diario.

La Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) advierte en un informe que si el gobierno no adopta medidas de prevención, para junio habrá al menos 650 muertes por coronavirus en el país y cerca de 120.000 contagios.

El gobierno de Ortega, por su parte, se defiende y dice que ya comenzó a “fortalecer toda la información del lavado de manos, la distancia personal de precaución y el uso de la mascarilla”. Sin embargo, hasta el día de hoy no se ha decretado ninguna cuarentena y los eventos y aglomeraciones masivas siguen sin estar prohibidas.

“Uno sale de su casa sano, pero uno no sabe si va a volver bien”, comenta José René, taxista nicaragüense. “Vivir hoy en Nicaragua es como comprar una lotería, en la que se puede perder más de lo que se gana”.

Tomado de El Espectador

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