Coronavirus, una “oportunidad” para el crimen en Latinoamérica

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Tráfico de insumos médicos, desarrollo del ciberdelito, asistencia social para fortalecer el control territorial: la COVID-19 se ha vuelto “una ventana de oportunidad” para el crimen organizado en Latinoamérica, afirmaron expertos en un foro convocado por la Organización de Estados Americanos.

Desde mediados de marzo, cuando el brote del nuevo coronavirus reportado en China a fines de 2019 fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud, los Estados se han centrado en atender la crisis sanitaria y económica.

Pero las medidas para evitar contagios, como los cierres de fronteras y el confinamiento de la población, han potenciado a las multinacionales del crimen lejos de disuadirlas.

“El crimen organizado ha encontrado más que un desafío una ventana de oportunidad para proyectarse”, dijo el viernes el director del Departamento de Delincuencia Organizada Transnacional de la OEA, Gastón Schulmeister.

La emergencia “ha revalidado” estos grupos, dijo, al advertir del “peligro de permeabilidad social, máxime en un escenario de crisis económica”.

“Alarmante” deslegitimación del Estado

La “tendencia más alarmante” es la capacidad de las organizaciones criminales trasnacionales (TOC, en inglés) para llenar los vacíos de un Estado ausente, reemplazándolo como “un actor legítimo y proveedor de servicios”, señaló Douglas Farah, presidente de la consultora estadounidense IBI Consultants.

En México, los carteles distribuyen comida y medicinas; en Honduras, las pandillas organizan campañas de desinfección de vehículos para proteger de la COVID-19 en los territorios que controlan, ejemplificó.

El impacto es “preocupante”: el Estado, con recursos limitados y desbordado por la atención de la emergencia, se debilita aún más, y los grupos criminales se empoderan.

“Claramente hay un cálculo político por parte de las TOC”, dijo Farah.

Y alertó de la “desestabilización a largo plazo” que esto supone para los gobiernos, incluso en áreas donde tradicionalmente no operaban las TOC, como el sur de Chile y Argentina.

Entre las TOC que se consolidarán con la COVID-19, Farah mencionó a la MS-13 y al PCC de Brasil, que según dijo atiende también demandas sociales en Paraguay.

De víctimas a victimarias

La pandemia también podría impulsar el papel de las mujeres en las TOC, dijo Carolina Sampó, investigadora en seguridad regional del Conicet, un organismo argentino para la promoción de la ciencia y la tecnología.

Aunque el poder en estos grupos sigue siendo muy masculino, en la última década ha empezado a verse un cambio en el papel de la mujer, por heredar el negocio de sus maridos o de sus padres, o por ingresar al ‘narcomenudeo’.

Con la crisis económica derivada de la COVID-19, “que seguramente se profundice y nos acompañe por mucho tiempo”, las mujeres pueden estar “tentadas a subir escalones” dentro de las TOC, afirmó Sampó.

Schulmeister destacó “la visión de que no solamente hay que pensar en las mujeres como víctimas del crimen organizado, sino también como victimarias”. Pero instó a pensar en ellas como “agentes de cambio”, en roles de policías, fiscales o investigadoras.

Cadenas de suministro alteradas

Las TOC también se vieron sacudidas por el shock de oferta y demanda que provocó la pandemia.

El narcotráfico sintió la paralización del transporte aéreo y la suspensión de la vida nocturna, pero según los expertos no hubo escasez ni se dispararon los precios en Estados Unidos y Europa.

Sampó dijo que se notó el cierre de China, origen del fentanilo y de las drogas sintéticas que proveen los carteles mexicanos al mercado norteamericano, así como de los precursores químicos que necesitan los productores sudamericanos.

Pero Europa estaba “inundada” de cocaína antes de la pandemia, lo que les dio “cierta espalda” a las TOC, explicó.

Farah dijo que el suministro a Norteamérica se aseguró gracias a la “tremenda reserva” de cocaína que había en la frontera de Ecuador y Colombia “por sobreproducción en el (departamento colombiano de) Putumayo”, y la posibilidad de moverla por el Pacífico ante una mayor vigilancia estadounidense del Atlántico y el Caribe.

“Los precios de la cocaína en Estados Unidos subieron quizás un 7%, muy poco”, dijo.

Oro ilegal y mascarillas

Con las fuerzas de seguridad de los países concentradas en la vigilancia interna, el control de las fronteras decayó, impulsando otros negocios ilícitos como el tráfico de oro.

“Vemos una enorme cantidad de oro saliendo de Venezuela, de Nicaragua”, dijo Farah, quien comparó la minería ilegal “a gran escala” en esos países con un “desangramiento”.

Venezuela es el “foco regional” desde donde va el oro a Brasil, Guyana y Colombia, dijo.

En el marco de su “adaptabilidad” a la pandemia, y su capacidad para aprovechar toda “grieta en el sistema”, las TOC también apostaron a “diversificar” sus productos.

Farah y Sampó señalaron el tráfico de supuestos remedios y vacunas para el coronavirus, así como el contrabando de mascarillas.

Tomado de El Colombiano

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