Caracas, 2 sep (EFE).- Diecisiete meses. Es el tiempo que Juan Guaidó ha sido líder monolítico de la oposición venezolana. En ese lapso, el resto de grandes nombres ha guardado silencio y se ha mantenido en segundo plano. Hasta ahora. Henrique Capriles ha vuelto a la primera línea con un golpe de efecto al declararse parte de una negociación que ha logrado la liberación de 50 presos políticos.
Más allá de las tradicionales peleas de egos entre opositores, muchas son las voces que han criticado cómo Capriles había sido relegado pese a su rol principal durante años entre la oposición. El dos veces candidato presidencial comenzó a mostrar sus críticas en 2020 pero ha sido tras un polémico llamado a la unidad de Guaidó cuando ha enseñado los dientes.
Con el diálogo, que siempre ha negado de manera frontal Guaidó, Capriles ha logrado un resultado incontestable: la liberación de 50 personas y el fin de la persecución judicial a 60 más, un logro tangible que su joven detractor no fue capaz conseguir.
GUAIDÓ YA NO ES EL LÍDER INCONTESTADO
Durante años, los jóvenes que comenzaron su carrera política en el activismo estudiantil habían esperado dar el paso a la primera fila del liderazgo en la oposición venezolana.
Sin embargo, ese salto lo dio un bisoño diputado que no se encontraba entre quienes movilizaron a Venezuela en las grandes protestas.
Juan Guaidó, un gran desconocido para la mayoría, fue capaz de lograr algo casi imposible, alinear todas las voluntades de la oposición en un mismo sentido. Eso sí, lo hizo gracias al incontestable apoyo de EE.UU. y de sus vecinos Colombia y Brasil.
Sin embargo, las grietas comenzaron a surgir y el personalismo de Guaidó derivó en unas críticas feroces a quienes se atrevían a sugerir la necesidad de reorientarse.
Especialmente, se escucharon críticas cuando se negó a dialogar con Maduro.
Esa falla la aprovechó Capriles junto al que fue durante todo 2019 vicepresidente del Parlamento, Stalin González, siempre al lado de Guaidó durante su liderazgo en la Asamblea Nacional, y sentado a la mesa de diálogos con el Gobierno en el breve tiempo que fue posible.
No sólo son Capriles y González. Quizás la voz más crítica ha sido la de María Corina Machado, quien calificó el último llamado de unidad de Guaidó como «una agenda de distracción».p
Y le asestó la gran condena: «El país te dio una tarea que nos has podido o querido cumplir».
CAPRILES ESPERÓ, APARECIÓ Y TRIUNFÓ
Capriles se mantuvo en un discreto y paciente segundo plano, viendo, escuchando y, la mayoría de veces, callando, al menos en lo que respecta a la crítica hacia Guaidó, pese a estar en desacuerdo con él y con su equipo.
Si bien el objetivo es el mismo para ambos -lograr un cambio en Venezuela y sacar a Maduro del poder-, los métodos que cada uno considera que hay que utilizar para lograrlo están a años luz. Y también lo están los tiempos. Capriles aguarda el momento adecuado, mientras que Guaidó improvisa y procede impaciente.
Y es, precisamente, esa impaciencia la que lo llevó a cometer errores que agotaron la paciencia de Capriles y se lo hizo saber en público, de forma contundente y segura, sin apenas dejar lugar para la réplica.
La experiencia política de Capriles le ayudó a mantener la calma de la que el joven carece.
Pero Guaidó, pese a saber que esa crítica contra él está en la calle, no ha sido capaz de controlar el impulso de actuar sin pensar en las consecuencias que, antes o después tenían que llegar.
Y llegaron de la mano de Capriles por sorpresa y, una vez más ,en público, después de que el equipo de Guaidó sacase un comunicado rechazando las reuniones de su contraparte con el Gobierno de Maduro y mostrando su ofensa por no haberlo consultado con el presidente del Parlamento.
«Hoy, por mis ‘gestiones personales’, nos sentimos satisfechos de la libertad de 110 presos políticos. Mi único interés es defender a los venezolanos y lograr la libertad de Venezuela. ¡No nos vamos a resignar, así como ningún venezolano lo hará hasta ver el cambio en el país!», escribió Capriles en su cuenta de Twitter.
Además, explicó que «hablar con un miembro de la comunidad internacional es lo normal cuando crees en la política y en la democracia. Para la muestra un botón».
«Tengan claro: con chinos, con rusos, con europeos, hablaremos con todo el que sea necesario para sacar a los venezolanos de esta crisis», subrayó el dos veces candidato presidencial, para continuar diciendo que «hay quienes se terminan convirtiendo en lo que critican. Conversar y negociar no es lo mismo, salvo que quieras manipular y mentir».
Lo dice porque la negociación llegó a través de Turquía, intermediaria de la Unión Europea (UE). Gracias a eso, llegaron las 110 amnistías.
UNA AMÉRICA EN MANOS EXTREMAS
El 2019 amaneció con una América en las manos más extremas posibles en décadas o, al menos, si sólo se consideran los procesos electorales. Estados Unidos, bajo el mandato de Donald Trump; Brasil con la presidencia de Jair Bolsonaro, y Colombia de nuevo gobernada por el uribismo, la tradicional némesis del chavismo, aunque con un rostro más moderado, bajo el Gobierno de Iván Duque.
Ninguno de ellos dudó en aceptar la apuesta que planteó Guaidó el 23 de enero de 2019, cuando juró ante una multitud el cargo de presidente interino. Los tres le reconocieron de inmediato y, poco a poco, fueron sumándose otros países del mundo, entre ellos los de la UE.
Guaidó mostró mucha sintonía con esos mandatarios americanos y, de hecho, su primera visita oficial fue a Bolsonaro. Previamente se había reunido en Bogotá con el Grupo de Lima y había sostenido encuentros con Duque o el vicepresidente estadounidense, Mike Pence.
La brecha se vio con más rotundidad en su gira internacional de 2020. Entonces, se reunió con el primer ministro británico, Boris Johnson, pero no fue tan cálidamente recibido por el resto de gobernantes europeos, si bien tampoco sus Ejecutivos rehuyeron fotografiarse con él.
Sin embargo, la UE, siempre fiel a sus principios de diálogo, mostró sus preferencias por una solución negociada, algo que ha tomado todavía más fuerza con el legado turco que, según aseguró, fue portador del mensaje del bloque comunitario.
DECEPCIÓN, SUMA Y SIGUE
Más de medio centenar de gobiernos trasladaron a Guaidó su apoyo y lo reconocieron como presidente encargado de Venezuela a principios de aquel 2019 que hoy parece tan lejano en el tiempo.
El interinato de Guaidó tendría que haberse prolongado, según la Constitución, 30 días, en los cuales debería haber logrado, tal y como él mismo esperaba, sacar a Maduro del poder y hacerse con el mando, pero los planes se fueron al traste y el chavismo reaccionó.
Lo intentó, nuevamente y con popularidad menguante, el 30 de abril de 2019, cuando fraguó un levantamiento militar que aparentaba ser el golpe definitivo, pero en poco más de 24 horas se había convertido en nada.
Así, la decepción y la desilusión se volvieron a apoderar de los venezolanos y, aunque Guaidó insiste en que cuenta con el apoyo de la comunidad internacional, el pueblo le reclama que tiene que mirar a Venezuela, que los de fuera ya han demostrado que no van a arreglar un país cada día más hundido.
En vista de cómo se han desarrollado los acontecimientos, cualquier rostro popular de la oposición podría haber capitalizado ese descontento y ponerse al frente. Si bien hasta el momento no ha ocurrido, Capriles está bien posicionado.
Entre estos vaivenes y la duda que cunde sobre cuantos países de aquel medio centenar que le brindaron su apoyo en enero de 2019 y lo reconocieron como presidente de Venezuela continúan de su lado, Guaidó sigue improvisando y perdiendo enteros que otros van ganando.