Las calles de Cartagena permanecen con muy pocos visitantes pese a que desde hace seis días se permitió la reapertura de bares y restaurantes, y los primeros vuelos nacionales comenzaron a llegar a esta ciudad, polo del turismo nacional e internacional en Colombia.
Aunque ya se ven algunos turistas y cartageneros en el centro histórico, el aspecto de la ciudad amurallada es todavía el de un pueblo fantasma, con sus calles iluminadas por los faroles de las viejas casonas.
En una de las esquinas de la Plaza de los Coches frente a la Torre del Reloj, lugar habitualmente visitado por cientos de turistas ávidos de fiesta, Sandorhs Garzón, propietario de The Clock Pub atiende a los pocos clientes que han llegado hasta su local a degustar una hamburguesa sin cerveza, pues todavía no hay permiso para consumir licor en los espacios públicos.
«La reapertura la tuvimos a partir del 1 de septiembre según lo que dispuso la alcaldía y el proceso ha sido reconfortante en el sentido que es un paso importante para poder reiniciar estas actividades a pesar de que solamente nos permiten (trabajar) al aire libre; los restaurantes que tenemos un espacio al aire libre», explica a Efe.
«En estos días ha habido movimiento ya que los vuelos (nacionales) han llegado poco a poco y eso hace que ya veamos un poco de gente aquí en el centro histórico», agrega.
Una pequeña luz
Dice que estos casi seis meses en los que ha estado cerrado han sido muy difíciles y afirma que se considera un «sobreviviente» pues durante este tiempo ha visto cerrar decenas de establecimientos entre restaurantes, bares, joyerías y almacenes de artesanías que ya no volverán.
El comerciante confiesa que a traviesa por un «momento financiero muy crítico» porque nunca recibió ninguna clase de ayuda ni de los bancos ni del Gobierno y que durante el tiempo que estuvo cerrado aunque hizo domicilios, estos le ayudaron no en términos monetarios sino para «mantener la marca vigente y viva».
«El mercado local ha sido muy importante», agradece.
«Estamos esperando que el distrito, así como lo han hecho en otras ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, nos permita después del 16 de septiembre abrir un poquito hacia adentro y ya tener una bebida para acompañar la comida, bien sea una copa de vino o una cerveza».
Reconoce que no comprende por qué en medio de la aguda crisis económica en la que están sumidos todos los negocios de Cartagena, una ciudad cuya economía depende en un alto porcentaje del turismo, sobre todo el internacional que aun no llega, la alcaldía sigue cobrando por el uso del espacio público.
«Sería la única ciudad donde están cobrando el uso del espacio público (en este momento de crisis por la pandemia)», dice.
«Si nos vuelven a cerrar sería catastrófico»
El pasado 1 de septiembre durante la recepción del primer vuelo comercial a Cartagena después de que se cerrara el aeropuerto internacional Rafael Núñez, el alcalde William Dau confesó que estaba «nervioso» de que se presente un rebrote de la COVID-19 debido a la reapertura y a la llegada de personas de fuera a la ciudad.
Garzón sentencia: «si llega a haber un rebrote (del virus) y nos vuelven a cerrar, creo que sería catastrófico para nosotros y para muchos de mis colegas porque esta (reapertura) nos permite estar un poco más tranquilos y como ver una pequeña luz, pero un rebrote, un nuevo cierre, sería catastrófico y tendríamos que cerrar definitivamente».
La situación de fragilidad financiera por la que atraviesan los negocios que han resistido a la pandemia hace que sea de vital importancia que «el Gobierno nacional haga un capítulo especial y (establezca) unas normas específicas para el turismo y especialmente para Cartagena que ha sido tan golpeada».
Este restaurantero que se resiste a perder todo el trabajo empleado en levantar su negocio clama por ayudas ya que, pese a tener una reapertura y que en estos días ha podido desempolvar la caja registradora, mientras el turismo no regrese en masa y haya una buena ocupación en la ciudad la crisis financiera continuará.
«Seguimos necesitando algún tipo de subsidio o ayuda que nos permita sobrevivir hasta llegar a esa normalidad; es algo que estamos pidiendo los empresarios al Gobierno nacional», reclama.
Muchos dueños de bares y restaurantes han preferido mantener sus locales cerrados pues argumentan que si abren en este momento, sin un flujo importante de turistas y sin visitantes extranjeros, los gastos de operación los quebrarían.
La propietaria de la joyería y tienda de artesanías Mapalé arte a mano, Luisa Fernanda Orjuela, dice a Efe que estos «meses han sido difíciles».
«Dependemos exclusivamente del turismo, nuestro mercado es 99 % internacional, no contamos con vuelos internacionales entonces cero ventas desde el 21 de marzo hasta la fecha», lamenta.
La empresaria, a quien le tocó reducir su empresa de cuatro locales a uno solo que mantiene por ser propio, comenta que desde que se permitió la reapertura de los negocios en el centro histórico de Cartagena a su tienda no ha entrado ningún cliente. «Vemos gente caminar pero nadie como interesado en el momento», dice.
Orjuela afirma que solo el comercio enfocado a clientes locales o nacionales es el que se está «moviendo».
Tomado de El Heraldo