Ciudad de México, 1 de diciembre de 2021.- Luchar contra el estigma y el desabastecimiento de medicamentos para el VIH han convertido a Alaín Pinzón en un símbolo del activismo para quienes viven con esta enfermedad en México, donde 4.573 personas murieron en 2020 debido al virus.
«Yo tenía, tengo y sigo teniendo problemas con mi diagnóstico. Por eso creé el grupo de apoyo (VIHve Libre), yo creé el grupo de apoyo a partir de mis problemas y de que alguien me dijo un día: seguramente no eres el único que vive estos problemas», dice Pinzón a Efe con motivo del Día Mundial del Sida este 1 de diciembre.
El también defensor de los derechos humanos de las personas lésbico, gay, bisexual y transexual (LGBT), recuerda el momento devastador en el que dio positivo a VIH en 2010 y reconoce que justo en ese momento saberse portador del virus le hizo pensar que tendría que vivir estigmas, discriminación y rechazo social.
Ello lo llevó a desarrollar una fuerte depresión que le hizo dejar su tratamiento antirretroviral que lo puso al borde de la muerte.
«Yo permanezco totalmente en silencio hasta 2015, que es cuando mi familia se entera, cuando yo presento algunas enfermedades definitorias del sida. Ellos se enteran cuando yo estoy hospitalizado y a partir de eso fue un cambio para mí y para ellos», dice.
Tras haber caído en coma, Alaín se recuperó, decidió retomar el tratamiento e iniciar un proceso de autoperdón y autoaceptación, lo que marcó su vida y lo empujó al activismo.
«A partir de eso también empieza una nueva forma de vivir la cual incluía transformar el activismo que yo hacía antes, que era más dedicado a las poblaciones LGBT y retomarlo ahora con el tema de salud y específicamente con las personas que vivimos con VIH», comenta.
PERSISTE DISCRIMINACIÓN
Stephanie Correa, psicóloga clínica y educadora para la sexualidad para la organización DKT México, reconoce que el estigma y la discriminación todavía persisten.
«Existe una dimensión moral que lo acompaña por ser una infección de transmisión sexual», lamenta.
Reflejo de ello es que, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud mexicana, tres de cada diez personas que viven con VIH se han abstenido de usar servicios de salud durante la pandemia de la covid-19 por temor a sufrir discriminación.
Esto, dice Correa, pese a que los casos de VIH en México, que comenzaron oficialmente en 1983, han ido en incremento.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en total se han diagnosticado en estos casi 40 años cerca de 325.000 casos de VIH, casi la mitad de ellos desde el 2010 a julio de 2021.
EL MÁS COMBATIVO
Alaín se ha convertido en la cara más combativa del activismo contra el VIH. Para él, su voz sirve para hacer visibles a todos aquellos que esconden, como él lo hizo en su momento, su diagnóstico.
«Es de esas personas que no tienen miedo a dejar de lado la corrección política, a ser escandaloso, a hacer pintas o enfrentar a policías o funcionarios», comenta sobre Pinzón el joven Alan, que a sus 27 años fue diagnosticado con VIH en agosto pasado y que aún no ha revelado su condición a sus personas más cercanas.
En febrero del 2020, ante el desabastecimiento de medicamentos contra el VIH, Alaín encabezó unas mediáticas manifestaciones en las oficinas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para exigir el fin de la escasez de fármacos para quienes viven con VIH, una de las principales críticas contra el sistema de salud público.
Alan reconoce que el activista ha sido no solo una fuente de inspiración, sino un apoyo para hacer frente a la enfermedad y conseguir los antirretrovirales que le han faltado para su tratamiento.
Mientras que para Alaín no hay otra manera de actuar si no es desde el activismo pues, asegura, actualmente vivir con VIH es sumamente complejo».
«Si antes era difícil, ahora se pensaría que estamos mejor, pero no. Tenemos un desabasto de medicamentos antirretrovirales y tenemos leyes que nos criminalizan», denuncia.
PONER FIN AL SILENCIO
Asegura que cuando está en una manifestación o en algún acto público recuerda todos los mensajes que le hacen llegar esas personas que esconden sus diagnósticos.
Por ello cada vez que ocurre una protesta al respecto, el activista está en primera línea, gritando y, si es necesario, rompiendo vidrios y defendiendo a sus compañeros.
«Creo que (esas acciones vienen) desde el hartazgo del silencio, que yo personalmente como activista, como director de una organización que atiende a muchísimas personas que vivimos o que viven con VIH, ya no quiero», afirma.
Mientras participa en una marcha contra los crímenes de odio, Alaín dice entre lágrimas que hay una deuda pendiente para educar a la sociedad y así acabar con la discriminación.
«De nada nos sirve tener medicamentos de la mejor barrera genética, que nos van a mantener vivos muchísimos años, si no tenemos un trabajo, si no tenemos la tranquilidad, si no podemos llegar a decirle a mi mamá, a mi papá, a mis hermanos y a mi pareja que tengo VIH sin que me corran (me echen) ni me discriminen», lamenta.
Finalmente, pide a la sociedad empatizar con el colectivo LGBT y con los pacientes de VIH. «No nada más existimos en junio, y el VIH no nada más existe el 1 de diciembre», concluye.
EFE