Por Luis Fernando Quijano Moreno
El ELN vuelve a Medellín con planes de armar a la banda paramilitarizada de Los Mondongueros y, peor aún, de reactivar las milicias urbanas para hacer la guerra mientras juega a la paz.
Ha llegado la guerrilla. ¿Es mejor escondernos o denunciar a los cuatro vientos su perjudicial llegada? Los malandros guerrilleros vienen a retomar el control de una ciudad tranquila, segura, limpia y decente, una ciudad innovadora que pone al ser humano por encima del mercado y el progreso, una ciudad pacificada por el Pacto del Fusil acordado por dos estructuras paramafiosas angelicales que solo buscan generar tranquilidad al progreso y la inversión de capitales. Digamos la verdad, esta gran ciudad está solo un poco paramilitarizada, el 70 % de estas estructuras cogobiernan en el territorio; y eso no es “nada” teniendo en cuenta el beneficio que representa que estos criminales sean uno de los puntales más importantes de la seguridad urbana. No es justo que la desestabilicen siendo una ciudad tan encantadora y trémula.
Aunque parezca difícil creerlo, como el párrafo anterior piensan muchos ciudadanos que creen que estar bajo el yugo paramilitar es un aliciente y que la llegada de la insurgencia es el fin de la “paz” urbana, independiente de que este grupo guerrillero hable de paz.
El título de esta columna lo elegí, no porque crea que el ELN vendrá a generar una guerra en Medellín, estoy seguro de que lo hará pero para fortalecer la paz urbana; mi intención es provocar la curiosidad e incluso ilusionar a los que azuzan la guerra urbana con que los acompaño en esa nefasta cruzada.
En todo caso lamento defraudar a quienes pensaron que les seguiría la estrategia maniquea de defender lo indefendible, les puedo asegurar que el ELN va camino a la firma de acuerdos de paz y esto ocurrirá más temprano que tarde.
Esta columna de opinión va más allá de ese juego de palabras sin sentido; busco con ella llamar la atención de la ciudadanía, la institucionalidad e incluso de la insurgencia, para que se pronuncien y se evite caer en el juego perverso de dejar satanizar los diálogos de paz, tanto los de La Habana como los que están por empezar públicamente con el ELN. Este grupo debería emitir un comunicado público que muestre que su verdadera intención es alcanzar la paz y no generar la guerra urbana. Igualmente deberían hacerlo el alcalde de Medellín, el gobernador de Antioquia y el presidente de la República para dejar por el piso este tipo de especulaciones.
¿Será que me sorprenden esas afirmaciones que buscan causar terror? No. Hay que tener en cuenta que esto se hace ahora que se ha firmado con las FARC sobre el cese bilateral al fuego y las zonas de ubicación y dejación de armas, entre otros puntos del acuerdo, y en momentos difíciles para el inicio de los diálogos públicos con los elenos. Las falsas premisas esbozadas se vienen reproduciendo desde hace varios días sin argumentos y sin prueba alguna de la existencia de un plan de esa guerrilla para la toma o desestabilización de la ciudad metropolitana, son consecuencia de la incautación de armamento, municiones y granadas en la comuna cinco (Castilla).
El operativo, que se ha presentado públicamente con bombos y platillos, es, a mi juicio, una de las tantas operaciones que se dan en la cotidianidad de estas urbes en la lucha contra el crimen organizado por parte de los organismos de seguridad e investigación del Estado. No tiene nada de novedoso en una ciudad como Medellín y su área metropolitana, donde pululan armas de largo y corto alcance, explosivos, granadas y miles de municiones; una ciudad donde un criminal como alias el Puma aparece rodeado de encapuchados ostentando fusiles en su mayoría modernos y amenazando de muerte a quienes lleguen de la dejación de armas; una ciudad donde hay más de 500 bandas —las más grandes tienen como respaldo de 15 a 50 fusiles—.
Es cierto que las FARC y el ELN hacen presencia activa en el Valle de Aburrá, miopes serían si no lo hicieran. ¿Qué clase de presencia tiene la insurgencia en la ciudad metropolitana? Política, social y militar pero alejada totalmente del modelo miliciano aplicado a finales de la época de los ochenta y que persistió hasta que fue derrotado con la implementación del Proyecto Orión —la gran siembra de paramilitares en Medellín y el Valle de Aburrá—, que llevó a cabo aproximadamente doce operaciones militares tan solo en la comuna 13.
No debemos olvidar que el terror ha sido utilizado como arma para poder controlar comunidades y Medellín sí que lo sabe. Llevamos más de tres décadas bajo la implementación de este instrumento de guerra.
Les quiero advertir que la insurgencia de las Farc y espero que el Eln también llegarán masivamente a las ciudades y el Medellín metropolitano no escapará a ese destino, pero vendrán a hacer política para acabar con las desigualdades sociales, llegarán a reconstruir el tejido social y a consolidar la democracia que hasta el momento es incipiente y endeble. ¿Por qué temerle a eso si estamos bajo el control criminal que se fortalece en lo legal?
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Apunte Urbano
Escuchando las declaraciones del Coronel Carlos Alberto Wilches Goyeneche, comandante (e) de la Policía Metropolitana del Valle de Aburra, entendí que la ambigüedad acompaña a esta institución frente al supuesto armamento incautado al ELN. Una cosa es lo que escribieron y otra lo que afirmaron públicamente. ¿Por qué es ambigua la Meval frente a lo que hablan y lo que escriben?
Sería bueno que el brigadier general José Acevedo llame al orden a sus subalternos ya que crear este tipo de “positivos” le dan paso a las especulaciones que conocemos hoy en la ciudad metropolitana. Si la tarea se está haciendo bien, ¿para qué la adornamos con información endeble o falsa? Déjenme decirles, señores oficiales, que eso para nada sirve.
Y para evitar que se me juzgue como enemigo de la Policía, invito al comandante de la Meval, a la administración municipal, a los difusores de la guerra urbana y a la ciudadanía en general, a que juzguen sobre lo que dice la Policía acerca del arsenal incautado.
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