Un hombre al que le dicen el Batey sería quien asesinó a Ana Fabricia Córdoba Cabrera el 7 de junio de 2011 cuando ella se movilizaba en una buseta de Santa Cruz.
Ana Fabricia llegó a Medellín huyendo de la violencia en Urabá. Y llegó a otra peor. Allá le mataron a su esposo, a otros nueve familiares, la amenazaron, le quitaron la tierra, la hicieron ir. En Medellín le mataron a un hijo y le desaparecieron otro. Cansada de todo eso decidió denunciar para que la muerte de sus hijos no quedara impune. Y fue peor.
Vivió en la comuna 13, de ahí pasó a Manrique. Le contaron que policías habían asesinado a sus hijos. Así lo denunció y entregó nombres. Las amenazas llegaron de inmediato.
La Negra, como le decían de cariño, era representante de las comunidades del barrio La Cruz, nororiente de Medellín. Fue fundadora de la organización Líderes adelante por un tejido humano de paz, miembro de la Ruta Pacifica de las mujeres, se había integrado al movimiento Poder Ciudadano, conformado por su prima, la exsenadora Piedad Córdoba y llevaba varios procesos de restitución de tierras usurpadas por paramilitares en el Urabá antioqueño.
Fue asesinada de un disparo en la cabeza el martes al mediodía, cuando la buseta pasaba por la calle 105 con carrera 46, barrio Popular, nororiente de Medellín. Fue trasladada de urgencia a la Unidad Intermedia de Santa Cruz, a donde llegó sin signos vitales.
“A mí me van a matar”, se le escuchó decir varias veces. El 9 de junio, a las 11 de la mañana, la sepultaron.
Ni guerra que nos destruya ni paz que nos oprima. Con pancartas que exhibían este y otros mensajes, exclamados a través de altavoces, una multitud acompañó a la líder comunitaria hasta su última morada.
El cortejo fúnebre, conformado por representantes de organizaciones sociales, defensores de derechos humanos, asociaciones de mujeres, sus familiares y amigos, recorrió nueve cuadras desde la sala de velación Juan del Corral hasta su inhumación en el cementerio San Pedro de Medellín.
“Un policía de apellido Carmelo, teniente o sargento, no sé, nos hizo la vida imposible, nos dijo guerrilleros. Nos persiguió, andaba en una patrulla, la número 301384”…
En su nombre exigimos al Estado que brinde garantías reales a todos los líderes sociales del país. Ana Fabricia vivirá por siempre en nosotros.