Buenos Aires, 14 de octubre de 2021.- La vicuña es un símbolo de la puna andina en países como Argentina. Y en torno a este camélido silvestre, de simpático aspecto, se conserva, adaptada a los tiempos, una ancestral tradición que los pueblos indígenas iniciaron como método de subsistencia: es el chaku, la práctica de esquila con la que se obtiene, preservando al animal, la lana más fina del mundo.
También conocida como chaccu, vocablo quechua que significa «captura de vicuñas», esta técnica, originaria de los incas, consistía en rodear, entre varias personas a modo de cordón humano, amplias zonas para arrear a los animales hacia corrales y elegir allí a los aptos para obtener carne o fibra. Después algunos se liberaban.
«Originalmente consistía en el encierro y darle muerte al animal, no todos eran liberados, solo los más chicos o las hembras preñadas. Sin embargo, nosotros hemos reconstruido esa práctica, donde le damos otro valor y significancia, y vamos hacia el aprovechamiento sustentable», cuenta a Efe Carlos Barrionuevo, director provincial de Biodiversidad y Áreas Naturales Protegidas de Catamarca, mayor productora de fibra (lana) de vicuña de Argentina.
De octubre a diciembre, en varias zonas del noroeste argentino, miembros de cooperativas andinas, comunidades de pueblos originarios o empresas, todos debidamente registrados, realizan un proceso con enorme atractivo turístico que, siglos después, mantiene su esencia pero mejorando en técnica y cuidado del animal.
TRABAJO EN EQUIPO
Para preparar las esquilas se usan los «módulos de captura», corrales con portones abiertos que se construyen en torno a las vegas, lagunas o humedales por donde suelen circular las vicuñas.
Para lograr dirigirlas y encerrarlas, varias personas sujetan sogas con cintas de colores y se cierran las puertas. Al finalizar esas tareas, que pueden durar de uno a tres días, se selecciona a los animales aptos -se descartan hembras con preñez avanzada o crías pequeñas-, se les inmoviliza y pone una capucha para reducir su estrés y comienza la esquila.
«No se esquila totalmente, sino la porción que tiene fibra más larga, que es la que crece todos los años. Una vez que se termina, se desanudan, se les saca la caperuza y son liberados», detalla Barrionuevo.
Unas jornadas en las que veterinarios velan por el bienestar del animal y que, como parte de la cultura local, en algunos lugares pueden ir acompañadas de ceremonias venerando a la Pachamama, símbolo de la madre tierra, o al Coquena, ser mitológico quechua.
«La gente local se ha ido dando cuenta de que este era una gran atracción para turistas nacionales e internacionales, sobre todo en Laguna Blanca», afirma el funcionario catamarqueño en referencia a esa reserva de biosfera provincial, que tiene una de las mayores densidades de vicuña.
LANA PRECIADA
En 2019, Catamarca registró récord de fibra obtenida: 1.329 kilos de 3.740 animales esquilados.
En promedio, según Barrionuevo, de cada vicuña -que pesa entre 40 y 55 kilos y llega a medir hasta 1,5 metros- se obtienen unos 350 o 400 gramos, y, por ejemplo, para hacer un poncho -que puede tener un valor aproximado de 200.000 pesos (unos 2.000 dólares)- se usan en torno a 600 gramos.
La de las vicuñas es considerada la fibra más fina del mundo y su valor ronda los 450-500 euros el kilo en el mercado internacional.
En Catamarca, el Estado provincial retiene un 20 % del total de fibra obtenida y lo destina a un programa por el que los artesanos provinciales acceden a ella a precios subsidiados, más baratos, lo que permite además luchar contra la venta de cazadores furtivos.
Una vez que elaboran las prendas, acceden a una certificación con la etiqueta «Vicuña Catamarca».
Este mamífero, que habita las alturas andinas de Argentina, Perú, Bolivia, Chile y Ecuador, a punto estuvo de extinguirse por la caza furtiva iniciada con la colonización española y alargada por siglos, pero en las últimas décadas las diversas legislaciones lograron su recuperación.
Las vicuñas catamarqueñas estuvieron consideradas amenazadas y su comercio prohibido hasta 2002. Fue entonces, ya fuera de peligro, que se retomaron las esquilas legales, y hoy la venta de su fibra es posible, de forma sostenible y controlada.
EFE